[kaltura-widget uiconfid=”38045831″ entryid=”0_wheimu6g” responsive=”true” hoveringControls=”true” width=”100%” height=”75%” /] Ellas nunca han salido en televisión, viajan en transporte público, tienen un trabajo para poder mantener a su familia, no utilizan Chanel, Dior ni ninguna marca de diseñador, su apellido no es Paltrow, Souza o Jolie; ni el de su agresor Weinstein. Son como tú madre, tu hermana, tu novia, incluso tú misma.
Este domingo el movimiento #MeToo y Time´s Up marcará la ceremonia de los premios Oscar con sus denuncias de acoso sexual y violencia contra las mujeres.
¿Pero qué ocurre cuando no eres una celebridad y eres víctima de agresión sexual?
A estas personas lo que las une es el dolor, la impotencia, la rabia y el asco de haber sido acosadas, hostigadas y que sus criminales gocen de impunidad.
Se tuvieron que tragar el coraje y no denunciar por miedo a represalias, para no perder su escuela, el trabajo o porque simplemente se podían volver a encontrar a su atacante y no sabían cómo reaccionaría.
Ellas son Alejandra, Berenice y Frida, pero como estas mujeres hay miles de víctimas más de la violencia que están fuera de los reflectores.
En México se vive una grave situación de violencia en contra de las mujeres.
Según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares publicada por el INEGI en 2016,el 66 por ciento de las mujeres mayores de 15 años en el país, es decir cerca de 30.7 millones, han vivido alguna forma de violencia en sus diferentes aspectos y en diversos lugares: en la escuela, el trabajo, en su comunidad, en sus relaciones de pareja e incluso en su familia.
El 34.3 por ciento de ellas han sufrido la violencia sexual en espacios públicos y comunitarios; el acoso es el más popular de estos.
El miedo, el terror al escarnio, al linchamiento social y a la revictimización provoca que las víctimas no denuncien.
En México el 88.4 por ciento de las mujeres que viven violencia deciden no tomar acciones ante las autoridades.
Los números de las denuncias penales también son bajos,el total de delitos no denunciados o que no derivaron en averiguación previa es del 93.6 por ciento, según el mismo estudio del INEGI.
De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Victimización y Percepción de Seguridad Pública del INEGI publicada en 2017, las principales causas por las que no se denuncia son que la consideran una pérdida de tiempo (33.1 por ciento) y la desconfianza en las autoridades (16.5 por ciento).
El acoso en el país va en aumento.Simplemente en la Ciudad de México, según cifras de la Procuraduría General de Justicia, las denuncias incrementaron en un 400 por ciento el 2017 con respecto al 2016.
Otro reflejo de este incremento son las llamadas de emergencia por acoso sexual que se hicieron al 911, las cuales aumentaron el año pasado casi en un 40 por ciento, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Estos números nos dan un panorama de la gravedad del asunto. En México ocurren 600 mil delitos sexuales por año, es decir, 345 casos por día de acuerdo con el estudio “Las otras víctimas invisibles” publicado por la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas.
Esto ha provocado que el país se posicione en el cuarto lugar por riesgo de violencia sexual contra las mujeres según una encuesta realizada por la fundación Thomson Reuters
Los números serían aún más altos si todas las víctimas hubieran denunciado.
Las víctimas de a pie
Alejandra, una ex estudiante de una universidad de prestigio de la que han salido varios líderes políticos del país, decidió no denunciar por miedo a perder sus oportunidades escolares y laborales.
“Durante la carrera, tuve la necesidad de trabajar para pagar mis estudios. Debido al horario laboral, de vez en cuando debía pedir permiso para ir a presentar exámenes o realizar alguna actividad académica.
Mi jefe aprovechaba estas situaciones para pedirme que le diera un beso, que le agarrara la mano, que me acercara más. Aunque nunca llegó a tocarme, sí me acorralaba y era un martirio psicológico”, recordó la hora profesionista.
“Tenía miedo al estigma social, al cuestionamiento automático que se hace a las víctimas. ‘Seguro está mintiendo’, ‘lo ha de estar chantajeando’, ‘seguro salía con él y ahora se quiere vengar”, recordó la víctima quien agregó que se sentía impotente y humillada. Su jefe cuando la veía molesta le ofrecía disculpas excusándose y diciendo que eran “bromas”.
“Al final, creo que estoy agradecida porque nunca pasó del chantaje, sé que hay quienes no corren con esa suerte”.
Berenice, una empleada del gobierno federal de Morelos no puede decir lo mismo, las burlas por ser víctima de un acosador la siguen persiguiendo en su nuevo trabajo.
Por un ascenso Berenice regresó a un viejo trabajo. Durante los primeros 15 días todo transcurrió con normalidad hasta que un excompañero regresó de vacaciones.
“Nos encontramos a la hora de la entrada, nos saludamos como siempre, y sin más me agarra las nalgas diciéndome ‘mamita estás bien rica’, yo me aparté y le dije que no se pasara de pendejo y que no me tocara; que nos llevemos bien no le da ese derecho, él se rió y se fue a su puesto”.
La historia se repitió una semana después, hasta que Berenice no pudo más y lo denunció con su jefe inmediato, ahí comenzó su calvario.
El agresor, lejos de reconocer que cometió un error, hablaba a las espaldas de su víctima acusándola de “puta”, “chillona” y “ardida”.
Berenice tuvo que cambiar de trabajo y el Órgano Interno de Control sigue sin fijar sanción al agresor.
La Doctora en Ciencias Políticas y Sociales de Acatlán, Raquel Ramírez Salgado, señaló en entrevista que desde que se promulgó la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia fue cuando los ataques en contra de las mujeres se comenzaron a clasificar y tipificar en el país diferenciando el acoso del hostigamiento.
Al realizar un conteo de los casos se reveló que el número de víctimas asciende a cerca de 40 mil mujeres y niñas asesinadas.
“Ambos son un abuso de poder, sin embargo, lo que diferencia al hostigamiento del acoso es que en el hostigamiento la víctima guarda una relación jerarquizada con su agresor (…) y el acoso sexual es un abuso de poder pero no hay una relación jerarquizada y además el hostigamiento laboral ocurre en el ámbito laboral docente y el acoso sexual puede pasar en el ámbito comunitario, en la calle o incluso en el ámbito familiar”, dijo la también feminista.
“No se puede asegurar puntualmente cómo surge la desigualdad entre las mujeres y los hombres pero se tuvieron que crear mecanismos ideológicos, sociales, culturales, económicos y políticos para justificar toda esa desigualdad y de ahí surgieron los roles de género y los estereotipos”.
Para la Doctora Ramírez Salgado, movimientos internacionales como el #MeToo sirven para que las mujeres se den cuenta que lo que están viviendo en sus día a día es violencia.
“Lo que evidencian iniciativas como #MeToo es que no importa que seas una mujer privilegiada desde el punto de vista económico si sigues viviendo violencia, esto nos demuestra que la violencia en contra de las mujeres es estructural, no son casos aislados. No estoy diciendo que la violencia que vive una mujer empobrecida sea la misma que vive una mujer privilegiada económicamente hablando, pero si hay una experiencia compartida por su condición de mujeres”, dijo la catedrática al respecto.
De las calles al Internet
La violencia y el acoso en contra de las mujeres por internet es un reflejo de lo que sucede en las calles y daña tanto como las agresiones físicas.
De acuerdo con la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones la violencia de género cometida en la red causa daño psicológico y emocional, refuerza los prejuicios, daña la reputación, causa pérdidas económicas, plantea barreras a la participación en la vía pública y puede conducir a formas de violencia sexual y física.
El INEGI definió el ciberacoso como una intromisión de naturaleza repetitiva en la vida íntima de una persona, utilizando para ellos medios electrónicos, fundamentalmente internet y teléfonos celulares.
Se presenta de forma encubierta porque las víctimas son atacadas a través de redes sociales o de las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) sin otro objetivo que infligir maltratos y denigraciones.
De acuerdo con la población encuestada se detectó que aproximadamente 9 millones de mujeres han vivido ciberacoso en México, siendo la edad más vulnerable de los 20 a 29 años, seguido por adolescentes y jóvenes de 12 a 19 años.
Este tipo violencia se presenta de distintas maneras por lo que un grupo de asociaciones civiles presentaron a finales del año pasado el informe “La violencia en línea contra las mujeres en México”, en el que tipificaron y clasificaron los tipos de violencia.
Suplantación y robo de la identidad, monitoreo y acecho, expresiones discriminatorias, acoso, amenazas, extorsión, desprestigio, abuso, explotación sexual y difusión de información personal o íntima sin consentimiento fueron algunos de los tipos de ataques identificados en el estudio.
En estos casos las víctimas tienen nombre y rostro pero hay otros en redes sociales donde su imagen es vulnerada y ellas ni siquiera se dan cuenta.
En Twitter la privacidad se pierde y el acoso arrecia. La red social se convierte en el paraíso de voyeuristas que difunden imágenes de mujeres en vía pública “cazadas” por ellos mismos.
Sin castigo ni sanciones esta red de cuentas voyeuristas operan en total impunidad sin distinguir la edad de sus víctimas.
“Siempre salgo con la esperanza de que el anzuelo atrape algo, pero ahora sí se pasó, que pinche mojarra pesqué”, publicó durante la noche de ayer la cuenta Voyeur Ecatepec, seguida por una serie de fotografías in fraganti de una mujer de mediana edad comprando pescado en un super mercado.
El dueño de la cuenta se describe como un “fotógrafo amateur de la belleza femenina”, reside en Ecatepec y el material es 100 por ciento de su autoría.
Como esta, hay muchas otras cuentas de fotografías sin consentimiento que vulneran la privacidad de las mujeres sin importar su edad.
La red social Twitter es muy clara en sus reglas y políticas “no puedes publicar ni compartir fotos o videos íntimos de otras personas que se hayan obtenido sin el consentimiento de esa persona”, sin embargo ocurre.
Las sanciones ante estas faltas son menores: la suspensión de la cuenta siempre y cuando se compruebe que el contenido multimedia de carácter íntimo se haya obtenido o distribuido sin el consentimiento de la persona retratada.
Para el abogado especialista en derecho digital, Adolfo Gómez Vives, estos casos pueden ser tipificados como delitos siempre y cuando la víctima denuncie.
Además, agregó que incluso podría haber un tema civil, ya que las imágenes de las personas pertenecen a ellas por el derecho a la propia imagen por lo que también se podría perseguir el delito por la vía civil.
El problema para él ocurre cuando la afectada denuncia y pide que se le repare el daño, ya que el juez podría mal interpretar que hay un interés económico de por medio, por lo que recomendó mejor seguir la vía penal.
Para el Doctor Rodolfo Romero Flores el problema se trata de daño moral, pero se agrava cuando las imágenes son de menores de edad.
“Puede haber daño moral también en internet. Pero si esas imágenes son pertenecientes a menores de edad estaríamos hablando de pornografía infantil”.
Mientras tanto, estas cuentas siguen operando en total impunidad hasta que son bloqueadas, pero en el ínter de que vuelvan a salir siguen buscando en supermercados, escuelas, calles y transporte público a nuevas víctimas que por lo general quedan en el anonimato.
En el transporte público viaja el acoso
Uno de los lugares donde las mujeres son más vulnerables al acoso es el transporte público, delito que no se persigue legalmente en todas las entidades.
El maestro José Guadalupe Luna Hernández, comisionado del Infoem señaló que el problema del acoso se agrava cuando en las legislaciones locales no está tipificado el delito como tal.
Un problema tan viejo como es el acoso solamente se persigue como tal en 16 entidades del país, Baja California Sur, Sinaloa, Nayarit, Jalisco Coahuila, Tamaulipas, San Luis Potosí, Guanajuato, Querétaro, Estado de México, Guerrero, Puebla, Veracruz, Campeche, Quintana Roo y la Ciudad de México y las penas máximas para los infractores son de 5 años de prisión en Coahuila y Guerrero y de 8 años si las víctimas son menores de edad.
“En el Distrito Federal si se encuentra tipificado el tema del acoso, sin embargo en las distintas legislaciones estatales no ha avanzado, hay problemas por no estar debidamente homologado, comenzaron a legislar al respecto por el problema del transporte público”
Fue en el transporte público dónde Frida sufrió su primer acoso. El lugar en donde vivo no está muy lejos de la CDMX, sin embargo siempre me he tenido que valer del transporte público para desplazarme, fue ahí en donde viví mi primer acoso sexual.
La joven oriunda del Estado de México recordó que ese día se sentó al lado del pasillo y tras cinco minutos de un viaje en paz subió al microbús un sujeto con chaqueta tipo cazadora que comenzó a frotarse contra ella.
“No supe cómo actuar, esperaba que alguna señora me ayudara, que mi compañero de asiento me cambiara el lugar, que el chofer se diera cuenta y lo hiciera bajar, pero nada de eso pasó, durante todo el trayecto no me atreví a levantar la mirada, sólo recuerdo haber visto el pene de ese tipo”.
Al llegar al paradero Frida se bajó al igual que todos y antes de entrar al Metro notó que su suéter nuevo estaba manchado de semen, pese al frío se lo quitó y lloró camino a la prepa mientras se culpaba por no haber hecho algo.
Los acosos en el transporte público siguieron a la par de su vida, fotos, insultos, repegones y lesiones físicas. Todavía retumban en su cabeza los gritos obscenos cuando pasa por el paradero, sólo que esta vez y después de varios años, recuerda y aplica los consejos de su madre “nadie debe de tocarte y si lo intentan haz un escándalo y denuncia”.
Es por eso que Amnistía Internacional calificó el acoso sexual en el transporte público como una vulneración de los derechos humanos de las mujeres.
La violencia contra la mujer dificulta o anula el disfrute de sus derechos humanos y libertades fundamentales y supone una violación de esos derechos y libertades”, publicó la asociación en la Plataforma de Acción de Beijing.