La cara que el presidente Donald Trump ha mostrado al mundo durante las protestas por los derechos de la comunidad afroamericana y el racismo, va a tener implicaciones en las elecciones presidenciales que se disputarán el próximo 6 de noviembre.
El empresario neoyorquino ha recibido críticas por su respuesta a la crisis racial, pero también por su manejo de la emergencia sanitaria que tiene a Estados Unidos como el país con más contagios en el mundo (1.8 millones de casos confirmados).
Ambas situaciones ya pasaron factura y como resultado, el demócrata Joe Biden encabeza por diez puntos de diferencia las preferencias electorales, de acuerdo con una encuesta de Real Clear Politics publicada el 31 de mayo.
Para Juan Pablo Galicia, analista político, aún con los resultados de las encuestas, Trump tiene oportunidad de resultar ganador por el sistema electoral del país y las acciones que emprendió para mitigar los movimientos sociales, las que resultan enérgicas, cobijadas bajo el argumento de la falta de capacidad de los gobiernos locales para aplacar a los manifestantes, que son en su mayoría controlados por el partido Demócrata.
Trump ordenó el despliegue de las fuerzas armadas para contener los disturbios, calificó a los manifestantes como terroristas y acusó que el país es atacado por grupos de anarquistas profesionales.
“Su reacción es para contragolpear, para generar polémica y decir que los gobernadores demócratas no hacen su trabajo en las ciudades que administran y que hay fuerzas externas dentro de este movimiento”, comparte Galicia.
Aprobación en picada
Los disturbios en Washington llegaron a tal nivel que el 31 de mayo, en un hecho histórico, provocaron que la Casa Blanca apagara sus luces mientras el presidente y su familia se resguardaban por un momento en un búnker dentro del inmueble.
“El hecho de que se apagaran las luces de la Casa Blanca representa que el presidente está contra las cuerdas, pero eso no significa que ha perdido su poder”, opina Juan Pablo Galicia.
Con estos incendios a medio apagar, el 53.5 por ciento de los estadounidenses desaprueban al empresario contra 42.9 por ciento que aprueba al presidente, de acuerdo con un sondeo de Five Thirty Eight.
Por ahora, además de la administración federal, también está en juego el sistema político, económico, sanitario y social del país, frentes que Donald Trump deberá apaciguar antes de pensar en una próxima temporada en la Casa Blanca.
Resistencia masiva al Racismo
La más reciente movilización social contra el racismo en el territorio del tío Sam ocurre en medio de una crisis económica y sanitaria sin precedentes.
Hasta la fecha, más de 100 mil personas fallecieron por COVID-19 y se espera que el Producto Interno Bruto (PIB) se contraiga hasta un 7 por ciento al cierre de este año.
Aun cuando los afroamericanos representan solo el 12.5 por ciento de la población total en Estados Unidos, equivalen al 22.4 por ciento de las muertes ocasionadas por el virus, debido a las disparidades económicas y de salud que padecen, de acuerdo con estimaciones del Instituto de Política Económica (EPI, por sus siglas en inglés)
Según los últimos datos del Departamento del Trabajo, la tasa de desempleo de esta población es del 16.7 por ciento, en contraste el desempleo blanco se ubica en 14.2 por ciento.
La Ley de Derechos Civiles de 1964 terminó con la segregación racial y prohibió la mayoría de las formas de discriminación en los lugares de trabajo, escuelas e instalaciones públicas, pero en el año 2020 todavía son evidentes las segregaciones y el racismo entre la población negra y blanca.
Los hogares de la comunidad afroamericana ganan una fracción de lo que se percibe en los de las personas blancas, esto quiere decir que por cada dólar este grupo recibe 59 centavos.
La Oficina del Censo estima que la brecha de los ingresos familiares anuales entre una población y la otra es de aproximadamente 29 mil dólares anuales.
De igual firma los estadounidenses negros tienen más del doble de probabilidades de vivir en la pobreza que los blancos y, al mirar hacia los niños, el número es tres veces más que para los blancos.
Otro aspecto que demuestra las desigualdades entre un segmento y el otro es que la brecha salarial es peor que hace casi 20 años. En el 2000, el estadounidense blanco promedio ganaba 21.8 por ciento más que su homólogo negro; para el cierre del 2019 la cifra aumentó a 26.5 por ciento.
Sara Malva, analista independiente en movimientos sociales estadounidenses, confía en que, a diferencia de lo ocurrido en décadas anteriores, el actual levantamiento provoque un cambio verdadero.
“Esta protesta social se ubicó en el centro del debate porque demuestra que la herida del racismo en Estados Unidos sigue abierta. Lo que el mundo está viviendo es único y tal vez eso fue lo que motivó a las personas a tomar las calles, pero se debe luchar para que no se apague este sentimiento”, comenta la especialista.
En la mira de todos
La historia se repite, aunque en esta ocasión hay un elemento que hace 50 años no estaba presente: la tecnología.
La difusión de las imágenes de las manifestaciones, la quema de estaciones de policía, e incluso los disturbios afuera de la Casa Blanca le dieron la vuelta al mundo en cuestión de horas gracias a las redes sociales.
Además de ayudar a darle visibilidad a la situación que comenzó en Minneapolis y que se ha extendido a más de 250 protestas, estas plataformas también están ayudando a recaudar fondos.
El Fondo Comunitario de Fianza de Brooklyn recibió 1.8 millones de dólares solo 24 horas después de que un tweet alentara a otros a donar como una forma de apoyar las manifestaciones. contra el racismo
En tanto que a la familia de George Floyd se le está apoyando a través de contribuciones en un fondo conmemorativo en GoFundMe, en el que hasta ayer 1 de junio, 142 mil 187 personas habían donado.
Stephanie Henaro, quien también es experta en geopolítica, opina que las redes sociales están jugando un papel crucial, aunque advierte que se debe tener cuidado, porque se puede caer en una glorificación de la violencia.