Mi General Naranjo
Conozco al general colombiano Óscar Naranjo desde hace tiempo.
Fue en el año 1999 con ocasión de una misión que realicé en Colombia con la fundación norteamericana Robert Kennedy para constatar la situación de los defensores de los derechos humanos, y apoyar sus reivindicaciones ante el aparente desamparo y persecución de los que estaban siendo objeto.
Baltasar GarzónConozco al general colombiano Óscar Naranjo desde hace tiempo.
Fue en el año 1999 con ocasión de una misión que realicé en Colombia con la fundación norteamericana Robert Kennedy para constatar la situación de los defensores de los derechos humanos, y apoyar sus reivindicaciones ante el aparente desamparo y persecución de los que estaban siendo objeto.
La entrevista con el general Rosso Serrano, director general de la policía y su jefe de inteligencia Oscar Naranjo, fue cordial y comprometida, en la que no se ocultaron las imputaciones y se aceptó el compromiso de elevar aquella protección.
No era desconocida la trayectoria de este último para mí, como la mía no lo era para él. En gran medida estábamos frente a frente quienes, desde el ámbito policial y el ámbito judicial, respectivamente, habíamos abierto las puertas a la cooperación jurídica internacional entre Colombia y España en la persecución del narcotráfico.
Desde aquel día hasta hoy, he seguido la trayectoria de este excepcional profesional de la policía, uno de los mejores que he conocido en el ámbito de la inteligencia, la acción operativa y la coordinación policial en el combate frente al crimen organizado.
En el último año, nuestra relación, por razones profesionales, se ha estrechado al estar trabajando yo en la Misión de Apoyo al Proceso de Paz de la OEA en Colombia.
Han sido reiteradas las conversaciones mantenidas para poner en común experiencias en el combate de la corrupción como instrumento del crimen organizado y las formas de abordar la extensión y la diversidad de las terminales de éste.
En cada una de esas ocasiones, siempre he aprendido algo nuevo de quien ha tenido que afrontar situaciones muy difíciles, con riesgo de su propia vida y la de los suyos hasta el día de hoy, y harto complejas en un país en el que la violencia ha sido invitada indeseada pero permanente, durante décadas.
El curriculum de mi General Naranjo, el de más alta graduación en Colombia, al retirarse, identifica no solo a un irreprochable funcionario, sino a alguien que siempre ha estado dispuesto a darlo todo por su país y a quien, –con una visión internacionalista tan infrecuente como necesaria para afrontar la lucha contra las formas de delincuencia organizada que tanto agreden a los ciudadanos y que llegan, a veces, a cuestionar la propia pervivencia del sistema democrático– ha contribuido decisivamente a elevar la eficacia de la acción institucional frente a aquella lacra.
La intransigencia de mi general Naranjo contra aquellos que confunden lo público con lo privado y especialmente frente a aquellos funcionarios que no son el espejo en el que los ciudadanos se pueden mirar y reconocer que el servicio público se cumple con honradez, ha sido paradigmática.
Eso refuerza su credibilidad ante la propia sociedad y ha otorgado legitimidad a su trabajo aún en las más difíciles circunstancias.
La defensa de la legalidad, ha sido otro de los valores que adornan su trayectoria. Esa posición, le ha traído consecuencias a veces muy dolorosas cuando los “capos” de los carteles del narcotráfico han querido acabar con él, con su credibilidad y su honradez, sin conseguirlo.
Hay un episodio que desvela el carácter de este profesional.
Hace tiempo, cuando estaba en grados menores, como oficial, alguien en la calle, con ocasión de una detención, pretendió sobornarlo con doscientos mil pesos; la respuesta fue ponerle el revolver en la boca, al estilo “Sérpico” y advertirle que lo detendría.
La cuestión se zanjó cuando el supuesto delincuente le confesó que era un agente de contrainteligencia que estaba poniéndolo a prueba. Realmente, supero la prueba, quizás con demasiado énfasis.
Su contribución a la seguridad de los/as colombianos/as, haciendo frente, desde la legalidad, al narcotráfico, el terrorismo, la guerrilla y la delincuencia en general, ha marcado toda una época y ha contribuido decisivamente a que Colombia sea hoy día un país más seguro y que está ganando la partida al crimen.
Desde luego, éste no ha desaparecido, pero ya no es el “dueño” de las conciencias de los ciudadanos/as, ni de las calles, ni de las Instituciones.
Hoy, Colombia, a pesar de la existencia de violencia armada, es un país mucho más seguro gracias a personas como el general Naranjo.
Hace unos meses, cuando me comunicó que se retiraba como director general de la Policía, me quedé impactado (uno piensa que hay personas que nunca se van a ir) como después se quedó toda la sociedad colombiana.
Habíamos hablado muchas veces de cómo combatir con técnicas nuevas la corrupción, cómo abordar las nuevas formas de criminalidad, cómo reforzar la coordinación, cómo atacar a las finanzas y financiación de las organizaciones criminales en el mundo y especialmente en Latinoamérica, con una atención particular para México.
Ahora veo, con agrado y expectación, que en su decisión ha pesado mucho el desafío que supone, quizás el más grande y arriesgado de su vida, pero también el más necesario, unirse a tantos/as mexicanos/as que están combatiendo con denuedo para acabar con la situación de violencia que vive el país y a aquellos otros que, participando de la misma visión internacionalista, no podemos dejar solo a este país hermano cuando más nos necesita.
Siempre he defendido la necesidad de entender que la situación que vive México no es sólo local, porque en su generación, desarrollo y permanencia, tienen que ver también factores transnacionales, como transnacional es el fenómeno del crimen organizado.
Por eso no debe rechazarse a quienes pueden aportar su experiencia con humildad y deseo de contribuir a la erradicación de un mal que nos perjudica a todos/as.
Las aportaciones del general Naranjo, serán tan invaluables como su experiencia, pero deberán unirse a las que con sumo esfuerzo se están desarrollando día a día, en este gran país, corrigiendo en lo necesario las deviaciones que surjan y, de esta forma, con esfuerzos conjuntos y coordinados, a nivel federal, estatal e internacional, diseñar una estrategia integral frente al crimen organizado en la que se incluya la confrontación total contra la corrupción en el marco de la defensa de los derechos humanos y las garantías procesales necesarias.
Con ello estaremos contribuyendo a despejar el camino hacia la superación de una violencia absurda e inaceptable que un día golpeó a Colombia y hoy lo hace con México.
Bogotá, a 18 de junio de 2012.