Hoy la Ciudad de México presume ser la capital gay de América Latina.
Una ciudad friendly para la comunidad LGBTTTI, con políticas públicas que garantizan la protección de los derechos de esta minoría y la no discriminación. En la actualidad es algo cotidiano que dos mujeres se besen en el Metro, que dos hombres caminen tomados de la mano por la avenida Reforma, que un transexual se divierta en un bar de la Roma. Pero hubo una época, no hace mucho tiempo, que la capital de México no sólo era discriminatoria sino peligrosa para los hombres y mujeres que trataban de vivir su sexualidad con libertad.
Los 70´s, la década donde en el mundo explotaron los gritos de libertad y justicia, fue una época oscura y difícil para la comunidad homosexual en la ciudad de México. Reporte Indigo conversó con activistas, músicos e intelectuales gays que les tocó enfrentar razias de la policía en los antros, discriminación y en general una sociedad violenta hacia la diversidad sexual.
“Era difícil vivir como homosexual en México por muchas razones, había razias policiacas en los bares donde no se podía uno ni agarrar de la mano”, recuerda Xabier Lizárraga, quien fue uno de los fundadores del grupo Lambda.
El largo brazo de la ley se introducía hasta los domicilios particulares, donde irrumpían fiestas privadas “de ambiente” que eran denunciadas por vecinos intolerantes a la homosexualidad.
Rentar un departamento para un hombre joven solo en los 70´s era complicado, impensable el que fuera arrendado a una pareja del mismo sexo.
Los insultos proferidos eran el pan de cada día para lesbianas y gays por igual, además de la extorsión policial solo por insinuar tener gustos sexuales diferentes.
En México el activismo por los derechos gay en la década de los 70´s estuvo a cargo de colectivos como el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR), el grupo Lambda y Oikabeth que constituían lesbianas feministas en 1978.
Así por primera vez en México ese mismo año, un grupo de hombres y mujeres con preferencias sexuales distintas salieron a las calles, para mostrar a la sociedad moralista que el país necesitaba dar inclusión, voz y respeto a los homosexuales.
Hoy en día la Zona Rosa de la Ciudad de México es símbolo de libertad entre la comunidad de LGBTTTI, el último vagón del metro es conocido como un secreto a voces como el cabús para que los gays liguen, se vive el mes del orgullo gay con un marcha que parece más carnaval y hay más derechos igualitarios.
“La marcha tenía un sentido político, este carnaval tiene un sentido mercantil-económico”, dice la activista Yan María Yaoyólotl Castro.
A pesar de que la Ciudad de México se ha pronunciado a favor de la diferencia sexual y la no discriminación, existe la duda de si realmente la megalópolis es un espacio en el que haya inclusión homosexual en la actualidad.
“La Ciudad de México que le llaman gay friendly, no es una ciudad gay friendly porque no es citizen friendly, no es una ciudad amigable para los que vivimos en esta ciudad. Para gay friendly estará la Zona Rosa y dos tres calles, pero en Iztapalapa y en otros lugares, incluso en las Lomas, no es fácil ser homosexual”, reconoce Lizárraga.
El micrófono insurrecto
Al interior de Lambda y FHAR además del interés por tener una mayor pluralidad sexual en México, también se tenían inquietudes artísticas, por lo que en 1979 Humberto Álvarez convocó a varios músicos con los que eventualmente formó Música y Contra Cultura (MCC), un grupo de rock con el que se hablaba abiertamente de tener una inclusión gay en México.
“Nos presentamos por primera vez el 8 de marzo de 1980 en el auditorio Ho Chi Minh (…) Yo creo que era fundamental, que fue un parteaguas, abrió las posibilidades para que mucha gente que eran los fans del rock progresivo o del rock alternativo, es decir un rock que no hacía concesiones con establishment”, recuerda Álvarez en entrevista para Reporte Indigo.
MCC fue la primer banda en hablar abiertamente del amor gay en México y los derechos de género, sentando un precedente, además de avivar a un público de nicho fuera de lo ordinario.
“A veces teníamos que hacer tres tocadas, viernes, sábado y domingo porque era tanta la gente que se quedaba afuera que teníamos que salir a decirles ‘oigan ya no caben, ya no hay cupo pero mañana les prometemos que tocamos, vénganse mañana’”, recuerda el músico de cuando realizaban conciertos en el Foro Isabelino del Centro Cultural Tecolote en la calle de Sullivan en la Ciudad de México.
Salir del clóset cada día
Los movimientos que buscaban equidad sexual luchaban con consignas hacia la sociedad y el Estado mexicano que les juzgaba y reprimía por su condición diferente, sin embargo, fuera del mitin o la asamblea, salir de casa, se volvía una lucha personal, como salir del closet por primera vez todos los días.
“Hablamos de salir del closet, pero efectivamente es cada día, incluso hoy en día. Te presentan a alguien y no es que le vayas a decir ‘hola, soy fulanito y soy homosexual’ pero que en un momento dado se presente la oportunidad y que respondas con honestidad y eso es un trabajo eterno”, cuenta Lizárraga.
El ser amanerado tenía sus consecuencias en 1965 en la Ciudad de México, desde la secundaria 56, Braulio Peralta tomaba justicia a puño limpio para vencer la moral y los prejuicios mexicanos, ya que desde joven fue molestado por un compañero por ser gay.
“Me tuve que defender como los machos mexicanos, porque sabía que si aceptaba el bullying de una persona, iba a ser el escarnio y la burla de mis compañeros de secundaria y siempre he dicho yo que lo maricón no está en ser cobarde, lo maricón está en enfrentar el mundo con una actitud rebelde y congruente con lo que somos y con lo que queremos y con el respeto que merecemos, como cualquier otra diversidad”, recuerda el periodista
Represión: el ayer y hoy
La noche es sinónimo de diversión a costa del alcohol y un antro de moda en cualquier parte del mundo, pero en los 70 el goce peligraba en terminar en un acto de violencia contra las minorías homosexuales que se daban cita en bares y lugares por ellos o ellas conocidos.
“A la salida de los bares yo sí sufrí persecución policiaca y de hombres machistas que iban a golpear lesbianas, sí viví directamente con mis amigas y con mis relaciones amorosas que tuve, situaciones de represión terribles”, confiesa Yan María Yaoyólotl Castro, fundadora de Oikabeth.
El 14 en la República de Ecuador no discriminaba clases sociales ni oficios, ya que era frecuentado por militares, adictos, gente de Tepito y era un espacio en el que dominaba el morbo debido a su ambiente de congal.
La nota roja se cubría con censura cuando había crímenes contra los homosexuales, eran diarios como La Prensa o Alerta los que se atrevían a develar de manera sensacionalista los homicidios de este calibre, como los perpetuados contra Cuauhtémoc Zúñiga y Rafael Elizondo, miembros de la comunidad artística capitalina y que fueron despojados de la vida en 1982 y 1984, respectivamente.
“Se sigue viviendo igual, porque se siguen viviendo asesinatos, sigue habiendo discriminación”, afirma Peralta.
Vivir con miedo
La pluralidad en el país ha cambiado a casi cuatro décadas de distancia, los matrimonios igualitarios están vigentes en la Ciudad de México, inclusive ya se permite el cambio de género en las actas de nacimiento de igual manera en la capital, pero al interior de México pareciera que todavía vivimos en una época medieval y de sometimiento para quienes tienen preferencias sexuales distintas.
“Si tú te vas a provincia y a los pueblos pequeños hay un terror, es miedo a poder hablar de expresarse y hablar de la homosexualidad”, comenta Álvarez, quien vivió en Jiutepec, Morelos en 1985 y en Malinalco, Estado de México al siguiente año.
Machismo, feminicidios e intolerancia, son sucesos que también orillaron a Yaoyólotl Castro a regresar a la capital del país, quien migró a Jalisco, Oaxaca y Morelos en los últimos 30 años con la esperanza de establecerse, pero encontró una negativa a su condición de lesbiana.
“Yo siento un profundo clima de represión social, de hecho me fui a vivir a un estado de la república y me acabo de regresar porque de plano no va a ser posible la liberación, realmente sana y sexual en los estados de la república”, comenta.
Campesinos, jóvenes de nivel rural, indígenas segregados homosexuales, son la otra cara que México no se atreve a hablar y ni siquiera llegan a la discriminación general por no ser parte del radar.
“¿Cómo hablan ellos de su sexualidad? ¿Quién habla de eso? ¿Cómo pueden vivir en sus comunidades su homosexualidad?”, cuestiona Álvarez del asunto.
El arcoíris político
Los grupos de presencia homosexual en los setentas funcionaron también como un laboratorio de incubación para congregar intereses políticos, al interior de Lambda y Oikabeth no tardaron en detonar las preferencias partidistas, haciendo migrar a sus integrantes originales, como fue el caso de Xabier Lizárraga quien era apartidista y dejó el movimiento.
La izquierda fue la primera en apoyar abiertamente a la comunidad homosexual, por lo que distintas personas de los colectivos empezaron a militar en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) que el día de hoy no cuenta con registro.
“Los que eran del PRT querían meter su discurso trotskista, los que éramos anti partidistas, queríamos meter otros discursos (…) en Lambda no se rechazaba la participación de los grupos políticos, se rechazaba que los partidos políticos nos usaran como munición”, aclara Lizárraga.
Para la contienda presidencial del 2018 el Consejo Nacional Indígena (CNI) en conjunto con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) impulsan a María de Jesús Patricio Martínez como candidata independiente, quien es de origen nahua, y para Yaoyólotl Castro es importante impulsar a esta fuerza femenil para el siguiente año en las urnas.
“Yo espero que Mancera el año próximo salga con los jotos y las jotas a la calle y marche junto con nosotros”, agrega Peralta en respecto a que el mandatario tenga sinergia con las personas homosexuales.
La nueva estafeta LGBTTTI
Las tres fuerzas impulsoras de la apertura homosexual en México saben que ahora corresponde a las nuevas generaciones llevar la directriz en el movimiento por los derechos LGBT, y ante la modernidad también se sumergen en la nueva participación que más que cara a cara es virtual.
“Muchos compañeros actualmente conocen más personas virtuales que carnales y a eso también tenemos que hacer la lucha ahí”, apunta Lizárraga.
El diálogo está en las redes sociales más que en las calles, la militancia ya no es propagandística, ahora es con emojis y botones de arcoíris en Facebook, por eso para Juan Jacobo Hernández, cofundador del FHAR, es necesario utilizar estas plataformas como nexo entre el pasado y lo presente.
“Nosotros tenemos que reaprender a relacionarnos con los jóvenes, por toda una serie de factores que no se daban antes y se dan ahora, el ciberespacio por ejemplo o la manera como se están relacionando los jóvenes por Facebook o por el Grindr, o lo que sea, tenemos que hacer un esfuerzo para entender mejor estas dinámicas y no ser solo críticos”, reconoce Hernández.
Sin embargo, la moral en México es uno de los grandes obstáculos a vencer junto con los prejuicios sociales, antes de pensar en un cambio político de forma; para Humberto Álvarez debe de haber una reformación de pensamiento.
“Cuando empezaron los movimientos políticos, eran sociales y políticos, pero no eran espirituales, y en ese sentido adolecieron de esa parte tan importante que ahora estamos viendo que es fundamental”, concluye el músico especificando que la búsqueda espiritual no tiene que ver con lo religioso, sino con la paz personal y mental.