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Con la piel enrojecida y las piernas temblando de cansancio, miles de migrantes de origen centroamericano han arribado a la Ciudad de México. El estadio Jesús Martínez “Palillo” de la deportiva Magdalena Mixhuca se convirtió en su casa provisional.
El escenario deportivo ahora no es visitado con motivo de una competencia de atletismo, ahí se disputa el futuro de una Caravana Migrante que avanza hacia la frontera norte del país, aún y con la amenaza de ser rechazada.
Desde el pasado domingo, hombres, mujeres y niños llegaron a las instalaciones del mayor recinto deportivo de la alcaldía de Iztacalco.
Mochilas cargadas con cobijas, ropa y víveres, abarrotan los pasillos de entre los dormitorios improvisados, así como en las filas de acceso al albergue; mientras que en las inmediaciones del campamento la ayuda humanitaria no ha parado de llegar a bordo de autos particulares, camionetas y hasta en bolsas plásticas que voluntariamente los capitalinos han llevado con el fin de distribuirla entre “los hermanos migrantes”.
Para hacer frente a este movimiento poblacional, el Gobierno de la Ciudad de México desplegó un operativo interinstitucional, con la intención de salvaguardar la integridad de los ciudadanos extranjeros, esto a través de la Comisión de Derechos Humanos local (CDHDF), el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación (COPRED) la Procuraduría General de Justicia (PGJ) y las secretarías de Salud y Seguridad Pública, entre otras.
A pesar de que la Caravana partió de Honduras, ciudadanos de distintas nacionalidades se han adherido a la misma, ya que entre sus peregrinajes también pueden encontrarse personas de El Salvador y Guatemala. Sin importar cuál sea su origen, y descartando establecerse en territorio mexicano, todos ellos mantienen un propósito: pisar suelo estadounidense con la esperanza de mejorar sus condiciones actuales de vida.
Con 25 años de edad, Nelson Ruíz optó por unirse a la Caravana para buscar un mejor futuro en Estados Unidos. Originario de Choluteca, Honduras, el joven ha recorrido más de 2 mil kilómetros durante casi un mes, a veces a pie y otras de ‘aventón’.
Los mayores riesgos del viaje para algunos de los integrantes de la Caravana, indica el joven, han sido los pies llagados por tanto caminar y las enfermedades que algunos otros han contraído al exponerse a cambios bruscos de temperatura.
Ante los miles de comentarios xenófobos que se han suscitado en redes sociales, el joven comenta que los mismos son descalificaciones de parte de personas que no conocen la realidad tanto de su país como de la situación migrante.
Marilú Alvarado y Celeste Hernández son dos hondureñas oriundas de Tegucigalpa y Copán, respectivamente. Con 19 y 17 años de edad, ellas emprendieron el viaje en compañía de su madre, con el sueño de estudiar una carrera universitaria en la Unión Americana.
Lo más pesado para las adolescentes ha sido caminar cerca de cinco horas bajo el sol, sin parar y en ocasiones sin agua. En compañía de familiares y amigos el trayecto les ha resultado seguro, afirman, a pesar de los riesgos permanentes en el recorrido.
“Durante nuestro camino nos han tratado bien y no hemos pasado hambre. En Veracruz las personas nos llevaron mucha comida al grado de que ya no la quería la gente y en todos los lugares el trato ha sido bueno”, comentan.
“Sabemos que hay comentarios malos sobre nosotros en internet, porque los hemos visto, pero no vamos haciendo nada malo y lo que pedimos es que nos puedan recibir. Si nosotros vamos en el camino es porque en nuestro país no hay trabajo ni nada y por eso vamos haciendo este sacrifico para llegar a los Estado Unidos y superarnos”, sostienen.
Originario de San Miguel, El Salvador, Brian Daniel Argueta decidió unirse a la Caravana Migrante para buscar mejores oportunidades.
Dejando al cuidado de su esposa a un hijo de 2 años y una pequeña que está próxima a nacer durante el mes de diciembre, el joven de 25 años confía en poder atravesar la frontera entre México y Estados Unidos.
“Nosotros queremos llegar al otro lado para poder mejorar nuestras vidas. Mi misión es superarme y trabajar para sacar adelante a mi familia, además de ayudarle a mi madrecita, porque ella es la única que se ha preocupado y visto por mí desde pequeño”, asegura Brian Argueta.
Durante los últimos nueve días, Brian ha tenido que caminar por más de 70 kilómetros con el sol a plomo en la espalda, a la par de subir y bajar de diversos vehículos de transporte y carga que le han permitido subirse para avanzar más rápido.
Las personas migrantes coinciden en su propósito: cruzar la frontera y refugiarse en Estados Unidos, si es posible entrar y que los acepten. Mientras, en la Ciudad de México, toman un respiro, descansan, se asean, incluso aprovechan el espacio deportivo para jugar futbol y distraer la memoria.
El Gobierno capitalino desplegó un operativo con la intención de proteger a los migrantes a través de la CDHDF, la COPRED, la PGJ y la Secretaría de Salud
Al otro lado de la frontera
En la frontera entre Mexico y Estados Unidos un despliegue de civiles armados se ha llevado a cabo en las últimas horas con el propósito de frenar a la Caravana Migrante.
Lo anterior, producto del discurso antimigrante del presidente estadounidense Donald Trump.
En días pasados Trump decretó como una “emergencia nacional” el avance de la Caravana Migrante, por lo que los muros fronterizos no sólo fueron reforzados con la presencia de personal de seguridad, sino también fueron cercados con alambre de púas.
Ante los recientes posicionamientos del mandatario estadounidense que han dejado relucir una negativa ante la avanzada del éxodo migrante, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se mantendrá pendiente del tema y con la intención de evitar posibles contratiempos.