En los pasillos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) ya comienza a respirarse el ambiente de la sucesión en su presidencia nacional.
El partido tricolor ha mantenido el proceso en total sigilo. Sin candidatos visibles y cerca de la definición de la candidatura presidencial del 2018, en el PRI se ha decidido llevar este tiempo con un bajo perfil.
A pesar de ello, ya está definido el principal requisito que debe cumplir quien llegue a la máxima posición dentro del PRI: no debe tener aspiraciones presidenciales.
“Hoy no hay espacio para proyectos personales, es tiempo de trabajar por la Nación”, dijo el presidente Enrique Peña Nieto el fin de semana pasado, en su encuentro con priistas de todo el país.
Tal parece que los tricolores no quieren repetir la lección del 2006, cuando Roberto Madrazo, su líder, se postuló como candidato a la Presidencia de la República y perdió estrepitosamente la elección.
El siguiente líder del PRI será no solo el encargado de definir al próximo candidato presidencial; tendrá frente a sí varias elecciones locales que se disputarán en el 2016 y acompañar a Enrique Peña Nieto en la segunda mitad de su gobierno.
La del PRI, una lucha institucional
Una vez que César Camacho Quiroz tomará protesta como diputado plurinominal a finales de agosto, comenzó al interior del PRI la callada batalla por la elección de su sucesor.
Camacho ha sido el quinto presidente del PRI para lo que se planeaba sería el periodo de Humberto Moreira Valdés.
Moreira tomó protesta como dirigente nacional del tricolor en marzo del 2011.
El escándalo desatado por el aumento exponencial de la deuda de Coahuila cuando él era gobernador, mediante la firma de documentos presuntamente falsos, se vio forzado a renunciar a la dirigencia priista en diciembre de ese mismo año.
El exgobernador coahuilense había tomado protesta como presidente del CEN del PRI para el periodo de marzo del 2011 a marzo del 2015.
Al quite entró Cristina Díaz, entonces secretaria general del partido, quien estuvo al frente del partido durante seis días, del 2 al 8 de diciembre del 2011.
Fue nombrado entonces Pedro Joaquín Coldwell como líder priista. En diciembre del 2012, una vez que Enrique Peña Nieto tomó protesta como presidente de la República, Joaquín dejó la dirigencia nacional del tricolor para convertirse en secretario de Energía.
Nuevamente, Cristina Díaz ocupó la silla vacía durante algunas semanas. Ella se encontraba en funciones cuando el Ejecutivo convocó a la firma del Pacto por México.
A mediados de diciembre del 2012, fue electo César Camacho Quiroz como nuevo líder del PRI y sería quien culminaría el periodo de Humberto Moreira.
Sin embargo, ante la cercanía del proceso electoral del 2015, los priistas decidieron retrasar la elección de su presidente nacional hasta agosto próximo, antes de que Camacho tome protesta como diputado federal.
En el tablero se ve claramente la presencia de dos grupos que buscarán imponer su decisión sobre quién debe encabezar al priismo nacional.
Llama la atención, sin embargo, que aún no haya candidatos visibles de ninguno de ambos grupos.
Por un lado, los cercanos al presidente Enrique Peña Nieto y sus cercanos, Miguel Ángel Osorio Chong y Luis Videgaray, secretarios de Gobernación y Hacienda respectivamente, buscarán que sea un personaje cercano quien lleve los destinos del partido para influir en la elección de los candidatos en el 2018.
Por otro, el grupo de Manlio Fabio Beltrones intentará que él mismo o alguno de sus más cercanos quede en el poder del tricolor.
Aunque hay quienes mencionan al interior del PRI que Beltrones no busca en realidad la presidencia de su partido porque tendría poco margen de maniobra si en el 2018 decide buscar nuevamente la candidatura presidencial.
De uno u otro grupo, en los círculos de poder más altos del partido se estudian ya los perfiles de quienes podrían dirigir los destinos del PRI en los próximos años.
Los posibles candidatos
Fieles a su tradición institucional, los priistas llevarán las diferencias de su proceso interno sin aspavientos.
Aunque no se hayan definido las aspiraciones de quienes estén interesados en participar en la sucesión, las negociaciones ya incluyen el nombre de varios priistas reconocidos.
Manlio Fabio Beltrones. Con el término de la LXII Legislatura, llega a su fin también el periodo del coordinador de los diputados priistas en San Lázaro.
En el 2011, Beltrones fue adversario de Enrique Peña Nieto para alcanzar la candidatura presidencial para el 2012. Esas aspiraciones, según dicen sus cercanos, no están descartadas.
El coordinador de los parlamentarios priistas ha expresado su deseo de dirigir a su partido. Debe enfrentarse a la oposición de los cercanos al presidente Enrique Peña Nieto, quienes lo ven como un peligro potencial para llevar la batuta rumbo al 2018.
Aurelio Nuño Mayer. El jefe de la oficina de la Presidencia de la República es uno de los colaboradores más cercanos a Enrique Peña Nieto.
Por él pasa la administración de las acciones y las relaciones del Jefe del Ejecutivo con su gabinete y con los mandatarios de los estados.
Desde esa posición, Nuño ha podido extender su red de influencia a todos los actores políticos con quienes ha tenido contacto. Esto le permitiría tener interlocución desde el PRI para tejer apoyos a favor de Peña Nieto en su último tramo de gobierno.
César Duarte Jaquez. Aunque muchos mencionan al actual gobernador de Chihuahua como uno de los posibles sucesores de César Camacho, los priistas ahora lo están pensando dos veces después de los escándalos por el supuesto enriquecimiento ilícito del mandatario.
A Duarte se le acusa de haber participado en la creación del Banco Progreso de Chihuahua, con recursos públicos. Este caso ha llegado incluso al Congreso de la Unión, solicitando que sea investigado.
Jesús Murillo Karam. Los priistas ven en él a un hombre institucional que puede llevar al partido a una definición en el 2018 sin tantos aspavientos.
Actual secretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Murillo Karam es uno de los priistas de mayor respeto en las filas del tricolor. Sin embargo, en la privacía del partido, se reconoce que su paso por la PGR no terminó de una forma muy afortunada.
Sin embargo, no olvidan que Murillo Karam fue secretario general del PRI durante la presidencia de Beatriz Paredes, cuando el tricolor comenzó a cosechar triunfos luego de que cayeran hasta el tercer lugar de preferencias electorales en el 2006.
Jorge Carlos Ramírez Marín. Dentro del PRI, el político yucateco tiene una imagen conciliadora e institucional, algo que podría ser explotado desde la presidencia del partido.
Es, además, uno de los políticos más cercanos a Enrique Peña Nieto, pero que se ha mantenido neutral en sus posturas, por lo que tendría la facilidad de ser conciliador entre los grupos al interior del tricolor.
Su aspiración es llegar a la gubernatura de Yucatán; sin embargo, su paisana y actual secretaria general del partido, Ivonne Ortega, también persigue esa intención, por lo que la llegada de Ramírez Marín a la dirección del PRI puede representar un buen acomodo para ambos.