Rompen esquemas
Cuando el 21 de diciembre del 2009 diputados de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobaron las reformas al Código Civil para la Ciudad de México, a Juan se le iluminó el corazón. Era la posibilidad de hacerse del sueño que había acariciado por años.
La sola modificación de una frase en el artículo 146 del Código Civil, donde antes definía el matrimonio como “la unión entre un hombre y una mujer” y que a partir de ese momento era “la unión libre entre dos personas”, transformó la vida de Juan.
Cuando el 21 de diciembre del 2009 diputados de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobaron las reformas al Código Civil para la Ciudad de México, a Juan se le iluminó el corazón. Era la posibilidad de hacerse del sueño que había acariciado por años.
La sola modificación de una frase en el artículo 146 del Código Civil, donde antes definía el matrimonio como “la unión entre un hombre y una mujer” y que a partir de ese momento era “la unión libre entre dos personas”, transformó la vida de Juan.
Desde Oaxaca hizo el viaje para ser parte del primer grupo de personas del mismo sexo que contrajo matrimonio en una ceremonia oficial “con todas las de la ley” en el Distrito Federal.
Ya tenía ocho años viviendo con su pareja, pero sabía que al llegar al matrimonio formal, se fortalecería su relación.
Y así fue. Juan y Manuel cumplirán en breve 15 años de vida en común, siete después de que firmaron el acta de matrimonio.
“Ha sido algo muy bonito. Nuestra relación es atípica, no somos una pareja normal. Somos distintos. Creo que nos queremos más que nadie en el mundo y nos respetamos sobre todas las cosas. De hecho, nunca peleamos”.
Aun cuando Juan reconoce que tras casarse se cumplió uno de sus más grandes sueños, también es sincero y asegura que el haber firmado un acta de matrimonio en nada ha influido en su relación de pareja, como él pensaba.
“Nos queremos de la misma forma. Nunca pensamos si estamos casados legalmente o no. Lo que importa son los valores morales sobre los que hemos fincado nuestro matrimonio”.
Edmundo y Yahir piensan lo mismo. El haberse casado en nada ha modificado el amor que sienten. Ellos cumplirán pronto tres meses de casados, y ya van para los tres años de una vida en común.
“Creo que lo importante en cualquier matrimonio, sea heterosexual u homosexual, son las ganas de los dos para estar juntos”, dice Edmundo, quien es periodista y tiene 33 años de edad.
Ya están pensando en “las puertas que tendrán que tocar” para que un hijo venga a completar su felicidad. Ya han elegido hasta el nombre para cuando puedan lograr la adopción: si es niño será Iñaki, y si es niña le pondrán Atenea.
A Edmundo y Yahir poco les importa el debate nacional que se ha establecido sobre el matrimonio igualitario.
“Ese es problema de la gente, nuestro problema es buscar la felicidad, y esa no te la puede dar la gente. Esa la tenemos que buscar nosotros, que a final de cuentas tenemos derecho a ella”.
Ambos son católicos, de familias tradicionales, pero eso no ha sido impedimento para que por encima de la misma postura de la Iglesia Católica -que niega los matrimonios entre personas del mismo sexo- se convenzan cada día más de que el matrimonio fue lo mejor que les ha pasado.
“Una cosa es la creencia en un Dios y otra muy distinta tratar de buscar la felicidad. Yo pienso que toda la comunidad gay pensamos de esa forma. Yo conozco a muchos que son panistas y ultra conservadores que son homosexuales, y tampoco se ve que en algo les afecte esa condición”.
Matrimonios estables
Los datos oficiales de la oficina del Registro Civil de la Ciudad de México indican que desde que se estableció la ley de Sociedades de Convivencia, en noviembre del 2006, al primer bimestre del 2016, sólo en la capital del país se han registrado 4 mil 892 matrimonios entre personas del mismo sexo.
Casi el 60 por ciento de los matrimonios entre iguales se comenzó a registrar a partir de marzo del 2012, cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) emitió el fallo que estableció en un juicio de amparo que “las parejas homosexuales se encuentran en una situación equivalente a las parejas heterosexuales, de tal manera que es totalmente injustificada su exclusión del matrimonio”.
A la fecha, se estima que en todo el país existen al menos 18 mil 500 matrimonios formales entre personas del mismo sexo, según la aproximación que hace la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex, donde se calcula que menos del 0.5 por ciento de esas relaciones formales han terminado en el divorcio.
El dato sobre los divorcios en los matrimonios entre personas del mismo sexo es revelador, si se compara frente la estadística nacional que aporta el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), que señala que sólo en el 2013 el índice de divorcios entre matrimonios heterosexuales fue del 18.7 por ciento.
De acuerdo al INEGI, los divorcios entre personas de sexo distinto han ido a la alza desde el 2011, cuando se registraron 91 mil 285 divorcios. En el 2012 fueron 99 mil 509 divorcios, en tanto que en el 2013 el número de separaciones matrimoniales formales se ubicó en 108 mil 727.
No hay estadísticas definidas hacia el 2016, pero estimaciones apuntan hacia un incremento anual del 2 por ciento.
Una familia como pocas
Edmundo y Yahir dicen que su matrimonio se ha fincado más allá de las bases del amor, sobre la comprensión y el respeto mutuo. Edmundo está a punto de terminar su maestría en periodismo político. Yahir es contador y trabaja para una institución bancaria.
Desde niños han tenido el respaldo de su núcleo familiar. Edmundo descubrió que era gay cuando apenas iba a la primaria. El primer apoyo lo recibió de su madre, quien le regaló, para un Día de Reyes, un muñeco Kent.
Desde entonces ya no tuvo que esconder su preferencia sexual. Él no cree en el Orgullo Gay, pero sí se sabe dueño de su libertad.
“Pero lo más importante es que yo creo en la libertad de mi esposo; lo más importante es cuidar uno del otro”.
Juan lleva viviendo 15 años con Manuel. Él es estilista en su negocio propio. Manuel es empleado federal.
A su relación de amor le agregaron hace 11 años un ingrediente que, asegura, los hace sentir más estables: un hijo a quien cuidar.
“Somos una familia en forma, con sus preocupaciones y mucho amor, como debe ser”.
Él cumplirá en los próximos días 18 años. A los dos les dice “papá”. Tiene obligaciones y deberes como en cualquier familia, pero a diferencia de otras, Juan y Manuel le hablan sin tabúes sobre la homosexualidad, que él entiende y respeta, porque sus padres respetan su heterosexualidad.
Llevan una vida normal: Juan se encarga, luego de sus ocupaciones diarias, que todo en la casa esté en orden. Espera el regreso de Manuel cada tarde. La mayor preocupación de ambos es que no le falte nada a su hijo, al que le han inculcado el estudio por sobre todas las cosas.