Ni para comer
En México, ganar lo suficiente para comprar lo básico para comer puede ser un sueño para muchas personas.
Casi cuatro de cada 10 no pueden comprar la canasta básica con lo que ganan en su trabajo.
Cifras de la organización México, ¿cómo vamos? señalan que la pobreza laboral no ha podido superarse tras la crisis que sobrevino en el 2008, pues a partir de ahí el índice de personas en esa condición no ha bajado del 35 por ciento. Al primer trimestre del 2017, este índice fue del 38.9 por ciento.
Imelda García
En México, ganar lo suficiente para comprar lo básico para comer puede ser un sueño para muchas personas.
Casi cuatro de cada 10 no pueden comprar la canasta básica con lo que ganan en su trabajo.
Cifras de la organización México, ¿cómo vamos? señalan que la pobreza laboral no ha podido superarse tras la crisis que sobrevino en el 2008, pues a partir de ahí el índice de personas en esa condición no ha bajado del 35 por ciento. Al primer trimestre del 2017, este índice fue del 38.9 por ciento.
“La pobreza laboral es una situación en la que el ingreso laboral de un hogar no es suficiente para alimentar a todos sus miembros.
“Hogares en pobreza laboral pueden lograr alimentarse a partir de ingresos no laborales como remesas, transferencias o acceso a programas sociales”, explica la organización.
La canasta básica urbana tiene un precio mensual de mil 422 pesos; incluye consumos diarios mínimos: 21 gramos de bistec, 13 gramos de carne molida, 3 gramos de chorizo, cuatro gramos de jamón.
Los estados con la pobreza laboral más grave son Chiapas –donde 67 de cada 100 personas no pueden subsistir con lo que ganan en su trabajo; Oaxaca, con 62 por ciento; y Guerrero, con 59 por ciento.
Esto no ha podido revertirse a pesar de que se han creado cientos de miles de empleos en el país, según lo ha anunciado el Gobierno federal.
La precariedad en los salarios es el principal factor por el que las personas no pueden cubrir todas sus necesidades.
Salarios insuficientes
Basta un vistazo a las bolsas de trabajo para ver que la mayoría de los empleos que se ofrecen tienen salarios muy bajos.
“Personal de limpieza en general para laborar en gimnasio y centro deportivo. $3,000 al mes”; “Ayudante general para tienda de helados. $3,000 al mes”. “Ayudante general para ferretería. $4,000 al mes”; “Cajera y atención al cliente, Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe. $4,500 pesos al mes”.
En casi todos los casos se pide experiencia laboral, disponibilidad de tiempo completo y no tener antecedentes penales. Esto implica disposición para trabajar todos los días, incluidos los fines de semana, descansar solo un día y a veces trabajar turnos de más de 8 horas.
Una persona que gana 3 mil pesos al mes (1.5 salarios mínimos) y que trabaja seis días a la semana, gana 125 pesos por cada jornada de trabajo. Si se divide en los 30 días del mes, son 100 pesos diarios.
Si la persona que tiene ese trabajo debe tomar un camión y un viaje en el metro para llegar a su empleo, gastará por lo menos 22 pesos diarios para ir a trabajar –al menos 35 pesos si vive en el Estado de México, donde el transporte es más caro-.
Esto dejaría 103 pesos diarios que el trabajador deberá dividir entre el pago de alimentos para él y sus dependientes; vivienda –renta o mantenimiento de la propia-; servicios –gas, luz, agua, teléfono-; vestido; salud; educación; y otros gastos.
En lo que va del sexenio, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), se han creado 2 millones 400 mil empleos.
De ellos, revela la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, el 68 por ciento son trabajos con un sueldo desde 1 hasta 3 salarios mínimos. Esto es, perciben ingresos de entre 2 mil 400 y 7 mil 200 pesos. Esto representa entre 80 y 240 pesos diarios.
El 14 por ciento de todas las personas que trabajan en el país, lo hacen en “condiciones críticas de ocupación”; esto es, que trabajan menos de 35 horas a la semana “por razones ajenas a sus decisiones”, trabajan más de 35 horas semanales por menos del salario mínimo mensual o trabajan 48 horas semanales ganando hasta dos salarios mínimos.
Estas condiciones laborales van en contra, incluso, de la propia Constitución Política mexicana.
“Los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos”, establece el artículo 123 de la Carta Magna.
Cerrar la brecha
El Gobierno federal ha expresado en múltiples ocasiones que su intención es acortar la brecha entre el salario mínimo y la “línea de bienestar”.
La línea de bienestar, un parámetro del Coneval, incluye la adquisición de la canasta alimentaria más la canasta básica no alimentaria de consumo básico.
Alfonso Navarrete Prida, secretario del Trabajo y Previsión Social, ha dicho que esa brecha ha disminuido un 28.2 por ciento en los primeros cuatro años de gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.
En una misiva con la que respondió a una carta enviada por Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno de la Ciudad de México –quien le pidió autorizar un aumento de emergencia de 12 pesos al salario mínimo en mayo del 2017-, Navarrete comentó que entre diciembre del 2012 y marzo del 2017, este ingreso ha recuperado el 12.2 por ciento de su poder adquisitivo, en términos reales.
“Esta recuperación representa casi cinco veces más lo alcanzado en los dos sexenios anteriores juntos, lo que nos motiva a seguir trabajando con los sectores productivos, con el mismo nivel de responsabilidad, para lograr mayores consensos en torno al verdadero objetivo de cualquier incremento al salario mínimo, que es mejorar el poder adquisitivo de los ingresos de aquellos trabajadores que menos ganan”, expuso Navarrete.
En junio pasado, el secretario convocó a los sectores productivos del país a conversar sobre un aumento al salario mínimo.
“La convocatoria es: sentémonos. Si no hay unidad en los sectores productivos no se puede diseñar una política de recuperación salarial de mediano plazo, ni siquiera de corto plazo; es complicado”, dijo el funcionario en un evento, el 22 de junio pasado.
Apenas el 12 de julio, el presidente Enrique Peña Nieto señaló que en su administración se han creado 2.7 millones de empleos, por lo que está cerca de la cifra de 3 millones, que era la meta de su sexenio.
“En cuatro años y medio de esta administración, se crearon más empleos que en los seis años completos de cualquiera de las administraciones anteriores”, presumió el mandatario.
Al finalizar su sexenio, Felipe Calderón anunció que en seis años se crearon 2 millones 170 mil 995 empleos y reconoció que las cifras no estaban al nivel que necesitaba el país.
Ingreso vs canasta básica
Los cálculos de cuánto cuesta la canasta básica, presentados por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), muestran que su precio diario es de 47.41 pesos diarios en la zona urbana y 33.81 pesos en las zonas rurales. Esto es mil 422 pesos y mil 14 pesos, respectivamente.
Lo cierto es que una persona no solo gasta 47 pesos para hacer las tres comidas en un día. Y mucho menos si tiene hijos u otros dependientes económicos.
El contenido de la llamada “canasta básica” es, por lo menos, insuficiente.
Para un día, el Coneval calcula que –entre otras cosas- una persona consume 155 gramos de tortilla de maíz –alrededor de 5 piezas-; 5 gramos de pasta para sopa; 26 gramos de pan blanco –una rebanada-; 9 gramos de arroz y 3 gramos de avena.
Calcula también 21 gramos de bistec; 13 gramos de carne molida; 20 gramos de costilla; 3 gramos de longaniza; 4 gramos de jamón; y 15 gramos de pierna de pollo.
Como estos, la canasta básica contempla 37 alimentos y bebidas, pero todos en cantidades pírricas.
La organización México, ¿cómo vamos?, ejemplifica el contenido de ese cálculo alimenticio.
El gramaje contemplado por el Coneval representa –en 12 de los 37 elementos que contempla para el consumo de un día-: 2 cucharadas de yogurt; 1 rebanada de pan blanco; 5 tortillas de maíz; ½ huevo; ¾ de galleta dulce; ½ rebanada de jamón; 1/5 de pierna de pollo; 1/7 de naranja; ½ rebanada de queso fresco; ¼ de plátano; 1/5 de litro de leche; y casi ½ lata de refresco de cola.
Esa es la canasta básica que el 38.9 por ciento de la población con pobreza laboral no puede adquirir.
Estas personas deben echar mano de otros recursos para hacerse de más ingresos que les permitan adquirir los alimentos diarios, como las remesas enviadas por mexicanos que viven en el extranjero, que llegan a más de 1 millón 200 mil hogares.
Una simple visita al súper o al mercado tradicional basta para saber que el precio de los alimentos puede ser prohibitivo para algunos bolsillos y que la canasta básica queda rebasada.
En un reporte de investigación publicado en diciembre pasado por el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la UNAM, señalan que en ese mes era necesario trabajar 23.53 horas diarias para poder adquirir la Canasta Alimenticia Recomendable (CAR).
“La Canasta Alimenticia Recomendable es una canasta ponderada, de uso y consumo diario, para una familia mexicana de 4 personas (2 adultos, un/a joven y un/a niño/a) en la que se consideraron aspectos nutricionales, de dieta, de tradición y hábitos culturales. Fue definida por el Dr. Abelardo Ávila Curiel del Instituto Nacional de Nutrición Salvador Zubirán. Está conformada por 40 alimentos, su precio no incluye gastos en su preparación”, define el CAM.
El Centro ha dado seguimiento a la relación entre el salario mínimo y el precio de esta canasta alimenticia durante varias décadas, lo que le ha permitido plasmar cómo ha ido en aumento la disparidad entre el ingreso de los trabajadores y el precio de los alimentos.
Así, por ejemplo, mientras que en diciembre de 1987 el salario era de 6.47 pesos diarios (en pesos actuales), el precio de la CAR era de 3.95 pesos; con el ingreso mínimo, una persona podía comprar 1.6 canastas alimenticias diarias y apenas tenía que trabajar 4.5 horas para cubrir las necesidades alimenticias del trabajador y su familia.
Para diciembre del 2006, el salario mínimo era de 48.67 pesos y la CAR ya costaba 80.8 pesos, así que solo alcanzaba para comprar el 60 por ciento de los alimentos necesarios; el tiempo de trabajo aumentó a 13.1 horas diarias (casi un turno y medio de jornada).
En abril del 2012, el salario mínimo era de 62.33 pesos, y la CAR tenía un precio de 160.8 pesos. El trabajador ya solo era capaz de comprar el 38 por ciento de los alimentos para él y su familia. Para comprar toda la CAR, tendría que haber trabajado 20.3 horas (dos turnos y medio de jornada).
Ya para octubre del 2016 el salario mínimo se ubicaba en 73.04 pesos mientras que la CAR costaba 218 pesos. Con ese dinero solo es posible adquirir el 33 por ciento de los alimentos necesarios.
Si quisiera satisfacer las necesidades de él y su familia, un trabajador debía laborar 23.5 horas (casi 3 turnos de 8 horas, sin tiempo para el descanso, el transporte o la comida); o un hogar debiera tener el ingreso de 3 salarios mínimos solo para pagar los alimentos de todos los días.
“Si con un salario mínimo en 2016 se puede comprar el 33.5 por ciento de la CAR, esto no quiere decir que con tres salarios mínimos se pueda hacer cumplir la Constitución, ya que con esos 3 salarios mínimos sólo se podrían adquirir los alimentos, y faltarían el resto de necesidades normales de un jefe de familia en el orden material, social y cultural y para la educación obligatoria de los hijos.
“De los 52 millones de personas que son el total de la Población Ocupada en México, al menos el 69.3 por ciento, es decir, 36 millones de personas, tienen ingresos menores a lo que la Constitución señala que debería ser el salario mínimo. Es un crimen que se comete contra millones, violando a diario la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. ¿Dónde está ahí el estado de derecho?”, cuestiona el CAM en su reporte de investigación 126.
Crece el empleo
La meta de cada año es la creación de 1 millón 200 mil empleos en todo el país.
En el primer semestre de este año, el IMSS reportó la creación de 517 mil nuevos empleos. Un poco debajo de la mitad de la meta estimada.
En su “Semáforo Económico”, la organización México, ¿cómo vamos?, señala que los estados donde se crearon más empleos –a junio del 2017- fueron Quintana Roo (381 por ciento más de lo planeado), Querétaro (372 por ciento más), Baja California Sur (297 por ciento más), Baja California (212 por ciento) y Nuevo León (201 por ciento arriba de la meta), entre otros.
Aunque todas esas entidades están por debajo de la media nacional (38.9) de pobreza laboral (donde la gente no puede comprar los alimentos de la canasta básica con su salario), un porcentaje importante de su población tiene ese problema (con cifras a marzo del 2017).
En Quintana Roo, por ejemplo, el 28 por ciento de sus ciudadanos no pueden adquirir esta canasta básica con su salario; en Querétaro es el 37 por ciento; en Baja California Sur es el 19 por ciento; en Baja California, es el 25 por ciento; y en Nuevo León, el 27 por ciento.
La organización muestra que la creación de más empleos no reduce automáticamente la pobreza laboral.
Un ejemplo es Chiapas, donde se crearon alrededor de 20 mil nuevos empleos (quedando solo 11 por ciento debajo de la meta original), la pobreza laboral es de 67.9 por ciento; es decir, casi 7 de cada 10 personas no pueden ni siquiera alimentarse con lo que ganan.
En Oaxaca, donde se crearon casi 19 mil empleos (apenas 2 por ciento menos que la meta planeada para el semestre), el 62 por ciento de la población está en condiciones de pobreza laboral.
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