El asesinato de dos médicos pasantes, una en Guanajuato y otro en Sinaloa, ha abierto un debate sobre las condiciones de seguridad que enfrenta el personal de salud que labora en las comunidades del país.
Una vez que concluyen con sus estudios de medicina, los médicos pasantes son enviados a hacer su servicio social a algún consultorio o clínica que puede ubicarse lo mismo en ciudades que en comunidades rurales apartadas.
Ahí, los pasantes deben dar consulta a los pacientes durante un año, como parte de su servicio.
Aunque todavía no obtienen el título como médicos, los pasantes llegan como becarios a los consultorios de las comunidades y ya tienen todas las obligaciones y responsabilidades de cualquier médico profesional.
Los pasantes se enfrentan, además, a las condiciones de falta de seguridad para su ejercicio en muchas de las comunidades en las que trabajan.
Y también a la precariedad de los centros de salud donde laboran.
Un estudio revela que solo dos de cada 10 médicos pasantes come tres veces al día.
Asesinatos, secuestros, violaciones, robos
Según un punto de acuerdo impulsado por diputados del PRD en el Congreso de la Unión, el 75 por ciento de los médicos residentes ha sufrido un incidente de seguridad durante su estancia en las localidades donde realizan su servicio social.
En los últimos siete años, los ataques a la integridad de los médicos han aumentado 200 por ciento, sobre todo en los estados de Morelos, Guerrero y México, señalan los legisladores.
La extorsión telefónica, el asalto a mano armada y el robo a vehículos son los delitos que más se reportan. Pero no son los únicos, sobre todo cuando ejercen su profesión en zonas donde opera el crimen organizado.
Los casos más recientes han sacudido al sistema de salud.
Se trata del asesinato, en hechos separados, de Paulina Méndez, María Teresa Adona y Luis Oswaldo Duarte, todos médicos pasantes que realizaban su servicio social en diferentes estados del país.
El caso de Paulina Méndez se trata de una estudiante de la especialidad de traumatología en León, Guanajuato, que fue asesinada luego de un intento de asalto en octubre del 2014.
Luis Oswaldo Duarte fue ultimado el 8 de junio pasado. Trabajaba en el Hospital Ángeles de Culiacán, Sinaloa. Fue interceptado por sujetos armados cuando salía de trabajar y al día siguiente su cuerpo calcinado fue localizado en una carretera cercana.
Seis días después, el 14 de junio, María Teresa Adona fue encontrada sin vida en Cuerámaro, Guanajuato. Ella era estudiante de la Universidad Autónoma de Guadalajara y prestaba su servicio social en el municipio de La Romita, en Guanajuato.
A estos se suman los asesinatos de otros médicos pasantes que realizaban su servicio social cuyos casos han sido denunciados en redes sociales.
En julio del 2011 fue asesinado Edgar Francisco Rodríguez, en Colomo, Nayarit. En junio del 2013, Gonzalo González Martínez, en Matamoros, Tamaulipas.
Otro caso es el de Julio Arroyo Ocaña, encontrado muerto en noviembre del 2013 en el municipio de Carmen, Campeche. Y el de Hassan Hamscho, quien falleció en Matamoros, Tamaulipas, en marzo del 2014.
Aunque estos casos han ganado los reflectores nacionales, en redes sociales los médicos pasantes han dejado cientos de testimonios sobre experiencias de riesgo que han vivido.
Ellos relatan casos como violaciones sexuales, secuestros, agresiones con armas de fuego, extorsiones o daños en sus propiedades.
“Yo fui privado de mi libertad por un paramédico que estaba coludido con unos ministeriales, me querían sacar un susto. Lo bueno que supe cómo librarla. Todo se quedó callado y en secreto por ser épocas electorales. Y fui reubicado”, menciona un médico.
“En el 2004 a una amiga embarazada, médico pasante, en su consultorio de Oaxaca la hirieron de bala en la pierna. A la médico de base que me precedió en mi sede del servicio social, en Oaxaca, la violaron en el consultorio”, relata una médica.
Los testimonios se cuentan por decenas, en un sistema de salud que no les garantiza siquiera ayuda para enfrentar una emergencia, pues la mayoría de las veces se encuentran solos en las comunidades, sin los medicamentos e instrumentos para atender al 100 por ciento a la población.
Precariedad del servicio social
Durante su servicio social, la mayoría de los médicos pasantes tienen que vivir con carencias extremas por las condiciones del lugar donde trabajan y el escaso apoyo de las autoridades del sector salud, quien los cuenta dentro de su personal para las estadísticas, pero no para los beneficios.
“(Estás) lejos de casa, lejos de la civilización del pueblo que ‘te tocó’; porque las universidades públicas tienen a bien sortear las plazas por promedio y por palancas. Las universidades privadas las venden”, denunció una médica en el grupo Yo Soy Médico 17, en Facebook.
Los pasantes de medicina que realizan su servicio social en las comunidades rurales reciben un cheque de 600 pesos quincenales aproximadamente.
Cuando se trata de comunidades apartadas, los médicos se quedan a vivir en ellas, en instalaciones que pertenecen al sistema de salud que pocas veces tienen un mantenimiento óptimo.
En el estudio “Condiciones de trabajo de los médicos pasantes mexicanos durante el servicio social”, publicado en la Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe (Redalyc), se revela que casi el 60 por ciento de los pasantes realiza apenas dos comidas al día; solo el 20 por ciento hace tres.
El 70 por ciento de los alimentos a los que tenían acceso era conseguido por los propios pasantes; el 18 por ciento se los da la propia comunidad; y apenas el 12 por ciento es proporcionado por las autoridades del sector salud.
La precariedad en las condiciones de seguridad también fue reflejada por el estudio.
El 26 por ciento de los pasantes de medicina dijo haber sentido que su vida estuvo en peligro alguna vez mientras realizaba su servicio social.
El 35 por ciento de los médicos reportó intentos de irrupción en el centro de salud; uno de cada 10 denunció acoso o abuso sexual; el 18 por ciento fue víctima de robo; y el 1.5 por ciento fueron víctimas de secuestro.
El estudio señala que en la mayor parte de los casos, las autoridades del sector salud o de las comunidades no procuraron buenas condiciones de seguridad para los jóvenes médicos, y ni siquiera les indicó a quién dirigirse cuando tuvieran un problema de ese tipo.