La mirada desdeñosa de la señora de copete alto que pasa al lado de una indígena sentada en el piso con la mano extendida.
La muchacha que se cruza la calle para no toparse de frente con ese hombre lleno de tatuajes y corte estilo “Mohawk”. El tipo que se mofa de la preferencia sexual de su compañero en la oficina.
De acuerdo a una encuesta telefónica realizada este año por Gabinete y Comunicación Estratégica (GCE), el 90 por ciento de los mexicanos reconoce que la discriminación es una práctica cotidiana en el país.
El estudio reveló que 36.4 por ciento de las personas hacen diferencia debido a la condición social, 14.4 por ciento, por raza o color de piel, y 13.9 por ciento por apariencia física.
Según el Reporte sobre la discriminación en México 2012, que elaboró la Comisión Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), la discriminación en México se extiende a tantos ámbitos como ha sido posible.
“Comienza desde el lenguaje: los chistes y burlas, pasa por las instituciones de educación, de salud, por la procuración de justicia (en donde se refuerza), y abarca también el ámbito laboral, la libertad de expresión y el acceso a los medios de comunicación, la simple apariencia y la vestimenta en la calle, la alimentación y, desde luego, toda la serie de costumbres y ritualizaciones sociales que se refuerzan en los espacios públicos, como los medios masivos de comunicación”.