Todo lo que está ocurriendo, desde el avance del programa de vacunación en México, hasta la aparición de nuevas variantes y el aumento de contagios y hospitalizaciones, le deja claro algo a Valeria Lemus, coordinadora de El 77, Centro Cultural Autogestivo, “tenemos la certeza de que no tenemos certeza de nada”.
Para las compañías y espacios independientes, como el de ella, cancelar o suspender una función es mortal, ya que afecta directamente en su economía.
Esto se debe a que muchos de los artistas, técnicos y trabajadores del teatro dependen de lo que se venda en taquilla, así que si no hay espectáculo, no hay paga.
El 77, además de ser la sede de la Compañía de Teatro Penitenciario y formar parte del área de impacto social del Foro Shakespeare, ofrece a la gente programación de teatro, talleres artísticos, actividades gráficas y diplomados.
“Sería complicado enfrentarse a un segundo cierre por completo, porque no sabemos de cuánto tiempo estamos hablando, no es lo mismo cerrar una semana que un mes o más. No podemos estar cerrando a cada rato, no es viable”, señala Lemus.
El 77 ha estado al borde del cierre en algunas ocasiones durante la pandemia, sobre todo, al principio, porque hubo una especie de certeza de que duraría solamente ocho semanas; sin embargo, no fue así y todo se complicó.
El momento de reabrir sus puertas también implicó un reto por todos los gastos que tuvieron que hacer para cumplir con las indicaciones de sanidad para garantizar la seguridad del público.
“Abrimos un espacio al aire libre donde damos funciones y eso ayudó muchísimo, vendimos funciones, talleres, buscamos formas, había que pensar para salir adelante. Era una conversación constante, sin embargo, como equipo jamás se decidió cerrar”, explica Valeria.
La solución para ellos fue buscar opciones de comercialización, como la renta del inmueble para sesiones de fotos o grabaciones de streaming; además, de su huerto vendieron plantas, e hicieron impresiones de playeras, bolsas y vendían libros,
“Si no hubiéramos hecho eso diario, tal vez si hubiéramos tenido que cerrar, el tema es que los negocios culturales independientes se tienen que ver obligados a hacer horas extras, turnos extras, trabajo en horarios poco usuales para sostenerse, porque si tuviéramos que regirnos por un horario de oficina muy probablemente no la hubiéramos librado”, opina la coordinadora.
El equipo de trabajo de El 77 no ve su subsistencia como algo de suerte o porque son especiales, sino porque dijeron “vamos a empujar entre los que estamos para que esto siga”.
“No cerramos porque decidimos invertir más horas en el espacio. No cerramos porque decidimos rentar en horarios que nadie hubiera rentado. No cerramos porque dijimos ‘va, vamos a mandar 20 correos a ver quién nos compra una función’. Pero si no hubiéramos hecho esas cosas a lo mejor nuestra historia sería otra”, expresa Lemus.
Por ahora, el recinto cultural no puede depender exclusivamente de su cartelera, porque tienen que tomar en cuenta las variables de la reducción de aforo o las cancelaciones, así que continúan con sus actividades alternas, las cuales les garantizan su existencia este mes, porque el siguiente no saben.
“Después de que todo esto pase, será un estira y afloja muy revelador, porque nos toparemos con cuánto cuesta levantar una obra de teatro y preguntarnos ¿esa obra será pertinente? ¿Para qué hacerla? Ya no podemos jugárnosla tan fácil con nuestras inversiones, porque mañana podría ser la última”, dice