La marcha va en sentido contrario. Para el otro lado. En Zacatecas la marcha va al revés. Ya no suena como era antes y Codina, el autor de la tradicional melodía distintiva de esta tierra, ya no querría quemar sus cuetes.
Los taxistas muchas veces son el termómetro de las ciudades. Ellos se enteran de todo lo que pasa. Al recorrer diariamente los caminos encuentran historias, algunas reales; otras no tanto.
Rómulo es taxista en Zacatecas desde hace 17 años. Para él, la ciudad colonial de callejones, ventanas de fierro y puertas con aldabas ya no es igual. “Ahora es pura pantalla, como el gobernador, que nomás está carita. Las cosas están muy difíciles, el narcotráfico está muy pesado. Si alguien nos pide servicio por la noche, muchos ya no lo damos, menos si es a uno de los municipios cercanos como Jeréz o Fresnillo”.
Y es que al recorrer las calles del centro, sobre el empedrado clásico de las calles, es común ver modernas camionetas doble cabina con la Policía Turística. Y ese nuevo concepto no está nada claro. ¿La policía solo detiene turistas? ¿Los turistas son delincuentes? ¿La policía tiene funciones de guías por museos y monumentos históricos?
Tras este extraño cuerpo de control de los visitantes, pasa la policía federal con encapuchados y armas largas; en éstas la caja sirve de soporte para fusiles de asalto.
Y no es que la presencia de los policías en sus continuos rondines provoque seguridad. Al contrario, da la sensación de que las manecillas del cronómetro suenan incesantes anticipando una desgracia.
Apenas el martes pasado hubo narcomantas en Fresnillo y un muerto tirado en la calle en Zacatecas. Todos hablan de la fuerte presencia del narcotráfico con resignación.
Mientras tanto, el gobernador Miguel Alonso Reyes presenta libros de arte y cultura que se nota que no ha leído. Entrega certificados de capacitación en Microsoft a sus empleados. Viste elegante y se deja lucir en ocasiones con estrellas de la televisión como Wendy Braga y muchas otras con algún político priista como el gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila.
“Este gobernador es la pura carita”, dice Rómulo.
El diputado José Rodríguez Elías disfruta las cervezas con su secretaria del Congreso local. No hay necesidad de regresar la cinta para verificar nuevamente las imágenes. Las imágenes ya van en reversa.
Los jóvenes periodistas aceptan con gallardía las limitaciones de su trabajo porque en los entretelones de sus jefes y las autoridades criticar es ir hacia adelante. Los fotoperiodistas exploran su lado artístico y se quejan de que el Festival de Cine de Zacatecas va en declive, que la Feria del Libro está por desaparecer.
Ríen cuando platican la anécdota del procurador Arturo Nahle, que explicó una estampida en la procesión del silencio en Semana Santa porque se oyó que había balacera. El tradicional rito se vio interrumpido por la psicosis colectiva.
El funcionario al día siguiente dijo que el pánico se desató luego de que uno de los que quedó callado marchaba como tradicionalmente lo hacen, se desequilibró, perdió el control de su vela y gritó “ahí va la cera, ahí va la cera”.
Para el encargado de impartir justicia es chiste. Una declaración más. Para los que lo platican es la muestra de en manos de quiénes está el rumbo del Estado.
Modernidad para pocos
A seis kilómetros del centro histórico que se disfruta a pie está la Ciudad de Gobierno, un complejo de edificios gubernamentales en color beige y vidrios de espejo que son oficinas para los burócratas. En la modernidad de ese espacio se olvida la sequía y los altos índices de pobreza de Zacatecas, uno de los Estados más pobres de México.
Más adelante, el edificio del PRD, partido que alguna vez logró hacer de Zacatecas un bastión político que ahora es territorio priista.
Un priismo que tiene sólo tres diputados de oposición en el Congreso.
Al pasar por ahí, Víctor, otro taxista veterano dice: “No, aquí sí estamos bien jodidos. Esto es lo que invierten los gobiernos, en edificios para ellos mismos, mientras en la calle los que le estamos chingando cada día estamos peor”.
Un culto a su rostro
Miguel Alonso Reyes tiene dos años como gobernador. Uno de sus primeros proyectos fue hacerse una casa a la medida. Dieciséis millones de pesos en el nuevo hogar para el representante popular. Pero no solo eso, ha hecho de su mandato una adoración a su cara.
En los camiones, en los taxis y en los panorámicos de la ciudad está su rostro. Muestra una discreta sonrisa y un peinado perfecto. En un puesto de tostadas, a dos cuadras del museo Rafael Coronel, también está su foto.
Para Zacatecas son días de feria. Ahí otra vez se encuentra la cara de Alonso Reyes, y en esas fotos la sonrisa aparece nuevamente. Más adelante está el Museo de la Tortura, y no, ahí no hay fotos del gobernador.
Y es que por alguna extraña razón Miguel Alonso Reyes les insiste a los zacatecanos que observen su sonrisa. Quizás porque él sí puede estar tranquilo. Las 24 horas tiene guaruras vigilando su casa de 16 millones de pesos.
El HAY Festival se hizo una sola vez en Zacatecas y en este año ya no volvió. El aquelarre literario-cultural es uno de los más exquisitos encuentros de los más brillantes exponentes de la literatura del mundo.
A la llegada del PRI hace dos años, la idea de tener a los escritores en boga empezó a desvanecer. Hoy ya es un hecho, la siguiente edición será en octubre y será en Xalapa.
“Ya valió madre todo eso. A este gobernador le gusta Belinda y María José”, se burla otro de los zacatecanos.