Todo está listo para el anunciado miércoles de caos en el Distrito Federal y otros 21 estados del país. La llamada “insurgencia magisterial” inicia hoy y amenaza con extender sus protestas en perjuicio de la ciudadanía, mientras el gobierno se cruza de brazos.
Mucho enojo entre la ciudadanía: “Estoy hasta la madre. Esto no va a terminar hasta que maten a un maestro”, expresó Marisela enojada porque el microbús en el que viajaba por Insurgentes Norte bajó a todos los pasajeros a la altura de La Raza.
Con la consigna de “la lucha no ha terminado”, el magisterio disidente convocó a una magna manifestación para demostrar que, pese a que se aprobó la Ley del Servicio del Personal Docente, “la CNTE no está derrotada”.
Aunque la llamada “insurgencia magisterial” se llevará a cabo en 21 estados de la República, a la CNTE le ha quedado claro (al cabo de todos estos días de marcha y protestas) que el Distrito Federal es la zona neurálgica para poner en jaque a las autoridades.
La presión y la inconformidad social crece, pues al cabo de varias semanas las autoridades capitalinas no han hecho mucho por impedir bloqueos y las repercusiones personales: atrapados en el tráfico, falta de transporte, retrasos para llegar al trabajo, escuela y oficina.
Ayer otra vez la prioridad fue que los senadores pudieran llegar e ingresar a la Cámara Alta, localizada en avenida Reforma centro, para discutir y aprobar la Ley General del Personal Decente que les envió la Cámara de Diputados.
Por eso el Senado de la República amaneció blindado por elementos de la Policía Federal Preventiva que se encargó de encapsular el recinto.
Ayer, dos viejos mandos policiacos se volvieron a encontrar en la faena de lidiar con los maestros marchistas.
Del lado federal, Daría Chacón Montejo como subsecretario de Seguridad Pública coordinó el dispositivo para cerrar el paso a los inconformes y permitir el acceso a los senadores; de lado local, Luis Rosales Gamboa en las inmediaciones y resto de la ciudad.
¿Y los ciudadanos qué?
Pero aunque pareciera que las afectaciones se circunscribieron tan solo al Senado de la República, miles de capitalinos resultaron afectados pues el Sistema de Transporte Colectivo Metro decidió cerrar las estaciones Revolución, Hidalgo, Bellas Artes y Allende debido a la manifestación magisterial.
Miles optaron por caminar para llegar a sus fuentes de trabajo o escuelas.
La zona centro de la Ciudad de México fue otra vez afectada por los cortes intempestivos a la circulación. Al cabo de tantos días de marchas, la policía local no ha conseguido informar con antelación a los capitalinos para que eviten circular más allá de las zonas afectadas.
A través del servicio Orientador Vial, la Secretaría de Seguridad Púbica del Distrito Federal (SSPDF) emite recomendaciones casi al paso de los contingentes de los maestros, lo que resulta demasiado tarde para algunos automovilistas o usuarios del transporte público al quedar atrapados en el tráfico.
A pesar de que ayer la protesta se concentró en el Senado la afectación fue mayúscula pues se cerraron tramos vitales para el transporte en la capital, Reforma, Insurgentes, Circuito Interior, Antonio Caso, San Cosme.
No eran miles, más bien pocos y aún así se tomaron decisiones drásticas que paralizaron la ciudad.
Otro día de caos. Otro de llegar tarde a la cita, al trabajo, a la escuela. Otro de mentar madres a los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) pero también a los policías de Tránsito cuyos cierres parecen ilógicos, inexplicables.
Al mismo tiempo ocurría todo: Georgina, la directora de una escuela batallaba con al menos 50 niños que comenzaron a llegar al plantel para iniciar labores. Sin embargo estaba sola, pues sus educadoras no llegaron a tiempo por el cierre del Metro y la marcha de los maestros.
La escuela se encuentra en las inmediaciones de la embajada de Estados Unidos, en calles aledañas a Paseo de la Reforma que fue cerrado a la circulación por el bloqueo de los maestros en el Senado.
Aunque la distancia es mucha las afectaciones impactaron todas las escuelas cercanas a la avenida Reforma. El caos fue evidente. Parecía que los elementos de Tránsito improvisaban sin tener claro hacia dónde dirigir a los automovilistas.
Para llegar a esa escuela, Estela y su hija Paulina, esquivaron cierres viales y rodearon la zona por casi dos horas, cuando usualmente ocupan 15 minutos para llegar al plantel.
El reto era llegar, pero también esquivar a los cientos de automovilistas que hacían sus propias maniobras para llegar. Y a los miles de peatones que se bajaban del transporte público y corrían para avanzar más rápido con rumbo a sus centros de trabajo. Ríos de personas.
Un operativo policiaco no lo resuelve todo.
El de ayer, acaso, garantizó que los senadores llegaran a ocupar la curul e iniciar el debate de la reforma que en los últimos días ha puesto en jaque a los defeños y en la mira al jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera.
El pleito por la plancha del Zócalo
A la par del pleito que ocurre en las calles entre maestros, policías y ciudadanos, otra defensa se prepara en lo oscurito.
Desde hace cinco días se corrió el rumor de que el gobierno federal con el apoyo del Distrito Federal preparan un operativo policiaco para desalojar la Plaza de la Constitución ocupada por las carpas de los maestros desde mayo pasado.
A partir de esa versión, el grupo de anarquistas que protagonizaron los hechos violentos del pasado 1 de septiembre han convocado a reforzar el plantón del Zócalo. El objetivo: no permitir que el presidente Enrique Peña Nieto encabece la ceremonia del Grito de Independencia.
En ese pleito por el Zócalo y las calles de la Ciudad de México… la ciudadanía la paga.