Peña Nieto bajo la lupa

En medio de un estancamiento en la economía mexicana llega una evaluación del primer año de gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. 

Hace un año la revista The Economist dio su tibio apoyo a la candidatura del ahora presidente (llamándolo “el menos peor” de los candidatos), y ahora la publicación ha evaluado el progreso de la agenda de reformas del ejecutivo Federal. 

Rolando Hinojosa Rolando Hinojosa Publicado el
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Bajo el monopolio de Pemex, la producción petrolera de México ha caído más de 20 por ciento en la última década, sus reservas probadas han disminuido casi un tercio en el mismo periodo, y las importaciones mexicanas de energía han aumentado en consecuencia

En medio de un estancamiento en la economía mexicana llega una evaluación del primer año de gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. 

Hace un año la revista The Economist dio su tibio apoyo a la candidatura del ahora presidente (llamándolo “el menos peor” de los candidatos), y ahora la publicación ha evaluado el progreso de la agenda de reformas del ejecutivo Federal. 

El veredicto: aunque ha tenido un desempeño mixto, el primer año del sexenio de Peña Nieto ha tenido más cosas positivas que negativas, y si logra implementar su programa de reformas podría transformar al país. 

Pero The Economist advierte que esto representa una condición bastante grande, ya que una cosa es conseguir la aprobación de una reforma y otra es esforzarse por lograr que los cambios propuestos de hecho se realicen. 

Tomando como gran objetivo incrementar la competencia para impulsar el crecimiento económico y la productividad al mismo tiempo que se reduce la pobreza, las reformas apoyadas por la alianza del Pacto por México necesitan combatir intereses políticos y económicos, como lo son los de grandes empresas como Telmex, Televisa y TV Azteca, y los de los poderosos sindicatos de maestros y de las paraestatales energéticas.

The Economist subraya la importancia de la regulación pertinente y las instituciones encargadas de vigilarla para lograr los objetivos de las reformas. 

Frente al poder de los intereses que buscan combatir, instituciones como el Instituto Federal de Telecomunicaciones (Ifetel), la Comisión Federal de Competencia Económica (CFCE), y el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), entre otras, tendrán que contar no sólo con un buen marco regulatorio, sino con apoyo político que les permita actuar aun cuando sus decisiones sean desafiadas.

La reforma energética

La publicación indica que el más grande reto de las reformas estructurales es la reforma energética, cuya tarea inmediata es asegurar la aprobación de enmiendas constitucionales que permitan a empresas que no sean Pemex o la CFC participar en el sector energético. 

Esto es crucial ya que la revista considera que el desempeño de las paraestatales energéticas mexicanas ha dejado mucho que desear en los últimos años. 

Bajo el monopolio de Pemex, la producción petrolera de México ha caído más de 20 por ciento en la última década, sus reservas probadas han disminuido casi un tercio en el mismo periodo, y las importaciones mexicanas de energía han aumentado en consecuencia. Pemex carece de la tecnología y del capital para explotar los recursos de México y para construir nuevas refinerías y ductos.

Al mismo tiempo, la CFC ha contribuido a que el precio de la energía para las industrias mexicanas sea casi el doble de caro que el que pagan del otro lado de la frontera las empresas estadounidenses contra las que compiten.

Pero, frente a estas circunstancias, The Economist considera que la reforma propuesta es decepcionante, ya que no logrará atraer suficiente inversión al ofrecer contratos que comparten utilidades y no producción. La revista indica que el modelo de producción compartida, propuesto en México por el PAN, ha funcionado en países como Noruega, entre otros.

A pesar de la oposición de una minoría muy vocal, la publicación opina que es necesario que Peña Nieto apoye el más ambicioso plan propuesto por el PAN y le explique a los mexicanos que, bajo el status quo, el petróleo no es de los mexicanos, sino que es explotado para el beneficio de Pemex, sus sindicatos y sus proveedores.

 

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