Siete pesos y sin mejoras
Son las seis de la mañana, un hombre cargando una pequeña lonchera llega comiendo pan a la parada de camión frente al parque del refugio. Con frío, se para junto a las diez personas que se encontraban ya en el lugar, a la espera de la siguiente unidad de la ruta 33. El autobús llega varios minutos después y tras detenerse, abre sus puertas; el hombre aprieta la mano que sostiene la lonchera mientras busca cambio en su bolsillo en una acción que parece natural y resignada.
Víctor Fernández
Son las seis de la mañana, un hombre cargando una pequeña lonchera llega comiendo pan a la parada de camión frente al parque del refugio. Con frío, se para junto a las diez personas que se encontraban ya en el lugar, a la espera de la siguiente unidad de la ruta 33. El autobús llega varios minutos después y tras detenerse, abre sus puertas; el hombre aprieta la mano que sostiene la lonchera mientras busca cambio en su bolsillo en una acción que parece natural y resignada.
Asientos rotos, asideros desprendidos y camiones sucios es lo que tiene para ofrecer el sistema de transporte público en Jalisco a sus usuarios. Las tarifas son más altas, pero no hay mejoras.
Con el aumento a la tarifa se supone que los transportistas estarían obligados a ofrecer un mejor servicio, pero a poco más de un mes de su aprobación las cosas siguen igual para los millones de usuarios que utilizan este servicio. Y es que con sobrepasaje, a veces de hasta 60 por camión durante horas pico, y los desperfectos anteriormente mencionados, el transporte público se ha convertido en un suplicio para todo aquel que no tenga otra forma de movilidad.
Rápidamente el hombre llega hasta los primeros escalones de la unidad, los escala. Tras subir y pagar la tarifa, las puertas se cierran a sus espaldas y busca el lugar que ocupará durante el recorrido hacia su trabajo. No cabe nadie. Empuja a otros pasajeros en su intento por asirse de algo, nadie dice nada. Los que van sentados junto a la ventana ven hacia afuera, mientras que los que viajan de su lado sortean con paciencia las envestidas propinadas por todo aquel que no alcanzó lugar. El camión rechina, siempre rechina y el chofer conduce a toda velocidad, los únicos altos son los rojos en el semáforo y a veces ni esos.
Estas irregularidades son la razón primordial por la cual diversos grupos (tanto ciudadanos como políticos) han increpado a la Secretaría de Movilidad por el alza a 7 pesos que desde finales del año pasado se está aplicando a lo usuarios del transporte público.
Los frentes desde donde se pretende combatir este incremento han sido desde el interior del sistema político, donde el partido Movimiento Ciudadano promueve un juicio de amparo.
Brigadas estudiantiles
Dentro de los esfuerzos, la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) también inició una campaña de brigadas estudiantiles que auditan el servicio de diversas rutas en la zona metropolitana y al interior del Estado.
El punto de enfoque es la mancha urbana conformada por los ocho municipios de la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG), así como los conurbados y las ciudades de Puerto Vallarta y Ciudad Guzmán.
El trayecto de la unidad de transporte a través de las calles de la ciudad es vertiginoso. La velocidad que alcanza el vehículo hace que los pasajeros sientan cuando las llantas pasan sobre baches, topes y cualquier desperfecto de la cinta asfáltica.
La forma en la que el chofer toma las vueltas convierte al camión en una batidora, moviendo a todos: los que no tienen de dónde sujetarse, los distraídos y a las personas que, por mala suerte, se anclaron a un tubo que se encuentra flojo o suelto.
El pasado lunes, Alberto Galarza Villaseñor, presidente de la FEU, entregó un informe donde daba a conocer los resultados de la campaña organizada por el organismo estudiantil. Dentro de los resultados a la auditoría hecha a más de 150 camiones destaca que un 68.9 por ciento no contaban con botiquín y/o extintor, así mismo 49.4 por ciento de los vehículos se encontraban en mal estado y un 50.7 por ciento estaban sucios.
En cuanto a los choferes: 98.3 por ciento le negaran la parada a cuando menos una persona durante el recorrido; 79.3 por ciento subían pasajeros de forma excesiva; 50.4 por ciento iban distraídos mientras conducían, ya fuera por llamadas telefónicas o platicando con algún pasajero. Y en el caso extraordinario de la Ruta 24, un chofer decidió no entregar boletos a todos los pasajeros que ingresaban a la unidad.
‘Cafres’ al volante
Por afuera, los peatones y ciclistas, siempre alertas a la pasada del camión, circulan con cuidado, nunca saben cuándo el conductor vaya a perder el control del vehículo, o cuándo decidan que el alto marcado por el semáforo no es una orden, sino más bien una sugerencia. El camión ya bastante percudido, con la fibra de vidrio de la fascia rota, quizá por un choque, corre a toda velocidad por las pequeñas calles del barrio de Santa Tere. En su interior, el chofer sigue su marcha sin importarle los inconvenientes que sus pasajeros tienen con su forma de conducir.
El uniforme del conductor es una camisa desabrochada que deja ver una playera de resaque, en su oreja un cigarro, mismo que en algún momento durante el trayecto de su ruta prenderá, como muchos conductores lo hacen. Sentado a sus espaldas un joven sostiene una bocina que reproduce música, la cual canturrean ambos.
Por su parte, grupos ciudadanos también se sumaron al descontento del incremento al precio del boleto de camión. Iniciativas como #PosNoMeSubo, o #PosMeSaltoGDL marcharon el pasado 7 de enero en protesta a la decisión tomada por la Comisión Tarifaria del pasado 21 de diciembre.
Durante la marcha, jóvenes estudiantes pertenecientes tanto a la Universidad de Guadalajara como a diversas escuelas privadas transitaron hasta el Palacio de Gobierno, donde entregaron un pliego petitorio y pidieron una audiencia con Aristóteles Sandoval. La finalidad de estos movimientos es facilitar una cohesión social que haga posible el surgimiento de otras formas de movilidad más cercanas y accesibles a la ciudadanía, así como la exhortación al gobierno en turno que provea de la infraestructura necesaria para éstas.
De repente la unidad se detiene y el acompañante baja a una tienda para comprar comida. La transacción tarda varios minutos y una vez que el joven regresa a la unidad, el chofer se para de su asiento para gritarle cosas al tendero a manera de broma. Mientras tanto los pasajeros aguardan en silencio a que el chofer vuelva a su asiento y retome su curso.
La travesía de la mañana culmina cuando el pasajero, cercano a la bajada que le corresponde, comienza a escurrirse entre las personas que abarrotan el interior del camión. Más de uno se molesta con ello ya que el traslado es apresurado, el camión va muy rápido y la parada está muy cerca. Finalmente baja de la unidad y se dirige a su trabajo sabiendo que a la salida, el trayecto de regreso será algo muy parecido, quizá con más cansancio.