‘Nunca se me va a olvidar
Samuel Navarro y tres de sus compañeros de trabajo retiraron escombros del Colegio Enrique Rébsamen por más de 24 horas
Imelda García[kaltura-widget uiconfid=”38045831″ entryid=”0_ubw6xzsa” responsive=”true” hoveringControls=”true” width=”100%” height=”75%” /]
La imagen donde se ve a Samuel Navarro y tres de sus compañeros descansando después de trabajar 24 horas como voluntarios en el derrumbe del colegio Enrique Rébsamen, dio la vuelta a las redes sociales.
En la fotografía de los jóvenes trabajadores de una empresa dedicada a la construcción, que ha sido compartida en Facebook más de 41 mil veces, se les ve tímidos pero sonrientes, con la alegría del deber cumplido y el cansancio de un día entero de estar entre los escombros tratando de encontrar sobrevivientes.
Uno de esos cuatro jóvenes es Samuel Navarro Álvarez, un joven de 24 años que vive en Atizapán de Zaragoza, en el Estado de México, y que junto a sus compañeros el día del sismo estaban repavimentando algunas calles cuando de repente se sacudió la tierra.
De inmediato, la empresa donde trabaja decidió apoyar en las labores de rescate y los trabajadores se trasladaron a las inmediaciones del Colegio Rébsamen, en Coapa, la escuela donde fallecieron 19 niños y 7 adultos.
“Estábamos repavimentando en semanas anteriores las calles de asfalto, hasta que pasó el temblor. Nos vinimos para acá a ayudar en lo que pudiéramos; trajimos maquinaria y camiones y hemos estado aquí.
Allá adentro no me tocó estar, pero me tocó ayudar sacando escombro y los viajes en el camión”, narró Samuel en una entrevista con Reporte Indigo el 20 de septiembre, un día después del terremoto.
Samuel, un hombre alto y delgado, caminó ese día hacia afuera de la zona de desastre del colegio para tomar aire y descansar.
Su ropa ya había perdido los colores originales; su pantalón pasó de ser guinda a negro, lo mismo que su sudadera que ya no era gris. Las botas gastadas por el trabajo diario y ahora hasta desamarradas para descansar un poco los pies,casi hacían juego con el cubrebocas que llevaba horas protegiéndolo del polvo.
Arrastrando los pies por el cansancio, Samuel caminó hasta una calle atrás del colegio, desde donde se veía el ir y venir de voluntarios, policías y militares y ahí contó aliviado que en su casa estaban bien, aunque estuvo muchas horas sin poder comunicarse con los suyos porque no había red celular en esa zona.
Aunque se le veía sonreír, los ojos de Samuel hablaban de la tristeza que sentía por las personas que habían fallecido en el colegio y en otros puntos del país; la experiencia de ser voluntario, dijo, se la llevaría con él a la tumba.
“Lamentablemente no sé por qué pasó aquí, habiendo tantos otros lugares, por qué en una escuela de niños, no sé por qué pasó. Y luego lamentablemente en la misma fecha de hace cuantos años.
“Nunca se me va a olvidar”, sentenció.
Samuel y sus compañeros trabajaron más de 24 horas retirando escombros del Colegio Enrique Rébsamen; comieron lo que llevaban las personas que donaban alimentos y durmieron apenas un par de horas en uno de los camiones en que llegaron. Son un ejemplo de los miles de héroes que actuaron en ese aciago 19 de septiembre.
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