Mitos de la Navidad
Nota del editor: Este artículo fue publicado anteriormente. Lo compartimos ahora con el fin de ofrecer contenidos útiles a nuestros lectores.
No importa en qué país del mundo se viva, o que religión se profese. El hecho es que en casi todo el mundo se celebra la Navidad.
Félix Arredondo
Nota del editor: Este artículo fue publicado anteriormente. Lo compartimos ahora con el fin de ofrecer contenidos útiles a nuestros lectores.
No importa en qué país del mundo se viva, o que religión se profese. El hecho es que en casi todo el mundo se celebra la Navidad.
En la última semana de diciembre la gente descansa. Se reúne con su familia. Festeja con los amigos. Y prevalece un ambiente de alegría y concordia.
Santa Clos vuelve a aparecer como cada año, como la figura más popular en las pantallas de televisión y en todos los anuncios comerciales.
Sin embargo, por increíble que parezca, muchos aún siendo católicos o cristianos, ignoran los detalles que dieron origen a esta celebración.
Y si lo saben, poco es lo que han reflexionado y analizado esta historia, que siendo más compleja de lo que le parecería a cualquiera, es la historia de uno de los acontecimientos más trascendentes para la humanidad.
Tan trascendente, que con el paso de los años, el nacimiento de Jesús se convirtió en un referente histórico mundial, independientemente de la fe que se profese.
Y es que hoy por hoy, el mundo tiene dos formas de llevar la cuenta de los años de la historia.
Una, es lo que sucedió a partir del nacimiento de Jesucristo y la otra, es todos lo que ha sucedido después de ocurrido este hecho histórico.
Por eso, al hablar del año en que nacimos, por ejemplo, no sólo hablamos de nuestra propia historia, sino también de manera implícita, hacemos una referencia, la mayoría de las veces de forma inconsciente, al cumpleaños de Jesús.
Sin embargo, y a pesar de la vigencia casi universal del calendario cristiano, en pleno siglo 21 el acontecimiento sigue planteando debates históricos y teológicos que van desde lo pofundo hasta lo intrascendente.
¿Nació Cristo en Belén o en Nazaret?
¿Realmente Jesús nació hace 2012 años?
¿Es cierto que el Papa Benedicto XVI desmintió que hubiese habido un buey y un asno en el pesebre?
¿Y qué con eso de “Gloria a Dios en los cielos y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad?
Las respuestas a estos cuestionamientos los ofrece el Papa Benedicto XVI en su ultimo el libro.
“La infancia de Jesús”, publicado en su versión de habla hispana por Editorial Planeta, el pasado mes de agosto, trata de responder a dos grandes cuestiones:
La primera, “¿qué quisieron decir los evangelistas Mateo y Lucas en su relato sobre el nacimiento y la infancia de Jesús? Tanto desde el punto de vista histórico como teológico.
Y la segunda:”¿es cierto lo que se ha dicho?”, “¿qué tiene que ver conmigo”, y en todo caso “¿de qué manera?”
Con motivo de la celebración de estas fiestas de Navidad de 2012, Reporte Indigo te ofrece entrar en este diálogo de reflexión “con los exégetas del pasado y del presente” acompañados por las reflexiones del Papa, quien en el 2012 se ganó el corazón de México.
¿En dónde nació Jesús?
Una de las primeras cuestiones que aborda el Papa en su libro “La infancia de Jesús” es el debate que algunos “acreditados representantes de la exégesis moderna” plantean sobre el lugar en donde nació Jesús de Nazaret.
¿Jesús nació en Belén como lo relatan los evangelistas Lucas y Mateo, o en Nazaret como lo señalan algunos de los intérpretes modernos de los evangelios?
Y es que como a Jesús sus contemporáneos le conocían como “Jesús el Nazareno”, no han faltado quienes 20 siglos después, basados en ese dicho, opinan que Jesús bien podría haber nacido en Nazaret y no en Belén, como relatan los evangelistas Lucas y Mateo.
La discusión pudiera parecer irrelevante desde un punto de vista histórico, si lo que se quiere es acreditar el hecho de que Jesús no es un mito, ni una leyenda, como sÍ lo han sido algunos “santos” que ya no están en el santoral de la Iglesia Católica.
Y es que hubiese sido Belén o Nazaret el lugar de nacimiento de Jesús, el hecho es que su existencia está probada históricamente.
Sin embargo, desde el punto de vista teológico, y bajo la perspectiva de la fe judeo-cristiana, la precisión del lugar del nacimiento no es una cuestión menor.
Y es que de acuerdo con el Antiguo Testamento, la profecía de Miqueas, sobre el lugar en donde habría de nacer el Mesías, señala a Belén como la ciudad elegida por Dios.
“Y tú, Belén de Efrata, pequeño para ser contado entre las familias de Judá, de ti me saldrá quien señoreará en Israel, cuyos orígenes vienen del comienzo, de los días de la eternidad. Los entregará hasta el tiempo en que la que ha de parir parirá, y el resto de sus hermanos volverá a los hijos de Israel”. Miqueas (5:2-3)
Al respecto, el Papa Benedicto XVI se ha pronunciado en su libro por confirmar y sustentar la tesis que Jesús nació en Belén, como lo señalan los evangelistas Lucas y Mateo.
Refiere que de acuerdo a los relatos evangélicos, única fuente a final de cuentas de lo sucedido, “el decreto de Augusto para registrar fiscalmente a todos los ciudadanos de la ecúmene (del mundo romano) lleva a José, junto con su esposa María, a Belén, a la ciudad de David, y sirve así para que se cumpla la promesa del profeta Miqueas, según la cual el Pastor de Israel habría de nacer en aquella ciudad (cf. 5, 1-3).”
“Sin saberlo, el emperador contribuye al cumplimiento de la promesa: la historia del Imperio romano y la historia de la salvación, iniciadas por Dios con Israel, se compenetran recíprocamente”, dice Benedicto XVI.
Sin rehuir al debate sobre el lugar del nacimiento de Jesús, el Papa comenta que:
“Acreditados representantes de la exégesis moderna opinan que la información de los dos evangelistas, Mateo y Lucas, según la cual Jesús nació en Belén, sería una afirmación teológica, no histórica. En realidad, Jesús habría nacido en Nazaret.
“Con los relatos del nacimiento de Jesús en Belén, la historia habría sido reelaborada teológicamente para hacerla concordar con las promesas, y poder indicar así a Jesús —fundándose en el lugar de su nacimiento— como el Pastor esperado de Israel (cf. Mi 5, 1-3; Mt 2,6)”.
Sin embargo, el Papa aporta su propia reflexión y sus argumentos para sostener por qué Jesús nació en Belen y no en Nazaret, como han opinado algunos.
“No veo cómo se puedan aducir verdaderas fuentes en apoyo de esta teoría. En efecto, sobre el nacimiento de Jesús no tenemos más fuentes que las narraciones de su infancia escritas por Mateo y Lucas.
“Los dos dependen evidentemente de representantes de tradiciones muy diferentes. Están influidos por visiones teológicas diversas, de la misma manera que difieren también en parte sus noticias históricas.”
“Está claro que Mateo no sabía que tanto José como María residían inicialmente en Nazaret. Por eso José, al volver de Egipto, quiere ir en un primer momento a Belén, y sólo la noticia de que en Judea reina un hijo de Herodes le induce a desviarse hacia Galilea.
“Para Lucas, en cambio, está claro desde el principio que la Sagrada Familia retornó a Nazaret tras los acontecimientos del nacimiento.
“Las dos diferentes líneas de tradición concuerdan en que el lugar del nacimiento de Jesús fue Belén. Si nos atenemos a las fuentes y no nos dejamos llevar por conjeturas personales, queda claro que Jesús nació en Belén y creció en Nazaret”, dice el Papa.
No vivimos en el 2012, sino en el 2018
Otra de las cuestiones que por siglos ha estado en el debate acerca del nacimiento de Cristo es la fecha en que ocurrió el hecho.
Sin embargo, aunque para el Papa esta es una cuestión ya superada, no deja de comentarla en su libro.
“Jesús ha nacido en una época que se puede determinar con precisión”, dice el Papa.
“Al comienzo de la actividad pública de Jesús, Lucas ofrece una vez más una datación detallada y cuidadosa de aquel momento histórico: es el decimoquinto año del imperio de Tiberio.
“Se menciona además al gobernador romano de aquel año y a los tetrarcas de Galilea, Iturea y Traconítide, así como también al de Abilene, y luego a los jefes de los sacerdotes (cf. Lc 3,1s).
“Jesús no ha nacido y comparecido en público en un tiempo indeterminado, en la intemporalidad del mito.
“Él pertenece a un tiempo que se puede determinar con precisión y a un entorno geográfico indicado con exactitud: lo universal y lo concreto se tocan recíprocamente”.
No obstante, el Pontífice no deja de reconocer que en la determinación de la fecha del nacimiento de Cristo existe un error.
Y es que Jesús no nació hace 2012 años, como casi todo mundo cree. Jesús nació cuatro años o hasta seis antes de lo que se dice.
De tal suerte que podríamos estar viviendo en el año 2018.
“El comienzo de nuestro cómputo del tiempo —la fijación del nacimiento de Jesús— se remonta al monje Dionysius Exiguus († ca. 550), que evidentemente se equivocó de algunos años en sus cálculos. La fecha histórica del nacimiento de Jesús se ha de fijar por tanto algunos años antes”, señala el Papa.
Y sí. El monje rumano Diosinio “El Pequeño”, a quien los historiadores señalan como el autor de nuestro calendario, se equivocó al determinar el año en que nació Jesús basado en los Evangelios.
Partiendo de los datos aportados por los evangelistas Lucas y Mateo, no había duda de que Jesús había nacido durante el reinado de Herodes, a quien el monje supuso muerto en el año 753 del calendario juliano.
Calendario decretado por el emperador Julio Cesar para contar los años transcurridos desde el nacimiento de Roma.
Sin embargo, después se supo que Herodes murió realmente en el año 750, por lo que si había ordenado la matanza de los niños inocentes dos años antes de su muerte, habría que concluir que fue en el año 748 cuando nació Jesús.
Por lo tanto, podría haber una diferencia de cuatro a seis años por este motivo.
No obstante, el calendario basado en los cálculos de Dionisio en el que se contaba los años a partir del nacimiento de Jesús, no empezó a ser adoptado por otros sino hasta casi un siglo después – en el siglo VII- gracias a otro monje.
Esta vez un benedictino inglés llamado Beda “El Venerable”, quien consideró que el calendario de Dionisio era una estimación confiable.
Con todo, el calendario Juliano siguió vigente hasta el año 1582 cuando el Papa Gregorio XIII ordenó su sustitución mediante la bula pontificia “inter gravissimas”.
Con el paso de los siguientes siglos, el calendario gregoriano se fue adoptando en casi todos los países del mundo, hasta que en el siglo 20 fue reconocido por la ONU como el calendario del mundo.
‘El desmentido’ en el pesebre
Una de las cuestiones que más llamó la atención del libro del Papa, y provocó un relativo escándalo, fue la afirmación de que el Evangelio no habla de la presencia de animales en el lugar en donde nació Jesús.
Esto fue magnificado como el “gran desmentido” del Papa respecto de la tradición de montar el nacimiento con la presencia de un buey y un asno junto al pesebre. Sin embargo, la intención del Papa era explicar el por qué, dentro de la representación tradicional del nacimiento, se incluían precisamente a esos dos animales. Al respecto, escribió:
“En el Evangelio no se habla en este caso de animales. Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías 1,3: El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende. También tuvo un cierto influjo la versión griega de Habacuc 3,2: En medio de dos seres vivientes… serás conocido; cuando haya llegado el tiempo aparecerás (p. 52)
“Con los dos seres vivientes se da a entender claramente a los dos querubines sobre la cubierta del Arca de la Alianza que, según el Éxodo 25,18-20, indican y esconden a la vez la misteriosa presencia de Dios.
“Así, el pesebre sería de algún modo el Arca de la Alianza, en la que Dios, misteriosamente custodiado, está entre los hombres, y ante la cual ha llegado la hora del conocimiento de Dios. En el pesebre aparecen los dos animales como una representación de la humanidad, que en la pobreza de este nacimiento recibe la epifanía, que ahora enseña a todos a ver. La iconografía cristiana ha captado este motivo. Ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno”, concluye el Papa, quien está muy lejos de condenar esta estampa.
¿Gloria a Dios en el cielo?
Sin lugar a dudas, un debate mucho más profundo para los católicos que el de la presencia del buey y el asno en el pesebre, reside en la traducción que hasta ahora se ha dado al anuncio hecho por el ángel la noche del nacimiento.
“El texto latino que nos es familiar se traducía hasta hace poco de la siguiente manera: “Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”, señala el Papa, pero advierte que la afirmación entraña una contradicción teológica.
Y es que ¿cómo dar gloria a lo que ya de por si es glorioso?
“Esta traducción es rechazada por los exégetas modernos, con buenas razones, en cuanto unilateralmente moralizante”, afirma Benedicto XVI.
“La «gloria de Dios» no es algo que los hombres puedan suscitar (‘sea dada gloria a Dios’). La gloria de Dios ya existe, Dios es glorioso, y esto es verdaderamente un motivo de alegría: existe la verdad, existe el bien, existe la belleza. Estas realidades existen, en Dios, de modo indestructible.
“Por lo tanto, los católicos debieran desechar la creencia de que el Ángel, la noche del nacimiento de Cristo, proclamó la “gloria de Dios en el cielo”.
¿De buena voluntad?
El Papa va más allá cuando hace referencia a la segunda parte del mensaje del ángel.
Y es que la expresión “Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad” tampoco corresponde a una traducción adecuada de los Evangelios. El Papa reflexiona al respecto:
“Lo que hasta hace poco se traducía como ‘hombres de buena voluntad’, ahora se expresa de esta manera en la traducción de la Conferencia Episcopal Alemana: ‘Menschen seiner Gnade’, hombres de su gracia.
“En la traducción de la Conferencia Episcopal Italiana se habla de ‘uomini che egli ama’, hombres que él ama.
“Nos preguntamos entonces: ¿quiénes son los hombres que Dios ama? ¿Hay también algunos a los que tal vez no ama? ¿Acaso no ama a todos como criaturas suyas? También puede hacerse una pregunta similar respecto a la traducción alemana. ¿Quiénes son los hombres de su gracia? ¿Hay personas que no son de su gracia? La traducción literal del texto original griego suena así: ‘paz a los hombres de (su) complacencia’.
“También aquí queda naturalmente pendiente la pregunta: ¿quiénes son los hombres en los que Dios se complace?, ¿y por qué?
“Pues bien, en el Nuevo Testamento encontramos una ayuda para comprender este problema. En la narración del bautismo de Jesús, Lucas nos dice que, mientras Jesús estaba orando, se abrieron los cielos y desde allí vino una voz que decía: ‘Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco’ (Lc 3,22). El hombre en que se complace es Jesús.
“Lo es porque vive totalmente orientado al Padre. Las personas de la complacencia son por tanto aquellas que tienen la actitud del Hijo, personas configuradas con Cristo”.
¿Predestinación o libertad?
En el problema de las traducciones, el anuncio del ángel vuelve a plantear el problema entre la gracia de Dios y la libertad humana.
“Se pueden dar dos posiciones extremas: en primer lugar, la idea de la absoluta exclusividad de la acción de Dios, de manera que todo depende de su predestinación.
“En el otro extremo, una postura moralizante, según la cual todo se decide mediante la buena voluntad del hombre. La traducción precedente, que hablaba de hombres ‘de buena voluntad’, podía ser malentendida en este sentido. La nueva traducción puede ser malinterpretada en el sentido opuesto, como si todo dependiera únicamente de la predestinación de Dios.”
“Según el testimonio de la Sagrada Escritura, ninguna de las dos posiciones extremas es correcta.
“Gracia y libertad se compenetran recíprocamente, y no podemos expresar la acción de una sobre la otra mediante fórmulas claras. Es verdad que no podríamos amar si antes no hubiésemos sido amados por Dios. La gracia de Dios siempre nos precede, nos abraza y nos sustenta.
“Pero es también verdad que el hombre está llamado a participar en este amor, y no es un simple instrumento de la omnipotencia de Dios, sin voluntad propia; puede amar en comunión con el amor de Dios, o también rechazar este amor. La traducción literal, ‘de la complacencia’ (o ‘de su complacencia’), respeta mejor este misterio, sin disolverlo unilateralmente.
“Por lo que se refiere a lo alto del cielo, aquí es obviamente determinante el verbo ‘es’: Dios es glorioso, es la Verdad indestructible, Existe, sin embargo, según los tres primeros mandamientos del decálogo, una tarea para nosotros: esforzarnos para que la gran gloria de Dios no sea enturbiada y malentendida en el mundo; para que se dé la gloria debida a su grandeza y a su santa voluntad”.
“La Infancia de Jesús”, de Joseph Ratzinger, es un libro altamente recomendado para los católicos interesados en conocer mejor la historia de su propia fe.