El diario brasileño O Globo reveló que este año la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) utilizó al menos dos programas de espionaje en América Latina: PRISM, en febrero, y Boundless Informant de enero a marzo.
Entre los países supuestamente afectados estaba México, en donde, de acuerdo al reportaje, los servicios de inteligencia de Estados Unidos habría llevado a cabo actos de espionaje dirigidos al sector energético, defensa e información sobre la guerra contra el narcotráfico.
El presidente Enrique Peña Nieto dijo el pasado miércoles 10 de junio que cualquier acto de espionaje de Estados Unidos a México sería inaceptable.
Así mismo, el vocero de seguridad del Gobierno Federal, Eduardo Sánchez, afirmó en conferencia de prensa que la Procuraduría General de la República (PGR) había iniciado una investigación para revisar los contratos a través de los cuales la dependencia habría adquirido equipo de intercepción de comunicaciones para que el gobierno de Estados Unidos los utilizara en territorio mexicano.
Lo anterior habría sido autorizado por el expresidente Felipe Calderón.
Lo cierto es que en el sexenio pasado la “colaboración” e intercambio de información de inteligencia en EU y México no tuvo precedentes.
Por lo menos así lo han calificado funcionarios de Estados Unidos.
Para muchos especialistas en seguridad, la colaboración entre ambos países en torno a la lucha contra el crimen organizado y la Iniciativa Mérida fueron las herramientas necesarias para que nuestro vecino del norte se metiera “hasta la cocina”, como lo calificó un exfuncionario federal.
La oficina bilateral de inteligencia fue tan sólo un ejemplo del nivel de acceso que le dio Calderón a Estados Unidos.
Ingenuo era creer que tanto capital humano y económico iba a ser concentrado solamente en la lucha contra el narcotráfico.
México es el segundo socio comercial más importante de Estados Unidos, por lo su relación es estratégica y, como otras, está sujeta a constante monitoreo. Es considerado un activo de la seguridad nacional de aquel país.
La realidad también va más allá de los sofisticados programas cibernéticos.
Como lo han afirmado algunas de las principales mentes detrás de la operación contra de Osama Bin Laden, esta no sólo se trató de vigilancia e inteligencia a través de tácticas electrónicas.
Aunque es parte del rompecabezas, lo cierto es que la información y el espionaje que se podría dar a mayor escala se encuentra en la inteligencia humana. En aquellos sujetos con acceso a información privilegiada que acceden por alguna conveniencia a compartirla con otro país.
Resulta aún curioso que el órgano responsable de la contrainteligencia, y la procuración de la seguridad nacional, el Cisen, no haya realizado ninguna declaración al respecto.
La demanda del presidente Peña Nieto al gobierno de Barack Obama de un reporte que explique los alegatos es una señal clara. Aunque no pase a mayores, y no se dañe la relación bilateral -que resulta vital para ambos países- este acontecimiento es un factor más que reafirma lo que desde el inicio de la administración peñista se venía manejando.
En relación a la colaboración en seguridad e inteligencia entre México y Estados Unidos:
“Juntos, pero no revueltos”.
¿Por qué se sorprenden?
La situación del exfuncionario de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA), Edward Snowden -acusado de espionaje y traición por el gobierno de Estados Unidos- ha generado revuelo en distintos países.
Sin embargo, esta no es la primera vez que los Estados Unidos y otros países se espían unos a los otros… y seguramente no será la última.
Quizá lo que ha generado sorpresa sean las avanzadas técnicas de espionaje que ahora utiliza alta tecnología para interceptar comunicaciones y señales electrónicas.
Lo que el excontratista norteamericano denuncia no debe tomar por sorpresa a las personas que pasan al menos una hora navegando por internet. Sí, indignación.
Que el gobierno, y sobre todo uno extranjero, te vigile molesta a cualquiera.
Pero, ¿qué es lo que refleja la publicación de las denuncias de Edward Snowden?
Se trata de la evolución de los sistemas de inteligencia en el mundo, que muestra que, igual que los gobiernos, las empresas y la sociedad se encuentran en un mundo interconectado al que tienen que adaptarse.
Ahora bien, la intercepción de llamadas telefónicas no es nueva. Tampoco lo es el “hacking” cibernético. Este es usado por los desarrolladores de software incluso para la creación de paquetes computacionales que ayudan a las empresas a administrar bases de datos o crear programas de contabilidad.
Por ello, no resulta difícil creer que los sistemas de defensa e inteligencia de los gobiernos sean un mercado atractivo para los desarrolladores de estas tecnologías.