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En cuanto el último rayo de sol abandona las calles, los habitantes de la colonia del Mar en la delegación Tláhuac desaparecen como las sombras en las que se han convertido.
En las tierras donde alguna vez gobernó Felipe de Jesús Luna “El Ojos”, la delincuencia no ha disminuido a pesar de que el capo ya pasó a mejor vida.
El instinto de supervivencia de los habitantes de la delegación, regida por Rigoberto Salgado, los ha llevado a instaurar lo que podría considerarse como un toque de queda.
“Una vez que se hace de noche ya nadie sale de sus casas. No hay necesidad de arriesgarse. Tláhuac es una zona insegura desde hace tiempo pero después del terremoto la violencia y los asaltos, tanto a transeúntes como al transporte público, han empeorado mucho”, relata agobiada Bernardita Zamora, una mujer que vive en la colonia del Mar desde hace más de 28 años y cuyos hijos ya fueron víctimas de la delincuencia.
A diferencia del resto de las zonas afectadas por el terremoto en la Ciudad de México, donde la presencia de los militares y de la Policía Federal incluso ha llegado a provocar enfrentamientos con la población y los voluntarios, en Tláhuac, las fuerzas armadas brillan por su ausencia.
“Estamos completamente abandonados. Todo el trabajo de apolinar las casas afectadas, de sacar escombros y de enviar pipas de agua lo hemos tenido que hacer los ciudadanos. Ni el personal de la delegación ni el delegado se han parado por aquí”, acusa Luis Garduño mientras esquiva las grietas que se han vuelto el principal obstáculo tanto para los peatones como para los automovilistas que transitan la zona.
Las dificultades a las que se enfrentan los pobladores de esta región, la cual fungió como una de las principales zonas chinamperas en la época prehispánica, son las grietas y hundimientos que provocó el terremoto en los terrenos sobre los cuales están edificadas las casas y negocios de la colonia del Mar.
El terreno es una pesadilla para la edificación de inmuebles, pues debajo de toda la delegación Tláhuac se encuentra una falla geográfica que hace que la tierra sea extremadamente inestable y peligrosa cada vez que ocurre un sismo.
Gerardo Aguilar, un chofer cuya vivienda tendrá que ser derrumbada a causa de las grietas en el piso asegura que las fisuras en el pavimento superan los 10 metros de profundidad.
“Frente a mi casa metimos una varilla de 12 metros de largo y no tocamos el fondo. La soltamos y ni siquiera la escuchamos caer. Eso quiere decir que muchas de las casas de la zona se encuentran volando, lo que significa que en cualquier momento la tierra se las podría tragar y a nosotros con ellas si no desalojamos”.
Anarquía y pipas secuestradas
Desde el día del temblor el suministro de agua se cortó en toda la delegación y el envío de pipas de agua por parte de las autoridades ha sido insuficiente.
“Tanto las pipas de agua privadas como las pocas que ha enviado la delegación han sido secuestradas por delincuentes armados antes de que puedan entrar a la colonia a repartir; incluso, el día de ayer se desató una balacera a causa de una pelea por ganar una pipa de agua”, confiesa Consuelo Lara, una señora mayor de edad cuya sisterna que fue una de las pocas que se salvó resultó saqueada por un grupo de malhechores que se subieron al techo de su casa y extrajeron el agua que ahí tenía recolectada.
En Tláhuac se respira un ambiente de anarquía en donde la ley del más fuerte se ha convertido en la única ley y las autoridades no han hecho nada por revertir la situación.
En la calle de Atún, la delegación montó un puesto de mando que dirige Pedro Pelayo, actual director de Área B en Tláhuac y quien tiene una apreciación muy distinta a la de los habitantes de la situación que atraviesa la colonia del Mar.
De acuerdo con el funcionario, la delegación ya atendió a todas las personas cuyas casas fueron afectadas y a su criterio no hay necesidad de que policías o militares vigilen la zona. Por lo tanto, su mayor prioridad en este momento es coordinar la llegada de pipas de agua para atender el desabasto, una labor que de acuerdo con los vecinos ha sido pésima.
A pesar de la incapacidad de las autoridades para cumplir con sus labores, los vecinos de la colonia del Mar, admiten que sabían de la falla geológica que atraviesa la región antes de construir sus casas.
De acuerdo con Lorenzo Bolaños, quien trabajó como Coordinador Territorial de 1990 a 2003, el 80 por ciento de los inmuebles en la colonia no cuentan con un permiso de construcción.
Claro que también existen los habitantes que pecaron de ignorancia o que pensaron que nunca serían víctimas de un desastre natural.
De pronto el cielo se torna gris y un nubarrón se posa amenazante sobre los pobladores de la colonia del Mar. Quienes todavía conservan su casa corren a refugiarse mientras colocan cubetas sobre los tejados para recolectar el agua de la lluvia.
Para los menos afortunados su única opción es recurrir a alguno de los albergues instalados en la zona o utilizar las tiendas de campaña que se les dieron y tratar de sobrevivir a la tormenta.