Quinientos cuarenta millones de pesos gastó Mario Marín Torres entre 2008 y 2010 para limpiar su nombre tras el escándalo que tuvo como principal protagonista a la periodista Lydia Cacho, quien fue encarcelada en diciembre de 2005 por órdenes del entonces gobernador de Puebla y a sugerencia del empresario Kamel Nacif Borge.
“Pues ya ayer le acabé de darle un pinche coscorrón a esta vieja cabrona. Le dije que aquí en Puebla se respeta la ley y no hay impunidad, y quien comete un delito se llama delincuente”, le confió vía telefónica Marín a Nacif en una conversación que sepultó a ambos personajes y llevó al ex gobernador a ser sujeto de escrutinio en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
La noche del pasado miércoles, el Gobierno de Puebla publicó en su portal de Internet los montos totales de la inversión que se hizo en difusión durante los últimos cuatro años.
Hay que decir que en enero pasado, el gobernador actual, Rafael Moreno Valle, redujo en 30 por ciento la partida para medios de comunicación. Los gastos autorizados para ese rubro serán inferiores a los 180 millones de pesos que Marín tenía como presupuesto anual, aunque siempre lo rebasaba. Ahora, para 2012, se fijó un tope de 126 millones de pesos.
En el desglose de gastos por empresas periodísticas, destacan decenas de personas físicas que no figuran ni como dueños, ni como directores, columnistas o reporteros de la prensa poblana. Son auténticos desconocidos, algunos de los cuales cobraron cifras estratosféricas durante la gestión de Marín.
Llaman la atención los casi 72 millones de pesos que recibió entre 2008 y 2010 la empresa Publicidad y Radio de Puebla, propiedad de los señores Hanán.
También la erogación de 40 millones 201 mil pesos que benefició a María Diana Mejía Pérez, quien no aparece ligada a ningún medio en Puebla.
Dicha cantidad fue pagada en tres entregas: 7 millones 670 mil pesos en 2008, 17 millones 191 mil en 2009 y 15 millones 340 mil en 2010.
Estos pagos son superados por los que se hicieron al diario Intolerancia (70 millones 389 mil pesos), pero están por arriba de los 34 millones que se embolsó el polémico Ricardo Henaine, dueño de El Heraldo y del club de futbol Puebla, uno de los empresarios consentidos del marinismo.
Otro probable prestanombres es Raúl García Aguilera, quien en solo dos años cobró 23 millones 218 mil pesos. Fue apenas superado por las dos empresas del periodista Rodolfo Ruiz Rodríguez, quien percibió 23 millones 585 mil pesos, y por Grupo Editorial Status, que recibió un total de 23 millones 898 mil pesos.
Entre los probables prestanombres surge todo un club de millonarios. El desconocido Josué Avelar Márquez recibió del gobierno de Marín Torres casi 18 millones de pesos en dos años. En ese mismo periodo, Claudia Margarita García García cobró cerca de 19 millones.
Las cifras marean: José Joel Sánchez Téllez (2008-2009), 15 millones 321 mil; Armando Gutiérrez Guzmán (2009-2010), 7 millones 57 mil; Ofelia Gutiérrez Guzmán (2009-2010), 13 millones 796 mil. Entre los dos Gutiérrez Guzmán suman casi 21 millones de pesos.
Y sigue la mata dando: Miguel Ángel Madrid Silva (2009-2010), 14 millones 755 mil pesos; Orlando Nolasco Gallegos (2008-2009), 13 millones 233 mil; María de Lourdes García Rosas (2008-2009), 13 millones 754 mil; Orlando Ossmar Prosperi Mejía (2008), 5 millones 297 mil; Juan Carlos Carbarín Santos (2008-2009), 4 millones 548 mil; María Teresa Hernández Ávalos (2009), 3 millones 419 mil, y Jesús Durango Flores (2008), 3 millones 701 mil pesos.
Por fin, en la lista aparece un conocido: Sergio Reguero Placeres, titular de Tránsito, ex presidente del organismo estatal electoral y director del periódico Puebla Sin Fronteras. A diferencia de los desconocidos, cobró apenas 6 millones 213 mil pesos.
Un Benito Juárez de Puebla
Antes de que estallara el escándalo Marín-Cacho, el huésped de la Casa Puebla tenía una sola preo-cupación: posicionarse al interior del PRI como una opción real rumbo al 2012.
De origen humilde, Marín empezó a promoverse como el “Benito Juárez poblano”. Hasta Manlio Fabio Beltrones lo llamaba así.
Todo marchaba sobre ruedas. Su triunfo en 2004 había sido abrumador, y su capital político iba al alza. Era popular y muy bien visto por los poblanos. Y es que todos lo consideraban un claro ejemplo de la cultura del esfuerzo.
Todos conocían su historia. De niño boleaba zapatos, vendía periódicos y creció en un orfanatorio para pobres en Tlaxcala. Más tarde fue el estudiante humilde en la preparatoria. Ya en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, en la Facultad de Derecho, trabó las relaciones necesarias para trabajar y estudiar.
Esa historia de ilusiones perdidas le abrió puertas importantes. Tocó en todas, y todas se abrieron. Su carrera fue tan vertiginosa, que en poco tiempo ya despachaba en la Secretaría de Gobernación. Ahí aprendió a ser un plomero del sistema y a espiar a sus enemigos.
Cosas de la vida. La grabación de una charla telefónica con Kamel Nacif lo hundió políticamente y lo convirtió en la mofa nacional. “Góber Precioso”, así lo bautizaron en alusión a lo que habló con Nacif cuando urdieron la trama para darle sus “coscorrones” a esa “pinche vieja” (Lydia Cacho).
Desde entonces, el mundo se le vino encima. Se encapsuló en Casa Puebla –la residencia oficial del gobernador– y cerró los ojos ante la realidad. Gastó millones de pesos en comprar voluntades y periodistas. Hizo convenios millonarios. Se fue a vivir a otro cosmos.
Con la prensa oficial a su favor, planeó la salida de su crisis. Y llegó a una feliz solución: su voz, la que se escuchaba en la charla con Kamel Nacif, era su voz, pero no era su voz. Para eso contrató al profesor californiano Howard E. Mattern, dueño de la empresa Mattern’s Video Productions.
El profesor le dijo lo que quería escuchar: que la grabación había sido trucada con el fin de convertirlo en el villano de la historia.
Inició entonces un carrusel de medios y ofreció las más diversas entrevistas –la mayoría sumamente cómodas– a periodistas locales y nacionales en aras de convencerlos de que el peritaje de Mr. Mattern lo dejaba a salvo de cualquier suspicacia.
Pero todo cayó por su propio peso.
O como diría el clásico, “lo que puede empeorar, empeora”.
Y es que en esos días, en el diario Excélsior, Mattern reventó la onerosa campaña de publicidad para blanquear la imagen de Mario Marín al dejarle en claro a la reportera Ana Francisca Vega que “el diálogo que se conoció públicamente está hecho de fragmentos de una plática más larga y presenta algunos cortes”. Sin embargo, dijo también que “la grabación tiene un mismo origen y que no hay evidencias de que se hayan insertado palabras”.
Atrás quedó la versión de Marín en el sentido de que Mattern aseguraba en su dictamen que a dicha conversación le habían insertado frases enteras y hasta expresiones con acento costeño.
La nota de Excélsior no dejaba lugar a dudas:
“Howard E. Mattern dijo que no tiene idea de quiénes son Marín y Nacif, y que sólo halló evidencias de dos voces. Localizado telefónicamente en California, Estados Unidos, Mattern explicó que el ruido de fondo es consistente a lo largo de la grabación, lo que significa que no pudo haber sido editada con material de otro origen”.
Estas declaraciones se dieron justo cuando Marín inició su defensa en los medios locales con la difusión de spots en los que expuso su “verdad”.
En dichos promocionales aparecía el gobernador presentando a Mattern, quien hablaba de los cortes en la grabación, afirmación que Marín utilizó para reiterar que la conversación había sido trucada.
Solamente la prensa afín le compró la versión.
Eso sí, a punta de cañonazos millonarios.
¿Y los 200 millones?
Lo que cobraron 14 desconocidos o probables prestanombres en el rubro de “difusión de actividades del Gobierno del Estado” durante los últimos tres años de Mario Marín, suma 200 millones de pesos.
Tres veces más de lo que gastó en 2011 la administración de Rafael Moreno Valle en Televisa: 61 millones 683 mil pesos.