Morena, ¿el nuevo PRI?
El Movimiento de Regeneración Nacional tiene ante sí un gran reto: no repetir las viejas prácticas de los sexenios priistas y lograr una transformación palpable en el país, ya que existe el riesgo que de no cumplir reciba el castigo del electorado ante las altas expectativas
Laura IslasEn 4 años Morena logró lo que parecía imposible: ser el partido político más importante del país al ganar la Presidencia y al mismo tiempo también obtener la mayoría en el Congreso. El reto ahora es demostrar que efectivamente habrá una transformación positiva y que no se repetirán las viejas prácticas del priismo.
Con el 53.19 por ciento de la votación, según cifras del INE, Andrés Manuel López Obrador se impuso a sus adversarios Ricardo Anaya (22.2 por ciento) y José Antonio Meade (16.4 por ciento), por lo que el próximo 1 de diciembre tomará protesta como el próximo mandatario.
Además, con la promesa de un cambio de régimen, la ciudadanía le entregó al partido guinda la mayoría en ambas cámaras, una situación histórica.
En este contexto inaudito, el principal reto que enfrenta Morena es no convertirse en el partido que desplaza, aquel que más tiempo se ha mantenido en el poder y que actualmente está en descrédito, con múltiples acusaciones de corrupción y opacidad: el Revolucionario Institucional.
“Superar esas barreras, romper con esas barreras, son los grandes retos que tendrá que afrontar el nuevo gobierno, dicho de esa manera, la enorme votación, el enorme respaldo que tuvieron López Obrador y Morena en las elecciones es una exigencia de cambio”, explica Ricardo Espinoza Toledo, profesor investigador en Ciencia Política de la UAM Iztapalapa.
“Es una decisión de la inmensa mayoría de los mexicanos en favor de un nuevo proyecto de gobierno, de un nuevo proyecto de desarrollo”, agrega el politólogo.
Sin embargo, esta situación podría complicarse, pues entre sus filas se encuentran expriistas, expanistas y experredistas, quienes abandonaron sus partidos para unírsele.
Otro punto son sus alianzas con grupos de perfil conservador como el Partido Encuentro Social, que pudiesen no apoyar iniciativas consideradas de avanzada, como el matrimonio entre personas del mismo sexo y la interrupción legal de embarazo.
Pero quizá el reto más importante que enfrentará Morena es diferenciarse del PRI al lograr una distancia entre López Obrador, como titular del ejecutivo, y el Movimiento de Regeneración Nacional, como partido. Situación que sin duda será clave para saber si se está ante un nuevo PRI o no.
En el caso de este último partido, las acciones de beneficiar a unos cuantos mientras la mayor parte de la población enfrenta problemas como pobreza, inseguridad y violencia fueron algunos de los factores que pueden explicar su derrota.
Otro de los factores que provocó la caída del Tricolor es que no existió la “sana distancia” entre la figura del presidente Enrique Peña Nieto y el partido, lo que más que beneficiar a la institución política facilitó su derrota al erigirse como el líder absoluto.
“Se dejó que el presidente se impusiera e impusiera a sus incondicionales en la dirección del partido, que se impusiera en el rumbo del partido y que impusiera como abanderado del partido a un hombre sin militancia (Meade), sin identidad con el PRI y que en el fondo se presentaba como el único no corrupto y daba a entender que el PRI no tenía candidato propio porque no había uno que se salvara”, explica Espinoza Toledo.
Ahora, a casi 5 meses de que López Obrador tome posesión como el próximo presidente, la caída del PRI puede servir de ejemplo a Morena para evitar cometer las mismas prácticas y realmente modificar la historia de un país que ha sido vulnerado por temas de corrupción, inseguridad, violencia y muerte.
Aunque la oportunidad de una nueva historia está en la mesa, también existe la posibilidad de volver al pasado, y de ser así, los mexicanos podrían cobrarse esta desilusión en las próximas elecciones y castigar a los morenistas como lo hicieron con el tricolor.
“Reproducir lo que ocurrió con Peña Nieto y el PRI conduciría a Morena a una situación parecida a la del PRI, desde luego, si el presidente no establece una relación de comentariedad con su partido, si no mantiene una necesaria y sana distancia pues le pasa lo que le pasó al PAN y al PRI”, explica el politólogo.
Ante esta posibilidad, Ricardo Monreal, quien se perfila como el líder de la bancada del Senado, ha dicho que habrá una separación entre el presidente electo y el partido, ya que la voluntad política de López Obrador es la de respetar a todos, por lo que no se confundirá el ejercicio del gobierno con el ejercicio del partido.
De manera clara, el exdelegado de la Cuauhtémoc afirmó que no se repetirán las prácticas hegemónicas ni autoritarias y que se actuará con responsabilidad, sin hacer uso de la mayoría que tendrán en el Senado con irresponsabilidad, sino por el bien de la nación y a través de acuerdos y consensos con los otros grupos parlamentarios que habrá.
Partidos políticos, instrumentos perfectos
Los presidentes mexicanos en turno históricamente han usado a sus partidos políticos como instrumentos y han tratado de imponer a sus propios candidatos, en vez de mantener una distancia, lo que ha sido contraproducente en los resultados.
El profesor investigador Ricardo Espinoza explica que tanto Vicente Fox como Felipe Calderón trataron de imponer a sus propios candidatos para sucederles, pero no lo lograron. Quien sí lo hizo es el presidente priista Enrique Peña Nieto.
“Esa falta de buen entendimiento entre las dos dimensiones, que ocupan espacios diferentes entre el ejecutivo y el partido tiene siempre efectos desastrosos. El PAN acabó muy mal después de Fox y de Calderón y ahora estamos viendo lo que le ocurrió al PRI”, agrega.
“Precisamente porque estos presidentes han convertido a estos partidos en instrumentos a su servicio y entonces acaban debilitándolos, asfixiándolos y desarticulándolos”, indica.
Aunque se apoyan mutuamente, entre ambas figuras debe de existir autonomía, lo que les permite fortalecerse.