La última oportunidad
Los priistas están en un momento crucial de su historia. Los acuerdos que se aprueben en su próxima Asamblea Nacional podrían abrir o cerrar la puerta al futuro.
Saben que las condiciones hacia el 2018 son adversas –más que en el 2000 y el 2006-: el partido reconquistó el poder tras 12 años de gobiernos panistas, sembrando la idea que era el tricolor el único partido que sí sabía gobernar; ahora competirá en unas elecciones donde enfrentará un pronunciado rechazo social.
Imelda García
Los priistas están en un momento crucial de su historia. Los acuerdos que se aprueben en su próxima Asamblea Nacional podrían abrir o cerrar la puerta al futuro.
Saben que las condiciones hacia el 2018 son adversas –más que en el 2000 y el 2006-: el partido reconquistó el poder tras 12 años de gobiernos panistas, sembrando la idea que era el tricolor el único partido que sí sabía gobernar; ahora competirá en unas elecciones donde enfrentará un pronunciado rechazo social.
Los escándalos de corrupción, el escalamiento de la violencia, el avance de la oposición en los gobiernos estatales y los bajos índices de aprobación pueden pegar directo al corazón del tricolor en la sucesión presidencial.
El PRI está ante varias disyuntivas: reconocer o no los errores y enmendar el camino; abrir las puertas o no para que los ciudadanos puedan ser sus candidatos; eliminar o no candados para aspirar a puestos de elección popular; poner o no reglas para evitar que se repitan casos de gobernadores perseguidos por la justicia.
Amplios sectores del PRI han visto en esta coyuntura una última oportunidad de cambiar al interior para poder prevalecer al exterior.
El próximo 12 de agosto, la Asamblea Nacional, el máximo órgano de dirección del PRI, se reunirá en la Ciudad de México para definir las reglas que los regirán en los próximos años y, en particular, en el proceso electoral del 2018.
Son varios los grupos que al interior del tricolor han levantado la voz para promover cambios en la vida interior del partido. Un choque de trenes podría ocurrir y pueden ocurrir dos escenarios: se impone la disciplina partidista o se abre el camino a la escisión.
Rebelión interior
Como pocas veces ha sucedido en su historia, al interior del PRI se ha desatado una discusión sobre el rumbo que tomará el partido de cara a las elecciones del 2018.
Un grupo de priistas se rebeló contra lo que parecía inminente: la designación del candidato presidencial desde la cúpula partidista y de gobierno. Quieren que sea electo por los militantes.
El pragmatismo del presidente Enrique Peña Nieto para la elección de los candidatos a cargos de elección popular es conocido entre los tricolores, así que pidieron que se modificara la forma de elegir a quienes representarán al PRI.
La Asamblea Nacional es el máximo órgano de decisión en el partido. Es ahí donde se deciden los cambios a los estatutos y las reglas con que se juega al interior del PRI.
Antes de cada elección presidencial, los priistas se reúnen para definir cuáles serán las reglas que se aplicarán en la contienda.
A la XXII Asamblea Nacional de este año, que será el 12 de agosto en la Ciudad de México, la precederán varias mesas temáticas en las que se construirán las propuestas sobre diversos temas. Se realizarán los días 9 y 10 de agosto.
La más polémica es la mesa de Estatutos, que se llevará a cabo en Campeche y donde se decidirá si se modifican o no las reglas para la candidatura presidencial, proyecto que después deberá ser aprobado en el pleno de la Asamblea Nacional.
Los priistas ya se han agrupado para defender intereses comunes rumbo al proceso electoral del 2018, que arrancará ya el 8 de septiembre.
Y no se trata de cualquier priista. Varios de los inconformes han tenido cargos de elección popular y de dirección dentro del partido.
Una de las primeras en levantar la voz fue Ivonne Ortega Pacheco, quien pidió licencia como diputada federal para dedicarse de lleno a la promoción de su aspiración presidencial.
Ortega, exgobernadora de Yucatán y exsecretaria general del PRI cuando César Camacho fue presidente del partido, encabeza la corriente Alianza Generacional que ha existido desde la década de los 70. A ese grupo pertenece también el exdiputado José Ramón Martel.
Ulises Ruiz es otro de los rebeldes del PRI. El exgobernador de Oaxaca envió en días pasados una carta al Instituto Nacional Electoral para pedirle que vigile el desarrollo de la Asamblea Nacional para garantizar que transcurra conforme a derecho.
Una de las inquietudes de Ruiz es, por ejemplo, que no haya la necesidad de tener un quórum requerido en las mesas de discusión, sino que las propuestas y modificaciones podrán ser aprobadas con los votos de quienes estén presentes en ese momento.
“Esta omisión premeditada deja abierta la puerta para que con menos de la mayoría o, peor aún, con una raquítica minoría de delegados electos, se tomen determinaciones importantes”, sostuvo el priista en su misiva.
Manlio Fabio Beltrones también será uno de los factores decisivos en la próxima Asamblea Nacional del tricolor.
Beltrones ha sido uno de los críticos más duros contra la actual dirigencia nacional de Enrique Ochoa y contra la intención de imponer candidatos que no representan los valores del PRI en el ejercicio de sus cargos públicos.
“El partido no puede seguir siendo un taxi que traslade de un lugar a otro a personas que no tengamos la seguridad que van a cumplir con la obligación del partido, porque después es el partido el que sale raspado”, dijo en una entrevista con el diario Reforma.
El político sonorense ha pedido no hacer trajes a la medida para la elección del 2018 y no perder el tiempo discutiendo las reglas de la candidatura presidencial cuando se debiera estar construyendo la propuesta que se ofrecerá a los ciudadanos.
¿Vientos de fractura?
El tricolor ya vivió una fractura que lo partió en dos y de la cual nació la que después sería su principal oposición.
En 1987, la llamada Corriente Democrática –en la que participaban Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, entre otros- quería que fueran los militantes quienes escogieran al candidato presidencial.
Se pronunciaban además sobre la situación del país y los errores que había tenido el gobierno de Miguel de la Madrid.
Al no ser escuchados por el partido, cuando Carlos Salinas de Gortari fue nombrado candidato presidencial, Cárdenas y su grupo abandonaron el PRI. Tiempo después se conformó el Frente Democrático Nacional que postularía a Cárdenas como abanderado; varias de las organizaciones que participaban en él formarían después el PRD.
El simbolismo de esa escisión fue revivido hace unos días, cuando Ivonne Ortega acudió al festejo de cumpleaños de Porfirio Muñoz Ledo.
“Leí la carta de renuncia (al PRI) de Porfirio Muñoz Ledo. Muchas de las cosas que presenta la carta se siguen viviendo en los tiempos actuales”, afirmó Ortega al salir de la celebración.
“Considero que el Partido ha abdicado de su tarea histórica y desistido del papel de vanguardia que le correspondía frente a la crisis. Tras de sus siglas se esconde hoy un designio entreguista y antipopular que es indispensable combatir”, escribió Muñoz Ledo en su carta de renuncia al tricolor, el 15 de diciembre de 1987.
“Para nuestros abuelos y nuestros padres, ser priista era un orgullo; hoy, muchos priistas se avergüenzan de serlo (…) Vemos a algunos presidentes municipales, diputados, senadores, gobernadores y funcionarios del Gobierno federal cometiendo actos de corrupción y en muchos casos librándose de su responsabilidad con impunidad. Muchos priistas se han alejado de su gente, han dejado de escucharla”, dijo Ivonne Ortega en un video publicado en sus redes sociales, el 16 de mayo pasado.
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