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Mandas perseveran sobre viacrucis cancelado en Iztapalapa

La emergencia sanitaria que aqueja a México, afectó también a la procesión de la Semana Mayor en la icónica alcaldía de el oriente de la Ciudad de México, sin embargo, varios creyentes siguieron el recorrido de manera normal, como lo hacen año con año, a pesar de vivir tiempos severos con el coronavirus

Momentos antes de arribar al epicentro de Iztapalapa, la duda cimbra al ambiente de especulación: ¿se realizará la representación de La Pasión de Cristo en la alcaldía de mayor fervor religioso en la Ciudad de México en plena crisis de covid19?

Al llegar a la Calzada Ermita-Iztapalapa, el resguardo policial aumenta con cada cuadra que se avanza, hasta llegar a impedir el paso a la catedral de la alcaldía mencionada, ya que calles antes, el cerco de uniformados lo impide por completo. 

“No le juegues al virus ¡Quédate en casa!”, se lee en una manta gigante en el conocido Cristo del Puente, ubicado en la misma avenida, llegar hasta él es imposible, ya que la seguridad pública cuida de las inmediaciones.

El histórico recorrido del viacrucis en Iztapalapa, comenzó hace 177 años atrás, en 1843, ya que una década antes, la comunidad se vio perjudicada por una epidemia de cólera, ahora esta icónica representación, está cancelada en otro contexto histórico, la pandemia de coronavirus.

Reporte Indigo siguió los pasos que regularmente sigue la procesión religiosa, encontrando a personas que son fieles a sus promesas, y decidieron cumplir sus mandas, pese a la cuarentena preestablecida por el gobierno, además de que se canceló oficialmente el viacrucis realizado desde hace casi 200 años.

Con una modesta túnica, crocs y una cruz representativa, Eulalio Velázquez lleva ocho años consecutivos cumpliendo cada Viernes Santo, en acudir al también llamado santuario nacional de Nuestro Señor de La Cuevita, para refrendar una promesa personal.

“Mi esposa estaba embarazada, con alto riesgo, prometí salir y ahí comencé yo en esta religión, año con año, nunca fallo. Ahorita que es esto que nos quitaron, yo vengo a pagar mi manda, no importa lo que haya”, dice Velázquez, quien es originario de Cuajimalpa, pero lleva más de 50 años viviendo en la localidad del oriente de la ciudad.

El hombre comparte que su fe es ciega, que incluso su hijo actualmente se recupera de calentura y una infección de la garganta, y él al rezar, vio que se mejoró, al cuestionarle si cree que tenga covid19, él lo niega rotundamente.

“Ayer mi niño se puso bien malo con mucha calentura, tenía 39 grados, y gracias a Dios, le prometí otra vez y no me importó lo que me dijeran (de venir) yo quería pagar mi manda, eso fue de una infección en la garganta, ya le di medicamento y hoy amaneció más o menos”, afirma el creyente, que no porta cubrebocas.

Velázquez, al igual que otros transeúntes cuestionados por esta casa editorial, no creen que exista la pandemia, creen que su fe es más grande que esta enfermedad mundial que afecta a miles, y que incluso ya sobrepasó las 100 mil muertes a nivel global.

La manda se queda en casa

En la calle Cuauhtémoc, al lado de una abarrotería, descansa una cruz de madera de aproximadamente 80 kilos de peso y en ella una corona de espinas, su propietario es Rafael Domínguez, quien la recibió hace un año como un regalo, pero debido a la situación actual, él decidió guardarse en su domicilio.

“Con esto de la epidemia, no pude hacer mi penitencia… es como Dios manda, y pues nada más la saqué para que sintiera lo que uno siente cada año. Yo desde niño tengo saliendo y cada año vengo haciéndolo, tengo una penitencia que hasta que Dios me permita dejar de caminar, lo seguiré haciendo”, comparte con voz entrecortada el colono de Iztapalapa.

El arrepentimiento de Rafael es legítimo, describe que su penar tiene mucho tiempo, problemas personales y es una promesa que le realizó a su padre antes de fallecer, hace dos años.

Respecto a que este año todas las actividades oficiales se han cancelado por disposición oficial, Domínguez se siente cabizbajo, el recorrido de seis kilómetros de los ocho barrios está prácticamente suspendido, y esto es algo que él dice percibir en el ambiente de Viernes Santo.

“No sientes ni la misma adrenalina, ni la gente que te ve aquí, sientes tristeza de que te dejaron algo que el pueblo te lo pide, porque todo esto lo vez muy triste, no es lo mismo de cada año, no se siente lo mismo”, agrega mientras acaricia su cruz, además de esperanzado de que el próximo año pueda volverla a llevar en hombros hasta el cerro de La Estrella.

Tercera caída en resguardo

Con un anafre que despide el aroma del copal, en el cruce de Lerdo de Tejada y Cuauhtémoc, reside la Tercer Caída del viacrucis, misma que ha sido cuidada por Jesús Acevedo, desde hace dos décadas, él y otro grupo de personas, se encargan año con año de decorarla y hacer los preparativos previos desde el Domingo de Ramos.

Este 2020, la esquina luce decorada, pero solo como homenaje, ya que conscientes de la pandemia, este lugar de paso se encuentra semidesértico al paso de feligreses, Acevedo expresa que tanto él como sus compañeros han seguido las indicaciones para tener una sana convivencia en este día religioso.

“Por lo que nos informan de la enfermedad que hay, por eso obedecemos lo que nos dicen, para no ser responsables de nada, que se respete y que por algún capricho no haya algún problema”, platica el representante de la Sociedad de la alcancía “El pocito”.

Hoy como cualquier otro año, esta congregación, comenzó los preparativos de la Tercer Caída, el Jueves Santo por la noche, para comenzar al siguiente día temprano por la mañana, ellos siguen esta tradición, para mantener viva la fe que profesan, además de que él si cree en que estemos viviendo una contingencia sanitaria.

“Yo pienso que es sí es cierto, por eso estamos respetando que no estemos aglomerados, porque en sí a este lugar cada año llega muchísima gente, porque se les da manzanilla, se les atiende y por eso tenemos mucho público en este lugar, pero ahora les avisamos que no”, subraya el presidente de la sociedad.

En este cruce el tránsito vehicular y peatonal mantiene una afluencia constante, algunos comercios siguen abiertos, como una panadería y estanquillos, mientras pasa un penitente con su cruz, la señora Margarita Buendía, incentiva al creyente con palabras de aliento, a que ya casi termina su recorrido.

“Detrás de cada nazareno que vemos pasando, hay una promesa, una manda, puede ser de trabajo, de salud, ahora sí, que cada uno tiene su historia de lo que están pagando. La fe nunca nos va a vencer ante una adversidad como esta”, expresa la también integrante de la organización de “El pocito”.

Los usos y costumbres, perseveran en Iztapalapa, sus vecinos los constan y afirman en estos días difíciles, que además recuerdan a conciencia, que el cólera les dio un golpe intenso hace 177 años, pero creen que saldrán avante al coronavirus también.

Cristo sin llegar a la cruz

Pasando la una y media de la tarde, en un paseo normal por el viacrucis de Iztapalapa, estaría comenzando el acenso hacia el cerro de La Estrella, para culminar en el último punto, la crucifixión, pero es con este Viernes Santo de covid19, que se encuentra cerrada la subida hacia este punto.

La calle Camino del Cerro de la Estrella, en el cruce de la Calzada Ermita-Iztapalapa, es uno de los que cuenta con mayor vigilancia de la Secretaría de Seguridad Pública, impidiendo el paso de transeúntes e incluso vehículos.

Es en este lugar donde Miguel Ángel Bautista ha tenido que detener su paso, quien porta túnica representativa de Cristo, con todo y su corona de espinas, además de su cruz, él recorrió cerca de tres kilómetros, ya que proviene desde la colonia Valle de Luces, son alrededor de dos horas y media a tres, las que hace caminando y cargando este símbolo religioso.

“Llevo 13 años participando, (me motiva) cumplir la misión, la manda, tenemos que cumplirla, sea como sea, y cada quien la tiene su manda personal, en su corazón la guarda, el porqué viene a cumplir la misión”, platica el joven de 28 años.

Bautista se suma a la tristeza de otros, porque él esperaba subir hasta el monte de la crucifixión como en otras representaciones, él ya se siente acostumbrado al los  millares de personas que acostumbran visitar Iztapalapa en la Semana Santa.

“Hoy somos muy pocos los nazarenos que estamos participando. Ser un nazareno es seguir los mismos pasos que hizo Dios, que hizo Jesús, aquí en la tierra, sentir todo lo que él hizo. Cuando cargo mi cruz siempre voy orando, voy pidiendo por la misión que tengo que encomendarme”, describe Miguel Ángel.

Aunque esté cubierto con su túnica, y desee fervientemente subir al cerro de la Estrella, Bautista no tiene permitido continuar su camino, lejos de estar molesto o inconforme con la situación, se queda al pié de la calle, junto al retén de policías de la Ciudad de México.

“Iztapalapa es un pueblo de fe, yo creo que le pediría a todos que tengamos fe, esto va a pasar primero Dios, y estemos juntos en esto”, puntualiza el también comerciante.

El acceso hasta el punto de las tres cruces, es solo para medios de comunicación y uniformados policiales, el valle que estaría tapizado por cientos de creyentes, ahora luce vacío por completo, a la lejanía desde una casa las melodías de José José, apenas acompañan a este día de duelo internacional.

Son casi las tres de la tarde, la hora cúspide para que suceda la muerte de Jesús, y el campo de las cruces de representación es custodiado por la policía montada, a los pocos ciudadanos que llegan al lugar, les piden desalojar el área.

En la esquina de Cuitláhuac y Camino al cerro de La Estrella, en una Michoacana, algunas personas ven por televisión el viacrucis hecho a puerta cerrada en vivo por la iglesia de Iztapalapa, a falta de la representación que usualmente esperaban que sucediera en su colonia, desde 1843, mientras que el escenario del Gólgota permanece en silencio sepulcral, con el sol a plenitud y el viento en calma absoluta.

Lee: Mauricio Luna, un Cristo sin viacrucis en Iztapalapa

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