Música al son del crimen y la violencia
La inseguridad y el narcotráfico han trastocado la industria de la música en México, donde bandas nacionales y extranjeras han sido víctimas de delitos como el robo de instrumentos, mientras que algunos de los establecimientos donde se presentan han tenido que cerrar sus puertas por extorsiones, narcomenudeo o balaceras en su interior
Hidalgo NeiraLa violencia y el crimen han cimbrado a la comunidad musical. Asistir a una tocada de rock, ir a un bailongo en un rodeo o pasarse la noche de “after” hasta altas horas de la madrugada son actividades cada vez menos comunes entre los mexicanos por la situación de inseguridad que se vive en el país.
Muestra de ello son los asaltos a mano armada de los que han sido víctimas personal de grupos y cantantes a la hora de transportar sus instrumentos vía terrestre, lo que representa costos millonarios en pérdidas.
“Esto se ha convertido un poquito en un caos, en un temor, ya cada vez que tenemos que viajar, ya desde que te subes vas con cierta incertidumbre, con cierto temor (…) y creo que esto no es vida, deberías poder viajar por tú país sin la zozobra y sin el corazón en la mano”, compartió Guadalupe ‘Lupe’ Esparza, en Instagram después de que sufrieran el robo de sus pertenencias, por segunda ocasión en enero pasado.
Otro problema es que al interior de algunos establecimientos operan organizaciones del crimen organizado mientras las autoridades se hacen de la vista gorda.
“Desde el sexenio pasado, todos sabemos que se meten a vender drogas en los baños y estás obligado como antro o como bar a permitirlo, porque si no estás en peligro y esto evidentemente tienen que saberlo las autoridades”, dice Juan Chávez.
El bajista y vocalista de Resorte, cuenta que también ha sido tocado por la inseguridad, ya que su bajo preferido fue hurtado del camerino en un concierto en Guadalajara, Jalisco, hace seis años; más allá de su valor monetario de tres mil dólares, él lamenta la pérdida por su valor emocional
Por su parte, Fernando ‘Fer’ Zamorano, cantautor de la agrupación independiente O Tortuga, relata que él también ha visto circular los estupefacientes en lugares de la alcaldía Cuauhtémoc.
“Cerraron El Imperial y hace poquitísimo cerraron El Caradura. Lo que sí es una realidad es que en lugares como el Pata negra, toda la venta de droga está en el baño, todo mundo sabía eso, y hasta cierto punto parece que es parte del negocio, no lo sé si sea una persona externa al lugar el que te estaba vendiendo, no sé si lo sigan haciendo, pero en su momento era conocido eso, y creo que al final de cuentas, es el precursor de que empiecen a entrar este tipo de criminales al medio, por ahí, por la droga”, indica el cantante de O Tortuga.
La violencia también ha afectado a agrupaciones extranjeras, ejemplo de ello es Evanescence, a quienes en el encuentro musical Knotfest del año pasado, al anunciar que cancelaban su presentación por la violación de una valla de seguridad por parte de los asistentes, una turba enardecida subió al escenario y hurtó parte de sus instrumentos musicales, los cuales fueron quemados a manera de protesta.
“Me preocupaba la violencia, pero no me preocupaba como hoy que tengo hijos, porque al final sueñas con estar mucho más tranquilo de que puedan mañana salir e ir a ver una banda de rock y que no estén en peligro, deja tú de drogarse, de poder regresar a su casa y estas son cosas que evidentemente nos preocupan a todos”, externa Chávez.
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“Llegaron los de La Familia…” experiencia de artistas ante crimen
Para Dr. Shenka es una mera anécdota, no la siente como una situación de riesgo, pero sí como una vivencia que lo marcó.
Pasó en Michoacán, durante una gira que compartieron junto a Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio aproximadamente hace cinco años. Cuando estaban por tocar en la plaza de toros, haciendo la prueba de sonido previo a su presentación, unas personas entraron al lugar.
“De repente vi llegar a un montón de gente, la mayoría de botas, sombrero, pensé ‘han de ser ganaderos, deben venir a ver esta onda’ o qué sé yo, terminamos nuestra prueba de sonido, estaba haciendo lo mismo Maldita, y en lo que nosotros esperábamos en camerinos para que llegara la camioneta, tocan un par de sombrerudos y piden unas fotos”, narra Ibarra.
La agrupación se dejó retratar con los desconocidos sin mayor contratiempo. Terminó el concierto con un lleno absoluto y los integrantes de Panteón Rococó fueron a cenar con el promotor musical que organizó el evento, quien desencajado y preocupado palidecía aunque había sido un éxito rotundo la presentación de los rockeros.
“Ya en la cena felicitándolo nos dice: ‘Llegaron los de La familia (michoacana)’, entonces preguntamos ‘¡¿Cómo los de La familia?!’, y responde ‘Sí, llegaron en el soundcheck’”, narra el cantante de Panteón Rococó.
Este grupo del crimen organizado acudió al inmueble sin armas largas, sin hacer uso de violencia, porque son reconocidos en la localidad; previo a saludar a los músicos, pasaron con los organizadores del concierto y se llevaron el dinero, este protocolo era, al menos en ese entonces, el habitual en los espectáculos celebrados en Michoacán.
“‘¿No me digas que con los que me retraté son los malandrines?’, y me dice el promotor ‘Pues sí, ya se la saben. Sí tú vas a poner El recodo en tal lado, y el promotor de enfrente te va a poner a Los tigres del Norte en el otro, pues entonces llegan y paran los conciertos’, vaya ¡ellos controlan la agenda de cómo son las presentaciones! Me he cuestionado, aunque son hechos aislados, ¿cuántas veces he trabajado incluso para estas personas?”, continúa el Dr. Shenka.
Ibarra cree que independientemente de si el Estado piensa o no dar certidumbre a la ciudadanía con el tema de la seguridad, los músicos deberían organizarse para tener un protocolo que les ayude a identificar puntos de riesgo del crimen.
Platicando con otras compañeras que se dedican a esto, estamos ideando un manual de seguridad para el entorno del rock, desde una creación de redes para que cuando te llegue un aparato, hasta cómo protegernos en el escenario, cómo atender un incidente dentro del público; un protocolo a seguir en todos los aspectos”, enfatiza el vocalista.
Los indies también lloran
El crimen no discrimina géneros musicales, ni a bandas consagradas o independientes, de esto es testigo Fer Zamorano, quien hace cuatro años perdió junto a los miembros de O Tortuga alrededor de 100 mil pesos en equipo al ser víctimas de un atraco en la Condesa.
Esto pasó en las inmediaciones del Parque España, la noche del 17 de junio del 2016 cuando un franelero que pidió cuota por estacionarse, solo por el hecho de estar en la vía pública, observó que los jóvenes acomodaron guitarras, bajos, pedales de distorsión y cámaras fotográficas en la cajuela del carro, ellos admiten su ingenuidad, la cual no midieron en el momento.
“Lo primero que hicimos fue llorar, y de ahí, pues buscamos los instrumentos en foros, páginas de internet y Mercado Libre, porque se nos hizo que lo lógico era que los empezaran a vender (…) pero nunca los encontramos, respecto a la policía, no se nos hizo sensato ir a perder más tiempo y a cansarnos, nos resignamos”, platica el vocalista de O Tortuga.
Zamorano lamenta que cada vez haya mayor crimen organizado en la capital, situación que es latente en la actualidad, él cree que esta es una herencia del sexenio pasado, ahora falta ver la respuesta de los gobiernos actuales en torno a la inseguridad que se vive.
La respuesta para el vocalista está en ejercer presión para la legalización de las drogas y así frenar el empoderamiento con el que cuentan los grupos del crimen, ya que los consumidores de estupefacientes son quienes alimentan a estos grupos.
“El gobierno tendrá que resolver este problema, para mí el principal cáncer del crimen en México son las drogas, creo que por ahí debería empezarse a legislar y buscar alternativas para quitarle poder a esta gente que están haciendo del país un Viejo Oeste”, asevera Zamorano.
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Café Iguana, después del tiroteo
La madrugada del 22 de mayo de 2011 ocurrió lo impensable en el corazón de Monterrey, en el último bastión del Barrio Antiguo, el perpetuo Café Iguana, que se había resistido a cerrar sus puertas debido a la inseguridad, fue obligado a bajar la cortina de acero después de que un grupo del crimen organizado baleara la entrada del lugar ubicado en la calle Diego de Montemayor.
Cuatro personas cayeron esa noche, dos de ellos los porteros del inmueble que eran célebres entre quienes frecuentaban el Café: Pablo César Martínez, mejor conocido como “Pablote”, y Gerardo Fermín Sánchez apodado “El enano”, ambos sobrepasaban los dos metros de altura, de las otras dos víctimas, nunca se dio a conocer su identidad.
Rodrigo Ríos, dueño del inmueble inaugurado en 1991, tuvo que clausurar el Café a 20 años de su fundación, pero logró reabrir y expandir el antro dos años y tres meses después; a casi una década del lamentable suceso, el propietario sigue manteniendo las huellas de la tragedia en la fachada, las hendiduras de alto calibre que dejaron las armas largas de los perpetradores del crimen.
“Ahí siguen y seguirán, son al fin de cuenta las cicatrices de lo que pasó, es un recordatorio para que no se nos olvide a nadie, ni a nosotros ni a los jóvenes que no lo vivieron, que se den cuenta que sí puede ponerse gacho”, platica Ríos vía telefónica desde Monterrey.
El empresario observa que al paso de casi 10 años, la Sultana del Norte es otra, el Barrio ha retomado la vida nocturna y cultural, aunque han habido incidentes menores en su bar, él considera que el Café Iguana está limpio del narcomenudeo que alguna vez existió.
Del Caradura, Ríos lamenta su cierre, lo llama “un bar hermano”, y afirma que él cree que lo que ha ayudado al Café a mantener a raya la peligrosidad es su cumplimiento de los horarios conforme a la ley. En Nuevo León las dos de la madrugada es hasta cuando pueden operar, el propietario espera que se mantenga la paz en la vida nocturna regiomontana, justo como cuando iniciaron en la década de los 90.