Renovarse o morir
La carrera hacia el 2018 ya comenzó. Y el primer paso que tomarán los partidos será renovar sus dirigencias rumbo a ese proceso.
Las tres principales fuerzas políticas del país concluirán en las próximas semanas con el proceso de actualización de sus dirigencias.
Se trata no solo de un asunto rumbo a los futuros procesos electorales.
En el PRI, la transformación pasará necesariamente por una mayor colaboración entre el partido y la Presidencia de la República. Deberán aliarse para pasar de la mejor manera la segunda parte del mandato de Enrique Peña Nieto.
Imelda García
La carrera hacia el 2018 ya comenzó. Y el primer paso que tomarán los partidos será renovar sus dirigencias rumbo a ese proceso.
Las tres principales fuerzas políticas del país concluirán en las próximas semanas con el proceso de actualización de sus dirigencias.
Se trata no solo de un asunto rumbo a los futuros procesos electorales.
En el PRI, la transformación pasará necesariamente por una mayor colaboración entre el partido y la Presidencia de la República. Deberán aliarse para pasar de la mejor manera la segunda parte del mandato de Enrique Peña Nieto.
En el PAN y el PRD se trata también de una urgente reestructuración interior para intentar enmendar algunos errores que les ha costado perder votos en el proceso electoral del 7 de junio pasado.
El PAN, por ejemplo, busca remontar la caída en la preferencia de los electores que mantiene a este instituto político con el índice de votación más bajo de los últimos 25 años.
En el PRD la crisis llegó con la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, en un trance heredado a Carlos Navarrete, quien acababa de tomar protesta como nuevo dirigente del partido del sol azteca, pero que culminó con la salida de algunos de sus cuadros más representativos y la pérdida de la mitad de sus curules en la Cámara de Diputados.
La elección del 2016, en la que se jugarán 12 gubernaturas, encontrará a los tres nuevos dirigentes ya asentados en sus cargos. Ahí apenas comenzará el reto para ellos.
PRI, transición ‘en unidad’
Tras meses de incertidumbre sobre quién dirigiría los destinos del gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI), la semana pasada el asunto se resolvió: será Manlio Fabio Beltrones el sucesor de César Camacho.
Fieles a la tradición priista de la designación cupular, la llegada de Beltrones al relevo priista representa la continuidad de los nombramientos recientes hechos desde el Comité Ejecutivo Nacional del tricolor.
La designación única -el “dedazo”, como se le conoce coloquialmente- fue retomado nuevamente en el PRI en fechas recientes.
Ocurrió así con las designaciones de los nueve candidatos a las gubernaturas que se disputaron este año. En todos los casos, se trató de nombramientos hechos desde la cúpula del partido y no en las entidades que buscaban gobernar.
Estas designaciones fueron realizadas buscando candidatos que dieran buenas posibilidades de triunfo al tricolor.
Lo mismo ocurre con la elección de Beltrones como nuevo dirigente del PRI. A pesar de ser uno de los políticos con mayor trayectoria dentro del partido, el todavía coordinador de los diputados federales priistas tiene ideas reformadoras para reconducir al partido.
Fiel a su idea de conformar gobiernos de coalición, Beltrones fue el artífice de acuerdos con otras fuerzas políticas para la consolidación de las reformas en el Congreso de la Unión.
Lejos de un partido alejado de otras fuerzas políticas, los priistas saben que bajo el liderazgo del político sonorense, el PRI buscará sumar apoyos para las medidas que se impulsen desde la Presidencia de la República.
Partido Acción Nacional, ¿la regeneración posible?
En el Partido Acción Nacional (PAN) la consigna es clara: o deslindan su destino de la dirigencia de Gustavo Madero, quien ha sido presidente del albiazul –de forma intermitente- desde diciembre del 2010.
Madero llegó a la dirigencia nacional del blanquiazul como producto de un acto de rebeldía contra el entonces presidente de la República, Felipe Calderón, que buscaba imponer en ese espacio a Roberto Gil Zuarth, uno de sus incondicionales.
Desde entonces, Madero se dedicó a conformar un grupo de aliados a quienes les dio poder político al interior del partido.
Los malos resultados electorales y la explosión de varios escándalos entre los panistas, llevaron a que el maderismo se desgastara al interior del partido, por lo que se comenzó a gestar una idea de cambio.
El problema de la bandera del cambio es que la ondea Ricardo Anaya, uno de los panistas más cercanos a Madero a quien, incluso, sustituyó como presidente nacional cuando éste pidió licencia para buscar la candidatura a una diputación plurinominal.
Anaya ha afirmado que el PAN requiere de la unidad, la reconciliación y la regeneración para volver a ganar la confianza ciudadana rumbo al 2018.
Su contrincante, el senador Javier Corral, ha acusado que es imposible que Anaya encabece un esfuerzo de regeneración en el partido, ya que se encuentra atado por los compromisos que tiene con el grupo maderista.
El nuevo dirigente de los panistas no solo tendrá ante sí el reto de los procesos electorales de los tres años siguientes, sino terminar con las crisis que los han perseguido en los últimos meses y que van desde las acusaciones por pedir “moches” a cambio de la asignación de recursos para obras, la fiesta en Puerto Vallarta donde se le vio a diputados del albiazul bailar con escorts o el faltante de más de 20 millones de pesos de las arcas de la bancada blanquiazul en San Lázaro.
PRD, apocalipsis ajeno
Recién llegado a la presidencia nacional del PRD, a Carlos Navarrete le estalló la crisis en sus manos.
Nueve días después de que desaparecieran los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Navarrete tomaba protesta como líder del perredismo. Tuvo que lidiar con los reclamos por haber apoyado a José Luis Abarca como candidato a la alcaldía de Iguala, Guerrero o por la inacción del partido para presionar a que Ángel Aguirre renunciara como gobernador de esa entidad.
A pesar de ser el presidente nacional del PRD, lo cierto es que fue la dirigencia anterior, encabezada por Jesús Zambrano, la que tomó las decisiones que afectaron a Navarrete.
La salida de liderazgos históricos del partido, como Cuauhtémoc Cárdenas o Alejandro Encinas, trajo el abandono de cientos de afiliados y apoyos de base en distintos lugares del país; sobre todo en la Ciudad de México, otrora bastión del perredismo nacional.
Como resultado, el PRD perdió votos y, con ellos, posiciones importantes en varias entidades del país.
A nivel federal, el PRD perdió la mitad de sus diputados federales; en el Distrito Federal se quedó solo con el gobierno de seis delegaciones –de 14 que tenía- y perdió la mayoría en la Asamblea Legislativa.
Además, la pérdida de apoyo ciudadano se traducirá en la disminución de recursos económicos disponibles para los próximos años.
Aunque en un principio Navarrete minimizó el impacto de todas estas crisis, finalmente terminó por poner su cargo a consideración de los perredistas. El relevo quedó pactado para mediados de septiembre.
A pesar de que han sido varios los perredistas que han levantado la mano con la intención de ser los sucesores de Navarrete, son tres los perfiles que sobresalen para poder encaminar al partido en los próximos años.
Ellos son Armando Ríos Piter, senador de la República y quien renunció a sus aspiraciones como candidato a la gubernatura de Guerrero porque, según dijo, el partido le pidió proteger a Ángel Aguirre de las investigaciones por los hechos de Iguala.
En esa lista está también Beatriz Mojica, excandidata a la gubernatura de Guerrero, muy cercana a la corriente de “Los Chuchos”, a la que pertenecen Navarrete y Zambrano.
Y otro de los que se apuntó para participar en la contienda fue Fernando Belaunzarán que, aunque pertenece a la misma corriente, ha sido crítico de la forma de actuar de la dirigencia.
Las negociaciones entre las diferentes corrientes se estarán dando en las próximas semanas y abarcarán no solo la presidencia nacional, sino todas las secretarías que suelen repartirse entre las distintas “tribus” del PRD.