Sobrevivir en la CDMX como ciclista y mujer
"Recuerdo que tomé la bici y sentí un poco de libertad porque ya no iba en el metro donde te acosan con la mirada, ni en la calle caminando, que son lugares en los que me han agredido sexualmente. Pero esa libertad duró unos minutos hasta que alguien me chifló mientras pedaleaba", recordó Jazmín de 25 años al narrar cómo vivió el acoso en la bicicleta.
Indigo Staff
“Recuerdo que tomé la bici y sentí un poco de libertad porque ya no iba en el metro donde te acosan con la mirada, ni en la calle caminando, que son lugares en los que me han agredido sexualmente. Pero esa libertad duró unos minutos hasta que alguien me chifló mientras pedaleaba”, recordó Jazmín de 25 años al narrar cómo vivió el acoso en la bicicleta.
Añadió que se sintió muy decepcionada y frustrada, pensando en cuántas alternativas de transporte le quedaban para desplazarse sin tener que pensar, una vez más, en cómo vestirse para que nadie la violentara sexualmente en los espacios públicos, como si eso realmente fuera un factor final para padecer estas agresiones.
“Pensé ‘bueno, si antes me acosaban andando a pie, la frecuencia de ello subirá según la velocidad con la que vaya por las calles'”, lamentó “Jaz”, como le llaman sus amigos.
Esta realidad, considera la Organización de las Naciones Unidas (ONU) Mujeres, reduce la libertad de movimiento de las mujeres y las niñas y su capacidad de participar en la escuela, el trabajo y la vida pública. Limita su acceso a los servicios esenciales y el disfrute de oportunidades culturales y de ocio, además que repercute negativamente en su salud y bienestar.
“Esto sucede. No solo es la percepción de un grupo de mujeres; es algo que está reconocido aunque mucha gente todavía opine que es una hipersensibilidad o quizá sea una exageración, pero no; las mujeres que sufrimos diferentes grados de violencias en la calle (en todos los espacios públicos y en nuestras casas), no es aceptable y tenemos que afrontar ese conflicto social de una manera muy clara”, sentenció Areli Carreón, coordinadora de política pública de Bicitekas (organización de ciclismo urbano), en entrevista con Reporte Índigo.
Las características físicas de los espacios son un factor determinante que afectan a la percepción de seguridad de las personas, que está condicionada por la diferencia que existe entre el tipo de violencia que pueden experimentar las personas dependiendo de su sexo, género, edad, origen y otro tipo de factores, de acuerdo con el colectivo Punt6, una cooperativa de arquitectas, sociólogas y urbanistas originada en España.
“El miedo o la percepción de inseguridad de las mujeres está marcada por la violencia ejercida sobre nuestro cuerpo sexuado y determina en gran medida cómo las mujeres viven diferentes espacios, ya sean domésticos, comunitarios o públicos”, explica un estudio del colectivo llamado “Entornos habitables. Auditoría de seguridad urbana con perspectiva de género”.
Lo mismo ha vivido Andrea Chávez, de la Ciudad de México, quien resaltó que aunque la han acosado mientras transitaba por la vía pública, solo han sido agresiones verbales todas las veces.
“Pero debo decir que adquirí la bicicleta para evitar mi vulnerabilidad ante el acoso callejero que es mayor cuando somos peatones”, aclaró la ciclista y añadió que lo más frecuente que escucha de voz de los hombres es “Cómo quisiera ser bicicleta (o asiento), mamacita” y “No te vayas a caer, chiquita”.
En la Ciudad de México, el 81.4% de las mujeres afirman sentirse inseguras de vivir o transitar en la vía pública, de acuerdo con cifras de ONU Mujeres, mientras que entre 50% y 100% de las mujeres en las ciudades reportan haber sido víctimas de acoso o violencia sexuales en espacios públicos.
La seguridad urbana desde la perspectiva de género es uno de los temas más estudiados desde el urbanismo feminista en las últimas décadas y aunque ha sido un tema muy trabajado, pocas ciudades lo han incorporado, según el colectivo español.
Ante esto, el Director para Latinoamérica del Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo, Bernardo Baranda, opinó que más que urbanismo de género, hay buen y mal urbanismo y que el buen urbanismo incorpora perpectivas de género para ayudar a hacer las ciudades más seguras, incluyentes y sustentables, etc.
Mujeres ¿ignoradas?
Aunque el porcentaje de las mujeres que participan en los parlamentos globales apenas y se duplicó en los últimos 20 años al representar 22% de los curules, las mujeres todavía no son tomadas en cuenta lo suficiente para la toma de decisiones a la hora de hacer ciudad.
“Es una inercia, un hábito que para muchos círculos de opinión es normal y ni siquiera se dan cuenta y pues no es dramático que todavía esté tan normalizado el hecho de que la toma de decisiones o los ámbitos de participación o de presencia pública, esté limitado a los varones como si lo público no fuera tan importante para la calidad de vida de las mujeres, tan determinante en el desarrollo personal como lo es para un hombre”, remedió Areli Carreón, también nombrada Alcaldesa de la Bicicleta en la CDMX.
Desireé Ramírez, urbanista egresada de Guadalajara y enfocada en temas de movilidad, opinó que las mujeres se convierten en un personaje importante en la toma de decisiones dentro de la planeación urbana y de movilidad, pues las actividades que realizan (que además aportan a la economía mexicana), muchas veces dependen de traslados y el contexto urbano.
Ante la falta de voces diferentes a la de solo varones, Areli propuso que aquellas mujeres que puedan aportar opciones valiosas a estos diálogos para hacer ciudad, organicen sus propios foros.
“El ámbito de lo público se considera como perteneciente al hombre y relacionado con lo masculino, donde las mujeres son aceptadas, pero no controlan este espacio. Lo privado se asocia con las mujeres, lo femenino y lo doméstico”, citó el estudio del Colectivo Punt6 a Elizabeth L. Sweet, Profesora en estudios urbanísticos y a Sara Ortiz Escalante, investigadora feminista y de planeación urbana.
Frente a esto, Bernardo Baranda consdieró que si no se inclutyen sus necesidades y se facilita su participación también como tomadoras de decisión, “no estamos construyendo las ciudades del futuro que deben ser seguras y disfrutables para todos”.
¿Qué hacer?
Es necesario que desde los gobiernos locales primero se dé un compromiso a nivel político en favor de un urbanismo con perspectiva de género, seguido de la formación específica y especializada en perspectiva de género de todo aquel personal técnico y político implicado en la planificación urbana, de acuerdo con Ortiz Escalante, en una publicación para la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal.
Baranda, respectivamente, analizó que se debe mejorar la infraestructura y la prevención a situaciones de riesgo y estrés y ver las consecuencias legales que existen para agresores, así como su desaprobación social.
Por su parte, Areli Carrión le apuesta también a la sanción moral de las personas, como se hace con los ciudadanos que tiran la basura o que se estacionan en un lugar para personas con capacidades diferentes, pero también salir.
“Necesitamos sentirnos libres seguras y necesitamos transitar sin miedo y salir a tomar tus derechos. Porque guardada en tu casa en silencio es probable que nadie te agreda, pero también es probable que no seas libre”, concluyó la activista mexicana.