Esclavas invisibles
Mary, una mujer robusta de casi 70 años, se despierta a las siete de la mañana para recibir a sus nietos en la puerta, sus padres van a trabajar y ella les da el desayuno antes de llevarlos a la escuela.
Tras unas breves horas de silencio en donde limpia su casa, lava algunas prendas y prepara la comida, se alista para ir por los niños a la escuela.
La jornada no termina ahí, regresa y les sirve la comida, realiza otras tareas domésticas y mientras tanto debe supervisar que hagan la tarea. Después juegan un poco y cuida que no les ocurra algún accidente.
Jonathan ÁvilaMary, una mujer robusta de casi 70 años, se despierta a las siete de la mañana para recibir a sus nietos en la puerta, sus padres van a trabajar y ella les da el desayuno antes de llevarlos a la escuela.
Tras unas breves horas de silencio en donde limpia su casa, lava algunas prendas y prepara la comida, se alista para ir por los niños a la escuela.
La jornada no termina ahí, regresa y les sirve la comida, realiza otras tareas domésticas y mientras tanto debe supervisar que hagan la tarea. Después juegan un poco y cuida que no les ocurra algún accidente.
Así pasan más de 12 horas diarias en las cuales esta mujer de clase baja, residente de una vecindad en el centro de la ciudad y que además debe hacerse cargo de otro hijo adolescente y una mujer adulta que sale al trabajo, dedica por completo su vida al bienestar de otras personas, con apoyo económico otorgado únicamente para la realización de las actividades domésticas y no como un pago por el servicio que proporciona.
De acuerdo con cifras recopiladas por el Instituto Belisario Domínguez, del Senado de la República, a nivel mundial las mujeres hacen dos veces y media más trabajo doméstico no remunerado que los hombres.
Este tipo de trabajo no remunerado es una parte fundamental de la vida diaria, pues reproduce fuerza laboral y genera un valor económico real.
Sin embargo, no existe un cálculo del producto interno bruto (PIB) ni se reflejan en indicadores macroeconómicos para considerar formulas políticas económicas a favor de este sector, invisible a los ojos institucionales.
División sexual del trabajo
De acuerdo con la ONU-Mujeres, en nuestro país el valor del trabajo de cuidados no remunerados fue de 21 por ciento del PIB en 2015, una contribución significativa para la economía nacional con respecto a lo que generaron otro tipo de sectores económicos, como la industria manufacturera, con un valor del 17 por ciento.
En Estados Unidos, por ejemplo, se estimó en 2012 que el valor por el trabajo doméstico no remunerado de cuidado de niños ascendía a 3.2 billones de dólares, un aproximación del 20 por ciento del valor total de su PIB, según ONU-Mujeres.
En el documento del Instituto Nacional de la Mujeres (Inmujeres), “El trabajo de cuidados ¿responsabilidad compartida?”, se aborda la situación del país en el tema.
“La división del trabajo en función del sexo responde a fenómenos sociales y culturales que evidencian una diferencia histórica en la asignación de actividades y espacios para realizarlas: las mujeres han trabajado fundamentalmente en el ámbito doméstico y los hombres en el ámbito público y como proveedores de ingresos para los hogares.
“Esta división sexual del trabajo ha sido causante de la desigualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, a la cual se añade que las mujeres siguen siendo las principales responsables de las actividades de cuidado al interior de los hogares”, se menciona
Así, mientras se incrementa el porcentaje de espacios laborales formales para mujeres en la economía nacional, los trabajos de cuidado no remunerado abren una brecha para la población de la tercera edad.
Se sienten dignificadas
En el Diagnóstico sobre la situación que viven las mujeres adultas mayores cuidadoras, elaborado en 2016 por el Instituto Jalisciense de las Mujeres (IJM) y el Inmujeres, nueve de cada 10 entrevistadas dijeron que su labor de cuidadoras las dignifica como ser humano.
En el perfil de estas mujeres entrevistadas en la Zona Metropolitana de Guadalajara se destaca que el 47 por ciento tienen entre 50 y 59 años de edad.
El 44 por ciento cuenta sólo con escolaridad de primaria, mientras que las que tienen licenciatura o no cuentan con estudios tienen un porcentaje similar, del 10 por ciento.
El Programa Estatal para Prevenir, Atender y Erradicar la Violencia contra las mujeres del estado de Jalisco, publicado en enero de 2017 en el Periódico Oficial, destaca este diagnóstico y señala que del 75 por ciento de mujeres que cuidan a sus nietas y nietos.
El 80 por ciento no lo hace de forma ocasional sino permanente.
Específicamente de este sector el 78 por ciento los cuida durante cinco días de la semana, en tanto que el 42 por ciento lo hace también durante fines de semana, solamente el 10 por ciento dedica dos días al cuidado, y 5, un día.
Importante en el estudio es que se revela que el 65 por ciento de las entrevistadas dijeron que no reciben ningún tipo de ingreso por los cuidados de las personas que tienen a su cargo.
Mientras que del 35 por ciento que dijo recibir algún tipo de apoyo, la mitad mencionó que este es por parte de sus hijos y sólo el 9 por ciento recibe un apoyo económico por parte de sus esposos.
Un dato importante es el significado que esta actividad tiene para estas adultas mayores, pues el 62 por ciento de las entrevistadas dijo considerar su actividad de cuidados como una obligación moral.
Así se perciben
Situación que viven las adultas mayores cuidadoras, diagnóstico del 2016 del Inmujeres y el Instituto Jalisciense de las Mujeres:
>>66
Por ciento son las únicas que podrían apoyar a quienes cuidan
>>50
Por ciento no les queda otro remedio que hacerse cargo de esas personas
>> 52
Por ciento lo tiene que hacer porque esas personas viven en su casa
>>3 de 10
Mujeres dijeron sentirse solas durante el proceso de cuidado
Una carga considerable
Cuadernos de trabajo elaborados por el Inmujeres revelan la carga que esta labor representa, cuyo impacto es poco relevante dentro de las instituciones.
“Brindar cuidados puede ser una fuente de satisfacción, pero también una carga física, emocional y económica considerable.
“En particular para las mujeres y las niñas, ya que la función de cuidadoras que la sociedad les asigna afecta sus derechos y limita sus oportunidades, capacidades y elecciones, convirtiéndose en un obstáculo a la igualdad de género y a su bienestar”, revela el cuaderno titulado “El trabajo de cuidado en los hogares: ¿un trabajo sólo de mujeres?”, publicado en septiembre de 2015.