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La primera misión de José Antonio Meade Kuribreña no será vencer a los adversarios de los otros partidos políticos en la elección del 2018; su primera cruzada es realizar una operación cicatriz al interior del PRI, partido que lo lanzará como su candidato ciudadano.
Su registro como candidato del priismo a la Presidencia de la República ocurrirá este domingo, pero antes tendrá que emprender una negociación hacia el interior del PRI, con sectores y actores del tricolor, para amarrar la unidad en torno a su candidatura.
Meade es ya un candidato histórico dentro del PRI: es la primera vez que el tricolor postula a un ciudadano no afiliado como su abanderado presidencial; su condición apartidista le da al exsecretario de Hacienda una ambivalencia.
Por un lado, tendrá una mayor legitimidad como candidato ante la crisis que atraviesan los gobiernos y todos los partidos políticos por los cuestionamientos sobre corrupción y poca representatividad.
Sin embargo, por otro lado, significa que debe ganarse un lugar en el corazón de los priistas para competir a nombre del tricolor que, hasta hace unos meses, pedía al menos una militancia de 10 años y una carrera ascendente en el partido y en la administración pública para siquiera ser considerado como posible candidato.
Esta operación cicatriz comenzó ayer mismo. Minutos después de renunciar a la Secretaría de Hacienda, los sectores del PRI se reunían para expresar su apoyo a quien será su candidato.
Como en los viejos tiempos, la CTM, la CNC y la CNOP armaron eventos donde los priistas corearon porras y vivas al presidenciable.
Mientras se desarrollen los tiempos de precampaña y recorra el país para darse a conocer y conquistar apoyos dentro y fuera del priismo, José Antonio Meade tendrá que llevar a cabo una operación política para lograr el respaldo de priistas como Miguel Ángel Osorio Chong o Manlio Fabio Beltrones, que se oponían a su candidatura.
El proceso de negociación interna para José Antonio Meade será complicado porque no es militante activo del PRI; pero es precisamente ese perfil el que lo pone en condiciones de competir con otros adversarios, como Andrés Manuel López Obrador, de Morena; o Ricardo Anaya, del PAN.
Con Meade como candidato, los partidos del Frente Ciudadano por México tendrán un reto mayúsculo para conservar su fuerza electoral, pues miles de votos del blanquiazul podrían irse con el exsecretario, quien no sólo encarna muchos de los ideales del panismo, sino ha trabajado con ellos durante años.
Operación cicatriz
La candidatura de José Antonio Meade abre una puerta para que el PRI remonte en las preferencias electorales y deje el tercer lugar en que las casas encuestadoras lo han ubicado, pero pone en riesgo la unidad del priismo nacional.
Por eso es que el primer reto de Meade será convencer a todos los grupos del PRI para cerrar filas en torno a su candidatura.
Lejos quedaron aquellos tiempos en que los priistas se alineaban en torno a las decisiones del presidente del partido o, aún más, a las del presidente de la República. Hoy día, dentro del PRI, existen corrientes que pueden no estar satisfechas con la decisión de que el exsecretario de Hacienda sea su abanderado.
Ayer mismo, minutos después de que se diera a conocer la renuncia de Meade a la SHCP, los otros priistas que buscaban ser considerados para tener la candidatura presidencial hicieron público su apoyo al que será abanderado del tricolor.
“Felicito y le deseo éxito a @JoseAMeadeK, quien ha decidido buscar la postulación del @PRI_Nacional como candidato presidencial”, escribió en Twitter Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación.
“Todo mi respaldo a mi amigo @JoseAMeadeK, gran mexicano y funcionario ejemplar. Bajo su liderazgo nuestro país seguirá avanzando en la transformación que necesita para que el siglo XXI sea el gran siglo de México”, tuiteó Aurelio Nuño, secretario de Educación Pública.
“Toda mi solidaridad, compromiso y deseos de éxito para mi amigo el Dr. @JoseAMeadeK en la tarea que inicia. Cuenta con mi apoyo total”, expresó José Narro, secretario de Salud.
Sin embargo, el verdadero reto para su operación cicatriz estará con otros grupos de poder dentro del tricolor que tienen peso dentro de la estructura partidista.
Por un lado está el grupo de Manlio Fabio Beltrones, exdirigente del tricolor, quien hace unos meses expresó sus dudas sobre Meade, sin mencionarlo.
“Si algo le puede hacer daño al PRI es desdoblarse a la derecha, como le sucedió al PRD (…) El PRI está obligado históricamente a desdoblarse hacia la izquierda, como un partido progresista, no un grupo conservador. De ahí la importancia de la postulación de un candidato. Si el candidato que resuelva el PRI es de carácter conservador, no laico y gira a la derecha, el PRI perderá su esencia”, lanzó Beltrones en una entrevista con el diario El País, publicada en agosto pasado.
Ayer, mientras decenas de priistas publicaron sus felicitaciones para Meade en redes sociales, Manlio Fabio Beltrones guardó silencio; ni una sola palabra fue escrita para felicitar al seguro candidato del tricolor.
Otro grupo con el que Meade tendrá que limar asperezas será con el de Ivonne Ortega, la exgobernadora de Yucatán que ha dicho públicamente buscará ser la candidata del PRI a la Presidencia de la República.
Ortega ha presionado al partido para que la elección de su abanderado presidencial sea por voto abierto, lo que fue rechazado en la pasada Asamblea Nacional del tricolor, lo que la ha llevado a acusar que es la cúpula del PRI la que ha olvidado tomar en cuenta a los militantes.
Hasta el cierre de esta edición, Ivonne Ortega tampoco había publicado mensaje alguno en sus redes sociales para felicitar a Meade; en días pasados, aseguró que estudiaría la convocatoria para decidir si buscaría el registro como precandidata del tricolor.
La operación política de Meade y quienes lo impulsan en el PRI tendrá que concretarse en los próximos días y deberá afianzarse en las próximas semanas.
Dentro del tricolor saben que avanzar en el proceso electoral con un partido dividido puede significar una desventaja que, en el peor de los casos, significaría la derrota en las urnas.
Tuits a favor
Tuits en contra
El presagio cumplido
José Antonio Meade dejó ayer la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) en medio de elogios del presidente Enrique Peña Nieto, quien aplaudió y agradeció su labor al frente de las tres secretarías que ha dirigido en este sexenio.
Se cumplió así con los pronósticos de un destape anunciado. Desde que el PRI eliminó el candado de que los aspirantes a la candidatura debían tener una militancia activa de al menos 10 años y abrió la posibilidad de que un simpatizante pudiera acceder a esa posición, el nombre de Meade comenzó a figurar entre los presidenciables del tricolor.
Las razones eran evidentes: ante los cuestionamientos hechos al gobierno y a la clase política en general por los escándalos de corrupción, el empeoramiento de las condiciones de seguridad y la falta de credibilidad y confianza, era necesario buscar un perfil apartidista que tuviera la menor cantidad de negativos.
José Antonio Meade se presentó entonces como la mejor opción para el PRI. Un servidor público con una trayectoria de 26 años dentro de la Administración pública federal, donde ha ocupado diferentes cargos en gobiernos tanto del PRI como del PAN.
Su carrera comenzó en 1991 como analista de planeación en la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas; de ahí ocupó otros cargos, como director de planeación financiera de la CONSAR, de 1997 a 1999.
En el primer gobierno panista, con Vicente Fox, Meade fue director de Banca y Ahorro de la SHCP, entre el 2000 y el 2002; director de Banrural –que cambió su nombre a Financiera Rural-, del 2002 al 2006.
En la administración del panista Felipe Calderón fue coordinador de asesores del entonces secretario de Hacienda, Agustín Carstens; en enero del 2008 se convirtió en subsecretario de Ingresos de la SHCP y después en subsecretario de Hacienda.
En enero del 2011 fue nombrado secretario de Energía, cargo en el que apenas duró 8 meses, pues en septiembre de ese mismo año se convirtió en secretario de Hacienda, cargo que concluyó al terminar el sexenio.
Con el inicio del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, José Antonio Meade fue nombrado secretario de Relaciones Exteriores; permaneció como canciller mexicano de diciembre del 2012 a agosto del 2015. Fue el único funcionario de primer nivel que permaneció en el Gobierno federal entre uno y otro sexenio.
En agosto del 2015 fue nombrado secretario de Desarrollo Social, en sustitución de Rosario Robles. Ahí permaneció hasta septiembre del 2016, cuando fue enviado nuevamente como titular de la Secretaría de Hacienda, cargo que ostentó hasta la mañana de ayer.
Su trabajo y cercanía tanto con el PRI como con el PAN es otra de las ventajas de Meade en su construcción como candidato presidencial.
Al contar con simpatías en ambos partidos, se abre la puerta para que un sector del blanquiazul decida apoyar a Meade si el candidato que lance su partido –por sí o a través del Frente Ciudadano por México- no convence a los panistas, que atraviesan un conflicto interno por la intención de Ricardo Anaya de dirigir al partido y ser su abanderado.
Uno de los sectores del PAN que podría sumarse de facto a la candidatura de Meade sería el de los calderonistas, que hoy son considerados los “rebeldes del PAN” y con quienes el exsecretario trabajó durante todo el anterior sexenio.
Meade: apagar el fuego
Si algo ha caracterizado la labor de José Antonio Meade en el actual gobierno ha sido su habilidad para resolver conflictos y remontar situaciones difíciles que pusieron al Gobierno federal al borde de una crisis.
Esto se acentuó en el último año, cuando entró al relevo de Luis Videgaray en la Secretaría de Hacienda tras la gestión que este hizo para que el todavía candidato republicano Donald Trump visitara el país.
Apenas una semana después de que Trump visitara el país, el 31 de agosto del 2016, Videgaray dejaría la SHCP en medio de un linchamiento público por haber operado dicha visita.
Meade entró al relevo en Hacienda unas horas antes de que el Gobierno federal entregara el Paquete Económico del 2017 al Congreso de la Unión; recibió la administración del dinero del Gobierno federal con indicadores económicos que preocupaban no solo a las autoridades, sino a las agencias calificadoras.
En noviembre del 2016, José Antonio Meade tuvo que hacer frente a la peor devaluación del sexenio: con el triunfo de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos, el tipo de cambio superó los 20 pesos por dólar. Con el paso de los meses, el tipo de cambio se ha estabilizado entre los 18 y los 19 pesos.
En enero pasado, apenas a cuatro meses de haber tomado el cargo, Meade se enfrentó a una de las peores crisis sociales del país: las protestas por el aumento en los precios de los combustibles.
El aumento de más del 20 por ciento en el precio de la gasolina y el diésel encendió los ánimos sociales y durante varios días se enfrentaron protestas que incluso llegaron a la violencia, con saqueos en algunas partes del país.
Meade enfrentó la situación defendiendo la posición del gobierno en los medios de comunicación; dos semanas después, el precio de la gasolina ya no era el tema de mayor importancia en el país.
Durante los 14 meses que Meade estuvo al frente de la SHCP por segunda vez, logró cambiar la perspectiva de las calificadoras internacionales, lo que dio certeza a los mercados y que provocó incluso que tras darse a conocer su intención de ser candidato a la Presidencia de la República el precio del dólar bajara más de lo que lo había hecho en casi dos meses.
El carácter estabilizador del exfuncionario es reconocido no solo dentro del PRI, sino también del PAN.
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