No se considera a sí mismo como un activista, sin embargo, Javier Llausás Magaña es un empresario comprometido con la pacificación de Sinaloa.
Ante la situación de violencia, la descomposición social, la falta de identidad y la pérdida de espacios para la población, decidió tomar el rol que, como ciudadano, estaba convencido que le correspondía tomar.
“Más que ser un activista quisieras tener un México en paz, ver crecer a tus jóvenes. Una persona sola no puede, tienes que recurrir a toda la sociedad”, dice el empresario.
El reto no era menor, recuperar las playas, los parques públicos y reactivar la vida económica en Navolato, tierra del narcotraficante más famoso de los últimos tiempos, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, y lugar de guerra entre los cárteles.
“El Chapo” y sus seguidores se habían apropiado de los espacios públicos, dictaban la vida de los ciudadanos, había un vacío del Estado y una sociedad temerosa y poco participativa, y Llausás estaba decidido a romper ese paradigma.
“Hemos dejado en manos de personas con muy baja calidad humana muchos recursos materiales, humanos y económicos.
“No es con armas como esto se va a solucionar. El cambio va a tener que venir de la sociedad, la autoridad no va a ser capaz si no es apoyada por la sociedad”, enfatiza Javier Llausás Magaña.
Caravanas, torneos de pesca infantil, actividades recreativas, limpieza y recuperación de parques públicos, reactivación económica, empleos para los jóvenes, instalación de comercios y farmacias; ésas fueron las acciones emprendidas para empoderar al ciudadano, para recuperar espacios.
Hoy, cinco años después de iniciada la cruzada por Llausás, el empresario está convencido de que Navolato es otro.
Navolato, que en 2010 llegara a ser el municipio de México con el mayor número de asesinatos, cuna del narcotráfico, y feudo de “El Chapo” Guzmán, hoy se puede considerar un lugar pacífico.
“No es por lo que hicimos, es por lo que dice la teoría, si hay paz, hay progreso económico, y donde hay progreso, hay un círculo virtuoso”, indica.
Punto de quiebre
En su juventud, Javier Llausás fue miembro de los ‘Boy Scout’ en Sinaloa, y recuerda aquellos años con particular alegría, en especial las excursiones que emprendían a la sierra de Durango.
Con el paso de los años, Llausás fue consciente del cambio de los tiempos, y cuando sus hijos fueron creciendo lamentó que ellos se vieran privados de una vida tranquila como la tuvo él, que no tuvieran la oportunidad de hacer la misma excursión.
“Cuando tienes hijos te cae el ‘veinte’, no puede ser que un joven no pueda tener la vida que tú tuviste, que corra un riesgo”, dice el empresario.
Fue testigo de la escalada de violencia, de la descomposición de su estado, del control de grupos de la delincuencia organizada en amplias zonas del territorio.
“Nos asesinaban tres o cuatro personas diario en Culiacán, te podía tocar en cualquier momento un fuego cruzado”, recuerda.
Como miembro de una empresa internacional observaba con desánimo cómo a los ejecutivos de otros países les impedían viajar a Sinaloa por motivos de seguridad.
Sin embargo, tuvo una experiencia que le hizo tomar la decisión de tomar una participación más activa.
Una tarde iba con su esposa en su automóvil y le tocó observar cómo dos sujetos platicaban de un automóvil a otro, mientras el semáforo pasaba de rojo a verde, de verde a rojo, nuevamente a verde, mientras detenían la circulación.
Su esposa, le pidió que no les dijera nada.
“En ese momento me pregunté: ¿quién manda en esta ciudad? Supe que era tiempo de actuar”, señala Javier Llausás Magaña.
Era el año 2011, en el punto más cruento de la llamada ‘Guerra contra el narcotráfico’, cuando un grupo de sinaloenses, encabezados por Javier Llausás Magaña dijeron basta, y empezaron a tomar acciones para recuperar su Estado.
Recuperando espacios
La primera gran acción coordinada por Llausás fue la recuperación de la Playa de Altata, en el municipio de Navolato, y la razón era sencilla, se tenían que pacificar primero los lugares que multiplican empleo como los turísticos.
“La gente no iba porque asaltaban, robaban el carro, la economía de las familias estaba sufriendo, los restaurantes no vendían, la playa se estaba muriendo”, explica.
Torneos de pesca infantil y concursos de helicóptero a control remoto fueron algunas de las actividades que se hicieron para cimentar la recuperación.
Hoy, la playa de Altata en Navolato es otra, la construcción de una marina, de un malecón, el auge de los comercios, la multiplicación de empleos, la revalorización de la vivienda, dan fe de ello.
El siguiente objetivo era la recuperación de espacios en las colonias, no sólo en Navolato, sino también en Culiacán y otros municipios.
Detectaron que en las colonias más peligrosas, la gente, incluso las cadenas, tenían miedo de poner una tienda o una farmacia; además, los parques públicos estaban tomados por delincuentes, por lo que pasaron a la acción.
“Los delincuentes no conviven donde hay sociedad organizada”, explica.
De la mano de la autoridad, de líderes de las colonias y de la población, comenzaron a crear comités y a sesionar en los espacios públicos, propiciaron la apertura de pequeños comercios, y así nacieron los polígonos de paz.
La intervención tuvo un doble efecto, no sólo se recuperaron los espacios, sino que con la reactivación económica se ofreció una alternativa de empleo a los jóvenes, y se comenzó a romper un círculo.
“Hay que recuperar los espacios públicos, y como autoridad usar la inteligencia, invertir más en prevención, para no permitir que se pierdan estos avances”, sentencia Javier Llausás Magaña.
Diálogo constructivo
Javier Llausás reconoce los avances que se han dado en la pacificación de Sinaloa, aunque es consciente de que aún queda un largo camino por recorrer, y que la cimentación de lo logrado tiene que ser acompañado de la intervención de todos los actores.
“Tenemos que hacer una gran tregua, empresarios, medios de comunicación, y más que reclamar y exigir, tener un diálogo constructivo con las autoridades y ser más participativo”.
Llausás se siente tranquilo con la labor que ha venido realizando, no le gusta salir en la foto ni subir al templete a dar discursos y recibir el aplauso, y ni él ni su familia se han sentido amenazados, pues cree que incluso los delincuentes comparten un objetivo común.
“Tú no vas en contra de nadie, vas a favor de que sucedan las cosas y ellos lo entienden. Muchos de ellos no lo quieren para sus hijos, están atrapados y quieren salir.
“Tenemos que cerrar ese capítulo, donde al final diga ‘nos equivocamos’. Será la buena voluntad que tenemos la que nos saque adelante”, finaliza.