Cada 10 de mayo el dolor y la impotencia reviven en María Herrera. El pasado Día de las Madres no fue la excepción. De nuevo, sintió en sus entrañas la ausencia de sus hijos.
Se lamentó una vez más por no poder abrazar a Jesús, a Raúl, a Luis Armando y a Gustavo. A los dos primeros los dejó de ver en 2008 y a los segundos en 2010.
Desde hace cinco años, esta madre no ha parado de buscar a sus cuatro hijos desaparecidos. Desde hace un lustro no ceja en su afán de lograr que alguien le diga en qué lugar puede abrazarlos, en qué lugar los puede encontrar.
Junto a decenas de madres, cuyos descendientes han sido víctimas de la guerra contra el narcotráfico, María marchó el pasado viernes en la Ciudad de México. Formó parte de la Segunda Marcha de la Dignidad Nacional “Madres buscando a sus hijos e hijas y buscando justicia”, convocada por las Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en México (Fundem), la Red Verdad y Justicia de México y Centroamérica y diversos centros de derechos humanos.
En la vasta manifestación que caminó del Monumento a la Madre al Ángel de la Independencia, en el corazón de la capital del país, mujeres de México y Centroamérica recordaron en una fecha tan significativa para la sociedad que su herida sigue abierta, que siguen sin conocer el paradero de sus hijos.
Para algunas madres la búsqueda ya cesó. Tienen la certeza de sus pérdidas porque ya saben que sus hijos han sido asesinados.
“En nuestro caso seguimos en esta búsqueda interminable”, dice María.
La forma en que ha aprendido a sobrevivir con un dolor tan inmenso ha sido tratando de ayudar a las personas que también tienen esas pérdidas tan fuertes. La ayuda común, señala, sirve para fortalecerse mutuamente. Es un aliciente para su pena.
“Así como es la dicha cuando una da a luz a nuestros hijos, así de fuerte es el dolor por ya no poder tenerlos cerca de nosotros”.
‘Todo lo están viendo tan natural’
En 2012, María se unió al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad encabezado por el poeta Javier Sicilia. Años antes, cuatro de sus ocho hijos habían desaparecido en Michoacán, en el marco del conflicto bélico entablado entre las fuerzas de seguridad mexicanas y los cárteles de la droga.
La CNDH tiene un registro de 5 mil 397 personas desaparecidas de 2006 a marzo de 2012, mientras que el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro ha dicho que más de 10 mil desaparecieron el sexenio pasado.
María cuenta que ya han entablado contacto con el actual gobierno federal, pero que aún están en proceso de organización.
No obstante, reconoce que sí ven interés en la actual administración federal en trabajar y apoyarlas en la búsqueda de sus hijos.
“Ojalá que no nos defrauden… estamos dispuestas como madres de las víctimas a luchar mano a mano con el gobierno pero más que nada necesitamos el apoyo de la sociedad”.
Otra cosa que le duele mucho a María es ver que la sociedad civil permanece inerte. “Como que está viendo llover y no se moja, y nosotros que ya estamos con este dolor lo que queremos es evitar que esto siga sucediendo”.
En esta lucha para alcanzar la justicia, siente que la sociedad los está dejando solos. Que con el paso del tiempo se hace cada vez más indiferente a la violencia.
“Siento que se está acostumbrando a vivir en medio de la violencia, todo lo están viendo tan natural, y eso es lo que más duele: ver que está pasando tanta desgracia y nadie hace nada por ayudar”.
Por ello le gustaría ver que surgen voces tan potentes como la de Sicilia, “para que de esta manera pudiésemos parar esta violencia”.
Le preocupa, además que se esté silenciando a periodistas “porque ellos son el medio, nuestro portavoz para la sociedad; que les estén haciendo daño duele mucho porque cada voz que callan en un periodista, se están callando miles de voces al mismo tiempo”.
María reconoce “el esfuerzo sobrehumano” que está haciendo la gente de a pie por dar a conocer lo que verdaderamente está ocurriendo en México.
“Es una lástima que estén atentando contra sus vidas porque la verdad es la manera más fácil con la cual nos van a estar acabando”.