Hay un dicho popular que afirma que “Tlaxcala no existe”, e incluso, la Secretaría de Cultura del estado lo ha tomado como su slogan de Gobierno, pero con un sí en vez de la negación; sin embargo, esto no resuelve por sí solo la invisibilidad de la entidad ni es el único estigma que recae sobre sus habitantes, ya que es famosa también por ser un foco de trata de blancas a nivel nacional.
Ambos fenómenos se han convertido en un motor de lucha para las mujeres tlaxcaltecas, quienes han alzado doblemente la voz para pedir que se erradiquen las violencias de género y para hacer notar sus anhelos, inquietudes y el universo de posibilidades que existen y crean en el lugar.
“Nosotras como mujeres no solo tenemos que estar catalogadas en este estereotipo de nuestro estado, si bien es un problema que nos converge a todas y es importante que atendamos, reconozco a muchas mujeres que admiro y que amo, que van mucho más allá de lo que ese problema nos deja ver.
“Si es lo único que se reconoce, nos hace ver como mujeres débiles o que estamos latentes a que nos prostituyan; sin embargo, habemos muchas mujeres: científicas, cineastas, artistas, que crean la cultura o que participan activamente en la sociedad y al considerarse como un estado que no existe, todas nuestras luchas se dejan a un lado y muchas veces se reconocen solo a nivel nacional”, explica Mirna Paola Hernández Sánchez, estudiante de antropología.
Esto se suma a que existen otros tipos de violencias en el estado, como el acoso, la discriminación, la falta de representación o el racismo, y de las que poco se discute, incluso al interior de Tlaxcala, por atender otras agendas.
Cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) revelan que, al último trimestre de 2021, solo el 10.2 por ciento de las 60 presidencias municipales de la entidad son ocupadas por mujeres, pese a que la administración estatal la maneja un rostro femenino: Lorena Cuéllar Cisneros, de Morena.
Al respecto, Mariana Reyes Ávila, actriz y activista, señala que pese a tener a una mujer en el Gobierno, las políticas van en la misma línea que en el pasado, por lo que les pide a sus representantes ser más valientes a la hora de tomar decisiones en favor de las mujeres.
Delitos como el feminicidio, la trata de personas y la violencia familiar han tenido un incremento de enero a septiembre de 2021, en comparación con el año anteriorhttps://t.co/eXojRyySHj
— Reporte Índigo (@Reporte_Indigo) November 7, 2021
“Me encantaría más valentía en las mujeres que están en la política, que fueran lo suficientemente valientes para soltar esos ‘constructos patriarcales’ que las llevan a seguir afianzándolos. Que tuvieran más fuerza y coraje para abrazar a las mujeres que gobiernan, desde el corazón, y un poco más de conciencia de las mujeres originarias”, precisa.
Digna rabia en Tlaxcala
Ana Liley es cineasta y ha retratado a Tlaxcala en un par de cortometrajes referentes a la vida en el campo y al pulque, una bebida característica y que representa una actividad próspera en la entidad; detalla que no ha profundizado en el problema de la trata para no aportar más al prejuicio que de ahí se deriva, pero cuenta que ha desarrollado iniciativas para contribuir en erradicar discursos como el amor romántico, del que los tratantes hacen uso para enganchar a las mujeres.
“Impartí un taller únicamente para mujeres que se llamó ‘Cine feminuto’ y me parecía importante resaltar la feminidad y el feminismo a través de la imagen. Me parece importante que las chicas que se acerquen sepan que tienen cabida, que tienen una válvula de escape a través de la creación, y quien no tenga acercamiento hacia las artes, también tiene cabida como escucha. Las demás estamos para arroparlas.
“El cine tiene esa fuerza para conectar con las mujeres, con las personas, y tiene esa responsabilidad de que nosotras como creadoras debemos de mostrar otras perspectivas, lejos de lo que se ha contado desde siempre, como el amor romántico, que se perpetúa también en la literatura y en otras formas; pero estamos en el camino por erradicarlo”, expresa.
Mirna Reyes refiere al término de la “digna rabia” para señalar el punto desde el que en las universidades se aborda la perspectiva de género y cuenta que en la escuela las han orientado, desde las investigaciones y el conocimiento, a complejizar más el problema de la trata, de la que precisa que no se deriva únicamente del machismo, sino que es una circunstancia cultural que incumbe a toda la sociedad.
“Esta ‘digna rabia’ es a veces entendida como mujeres histéricas, y no, somos mujeres que podemos ser muy funcionales en la vida cotidiana y aun así estar viviendo violencias estructurales y cosas que nos limitan y que duelen mucho. Desde ahí, la perspectiva de género y los estudios feministas me han dado una base teórica y emocional para seguir subsistiendo y sobreviviendo”, comenta.
Sobre qué las hace sentir orgullosas de ser mujeres tlaxcaltecas y motivadas a luchar por mejores condiciones para ellas y quienes las rodean, Mariana, Mirna y Ana coinciden en que es el círculo de personas que las rodean, su familia, y a aquellas a las que admiran.
“Más allá de identificarme con las mujeres del estado, me identifico con las mujeres de Tlaxcala y me comprometo con eso”, concluye Mirna Reyes.