Percibir el mínimo movimiento o escuchar la sirena de una ambulancia hacen que el miedo y la desesperación invadan nuevamente a Edith Valencia, una joven de 27 años que sobrevivió al sismo y logró salir de los escombros del edificio marcado con el número 286 que colapsó en la avenida Álvaro Obregón, en la colonia Hipódromo Condesa.
Con lagrimas recuerda que a las 13:14 horas del pasado 19 de septiembre, justo a 32 años del terremoto que azotó a la capital mexicana y dejó miles de muertos, ella y 11 de sus compañeros se encontraban en el piso cinco de ese inmueble.
Comenta que tenía pocos minutos de haber subido, pues para conmemorar la tragedia de 1985, se realizó un simulacro sísmico a las 11:00 horas de ese día que la joven quisiera borrar de su memoria.
“Subimos al edificio y no escuchamos la alarma; cuando quisimos bajar nos percatamos de que la escalera tenía un desprendimiento como de un metro o metro y medio aproximadamente; ya no pudimos salir, nos quedamos arriba”, relata Edith con voz temerosa.
Cuenta que aunque se replegaron a los muros para que no se les viniera algo sobre ellos, todo fue en vano porque “todo se nos cayó encima”.
“Lo primero que se nos empezó a caer fueron los plafones, enseguida vimos cómo las lámparas se empezaron a estrellar en el suelo; todos estaban debajo de los escritorios, como pudimos nos tapamos la cabeza para que no nos cayera algo”, narra como si viviera otra vez ese momento que quedó grabado en su memoria para siempre.
Relata que cuando el movimiento telúrico -de magnitud 7.1 y epicentro en Xochiapan, Morelos- empezó a sacudir el edificio 286, algunos estantes cayeron encima de sus compañeros, mientras que a otros no los dejaba ni mover.
“Ese tiempo que estuvimos arriba se nos hizo eterno porque no podíamos bajar, no podíamos hacer nada, no podíamos ni ayudar, estábamos en shock total, no encontrábamos salida”, rememora la joven que al mismo tiempo lamenta haber perdido su espacio de trabajo pero agradece estar viva.
Mientras el temblor cimbraba ese edificio, en el resto de la Ciudad de México la gente salía de sus oficinas, casas, escuelas; buscaba un lugar seguro. Muchos no lograron salvarse y a algunos todavía los buscan entre los pedazos de concreto, varillas y tierra que dejó el movimiento telúrico.
“Todos estábamos en pánico, sólo nos agarramos las manos y tratábamos de ser fuertes y de pedirle a Dios que nos dejara salir del edificio o que alguien nos ayudara”, evoca con angustia.
“Yo trataba de ser positiva pero no podía, nada más le decía ‘Dios si me dejas regresar a casa te lo voy a agradecer toda la vida y si no, cuida a mi familia y espero que estén bien y que me encuentren rápido, que me encuentren pronto’, porque todo se me vino a la mente, todo lo peor”, recapitula.
Cuenta que el edificio empezó a derrumbarse y aunque quería ser positiva y darle ánimos a sus compañeros para que se tranquilizaran, no podía. “El edifico colapsó dos veces, se quedó en el tercer piso; se quedó abajo el sótano, que era el estacionamiento, el primero, segundo y tercer piso, ya en escombro”.
Calcula que luego de eso, pasaron unos 40 minutos cuando escuchó ruido afuera y por una ventana rota, con la ayuda de una grúa, ella y sus amigos fueron rescatados; “no salimos todos, se quedaron adentro cinco de mis compañeros que no pudieron salir”, lamenta y recuerda con tristeza los momentos felices que pasó con ellos en ese espacio ahora reducido a escombros.
Empolvados y con algunos golpes, Edith y otros compañeros estaban con vida, afuera, a salvo, cuando el edifico se derrumbó totalmente y todo se perdió en ese momento, menos la esperanza de encontrar vivos a quienes aún estaban atrapados.
“Sentir cómo el edificio se iba desplomando poco a poco fue horrible. Lo primero que hice cuando salí fue agradecer que estaba viva, que estaba pisando tierra otra vez; fue como volver a nacer porque vi otra vez la luz después de que veíamos puro polvo, todo estaba oscuro”, asevera.
Tras esta tragedia, cinco de las personas que trabajaban con Edith en el piso 5 quedaron entre los escombros y gracias a las tareas de rescate, después fueron localizados, aunque tres fallecieron y dos permanecen en hospitalización.
En el número 286 de Álvaro Obregón decenas de personas quedaron atrapadas y sus familiares se mantuvieron día y noche a la espera de alguna noticia. La tristeza y la angustía los invadió, y aunque poco a poco localizaron a algunas personas, a algunas con vida, aún se tiene la esperanza de encontrar a alguien más.
Binomios caninos, Ejército, Marina, Policía Federal, voluntarios y cuerpos de emergencia de la Ciudad de México y otras entidades y países trabajaron por horas en ese inmueble en busca de una señal de vida y regresarles la tranquilidad a los familiares.
Las tareas no han sido sencillas ni lo serán para recuperarse de la tragedia. Edith conserva la esperanza de volver a ver un México de pie, porque hay unión, sobre todo de los jóvenes.
Para ella, este 19 de septiembre quedará en su memoria, así como en la de las familias del país que perdieron sus espacios de trabajo, sus viviendas y a sus familias.