Quedó pendiente un bautizo
El templo de Santiago Apóstol, en Atzala, Puebla, sepultó a 20 de 80 asistentes al servicio religioso, incluyendo a la bebé presentada al sacramento y su familia
J. Jesús LemusEn Atzala, Puebla, quedó pendiente un bautizo. El sismo del pasado martes no sólo suspendió la ceremonia, sino que arrebató la vida a 20 de las más de 80 personas que asistían a la celebración religiosa de la niña que llevaría por nombre Elydeth. El cielo del templo de Santiago Apóstol los sepultó a todos. Dicen que los mató su fe.
La segunda llamada a misa fue en punto de las 12:50 del día, y todavía sorprendió a Manuela e Ismael a las carreras; en la puerta, Ismael apresuró a su mujer. María de Jesús, de siete años, la otra hija del matrimonio, también esperaba ansiosa a su madre.
En el templo los estaban esperando los que serían sus compadres: Susana Villanueva y Florencio Flores. El sacerdote Pedro Tapia Flores y el vicario Néstor Cuatli Xicalli también aguardaban a que los principales de la ceremonia se acercaran hasta el altar.
No habían pasado ni diez minutos de la celebración, cuando todo comenzó a crujir. El sacerdote fue el primero que supo que estaban frente a un sismo y llamó a todos a la calma. Pidió que todos salieran en calma. Los dos religiosos se sujetaron a su fe y comenzaron a orar en silencio. La mayoría de los presentes siguió el ejemplo y hubo quienes hasta decidieron sentarse a esperar que pasara la sacudida. Los que estaban más próximos a la puerta decidieron salir al atrio.
“Todo comenzó a moverse. Las bancas brincaban. Las paredes y el techo del templo comenzaron a crujir”, dijo Ana María, una de las asistentes al bautizo, que milagrosamente resultó ilesa porque pudo colocarse a un costado de la puerta principal del templo.
El cielo de la bóveda del templo fue lo primero que se comenzó a desprender. Afuera se escuchó el estruendo de la caída de la parte superior del frontispicio y de los campanarios de templo.
“Mucha gente estaba bañada en sangre. Otros sólo estaban bañados de tierra. Pero a todos se les veía el miedo en la cara”, narró Ana María, mientras lloraba frente a la retahíla de féretros que este martes eran velados en unas de las calles principales del pequeño poblado.
Los últimos en salir del templo en escombros fueron los sacerdotes Tapia y Cuatli, que fueron los primeros en organizar a la gente para sacar a los lesionados. Dentro del templo perdieron la vida 20 personas.
A Manuela y a sus dos hijas las sacaron de entre los escombros, sin ningún signo vital. A Ismael aún lo pudieron rescatar con vida y fue trasladado a un hospital de la ciudad de Puebla, en donde su estado de salud se reporta “estable pero grave”.
Los padrinos también fueron sacados sin vida de entre los escombros; Susana fue encontrada junto al cuerpo de su hijo Samuel, de 2 años, y a Florencio lo encontraron abrazando los restos de su hija Azucena, de 4 años. Los cuatro fueron velados junto a la ahijada y a la comadre que ya no fue.
Triste presagio
En Atzala, uno de los municipios más pobres de la zona de la Mixteca, no se puede disipar el aire de la tristeza. Hay miedo entre la población.
Hay instalado un albergue temporal en el auditorio municipal, pero solo cinco familias se han refugiado en él. No hay presencia del Ejército ni de la Marina. Toda la ayuda humanitaria fluye a través del Gobierno local y de organizaciones civiles.
En los trabajos de búsqueda y rescate entre los escombros de algunas viviendas que colapsaron no se presagian buenas noticias, pues se ha enviado a perros adiestrados en búsqueda de cadáveres y no de personas vivas.
Karin, de siete años y medio, de raza labrador, es uno de esos perros adiestrados en la búsqueda de restos humanos sin vida. Junto con su manejador, Hugo Simanca Vásquez, está listo para iniciar su labor.
Merodean lo que quedó en pie del templo de Santiago Apóstol. Karin se echa fastidiado por el calor de la Tierra Caliente. Bosteza. Jadea. Ningún indicio lo llama hacia los escombros. Es como si supiera que allí ya no hay nada que buscar. Ladra de vez cuando en dirección al templo, como si supiera que allí quedó pendiente un bautizo.