Vivir a la intemperie aferrados a sus pertenencias más básicas y a la esperanza de que la ayuda algún día llegará es el nuevo estilo de vida que decenas de familias se han visto obligadas a adoptar después del sismo del pasado 19 de septiembre.
Los casos son diversos, pero la tragedia, la angustia y la falta de certeza atacan por igual a todas las víctimas.
Para algunos lo que les quita el sueño son las deudas que fueron lo único que conservaron después de perderlo todo. A otros los ataca la incertidumbre de hasta cuándo podrán estirar la invitación de sus familiares que les ofrecieron un lugar donde quedarse en lo que se ponen de pie otra vez.
Otros tantos se arrepienten de las inversiones que decidieron hacer y en las cuales apostaron los ahorros de toda su vida para que en menos de un minuto se vieran obligados a empezar desde cero nuevamente.
En Tláhuac destaca el caso de Mario Arellano, un hombre de aproximadamente 50 años que llegó a la colonia Del Mar un año antes del terremoto y decidió invertir todo lo que tenía en un salón de fiestas que quedó tan dañado que tendrá que ser derrumbado.
En un principio le pareció fácil construir en una zona que se encuentra sobre una falla geológica y en donde no se requieren permisos de construcción por parte de la delegación; de ser así, lo que hoy se conoce como la colonia Del Mar no existiría.
Si hay un mal lugar para construir una vivienda es sobre una falla geológica. Si a esto le sumamos que el terreno es fangoso por naturaleza los riesgos aumentan exponencialmente. Una serie de realidades que los pobladores de Tláhuac ahora entienden a la perfección.
En la delegación donde gobierna Rigoberto Salgado, las calles y avenidas se abrieron por la mitad creando grietas cuya profundidad, en algunos casos, ni siquiera se alcanza a percibir.
La tierra se sumió por ser un terreno suave y ahora no se sabe qué casas se encuentran sobre una agujero listo para devorarlas en cualquier momento.
Igualmente, el riesgo de socavones es altísimo, pues aunque hay partes que parecen no haber sufrido daños en la superficie, no se sabe qué hay debajo del asfalto.
Lorenzo Bolaños, quien fungió como coordinador territorial de 1999 al 2003, asegura que por lo menos el 80 por ciento de las viviendas que se han construido ahí a lo largo de 46 años no cuentan con los permisos correspondientes.
De hecho, en la zona tampoco existe un atlas del riesgo ni una planificación urbana que señale a quienes desean vivir o invertir ahí cuáles son las zonas de riesgo en la región.
Ahora, tras el temblor del pasado martes, todas las irregularidades y corruptelas han salido a la luz y quienes en su momento pensaron que no tramitar un permiso o hacer un estudio del suelo antes de construir era una forma de ahorrar dinero, se arrepienten de haber tomado una decisión que ya no pueden corregir.
‘Escarbas y encuentras agua’
En Xochimilco la situación no es muy distinta. La zona que fungió como un humedal para la siembra ahora cobró a sus habitantes el verdadero precio de haber construido sus viviendas ahí.
A diferencia de los pobladores de Tláhuac, los campesinos lo entienden y, en algunos casos, hasta lo aceptan.
“La tierra nos cobró todo lo que nos ha dado. Nosotros siempre hemos sabido que este terreno no es el adecuado para construir. Aquí escarbas tres o cuatro metros y ya encuentras agua”, cuenta Leonardo Galicia, un agricultor y comerciante que ha vivido en el barrio La Conchita, en Xochimilco desde hace 35 años y cuya vivienda quedó totalmente destrozada.
Además del pésimo terreno para construir, otra cosa que comparten las delegaciones de Tláhuac y Xochimilco es que ninguno de sus delegados se han hecho presentes para brindar ayuda al pueblo que representan.
Una pregunta permanece: ¿soy yo el responsable de haberme saltado los permisos y normas de construcción o las autoridades por haberlo permitido?
El rastro de la corrupción
La asociación civil Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) ha emprendido la labor de recopilar información sobre las afectaciones a las viviendas tras el último sismo, con el fin de realizar una investigación periodística que permita conocer las causas de la tragedia y, sobre todo, señalar a los responsables.
Valeria Durán, de la Unidad de Investigaciones Periodísticas de MCCI, asegura que la principal razón de emprender esta investigación es identificar las causas de la tragedia para asegurarse que nunca se vuelva a repetir.
“Lo que queremos es revelar una posible vía de corrupción que haya permitido que estos inmuebles se hayan construido sin haber respetado tal vez protocolos de seguridad.
“Esto puede ayudar a evitar o prevenir, si en algún momento se repite un sismo de esta magnitud, que caigan más edificios, que no haya más personas que mueran a raíz de esto”, afirma.
La iniciativa #MiEdificio aún está en la etapa de recabar información, aunque, a reserva de las nuevas líneas que se puedan tomar en base a los reportes recibidos, la hipótesis inicial es revelar una posible vía de corrupción que haya permitido que los inmuebles se hayan construido sin haber respetado tal vez protocolos de seguridad.
“No se trata solo de decir se cayeron tantos edificios porque sucedió esto, sino develar ese sistema que permitió que esta situación sucediera, quiénes son los personajes involucrados, con quiénes están relacionados.”.
La periodista asegura que si bien es importante contar las historias alrededor de la tragedia y estar pendiente al día a día, la tarea periodística no debe concluir ahí, sino que una vez pasado todo esto es necesario explicar a la gente por qué sucedió.
“Estudiando los reglamentos y las denuncias, acercándonos con quienes se encargan de esa parte, podremos entregarle a la ciudadanía un dictamen completo en donde les expliquemos por qué su edificio se cayó, si fue solamente por el tipo de movimiento de las placas, si fue realmente negligencia de quienes construyeron los edificios”, concluye.
Continúa leyendo:
Colegio Rébsamen, de la tragedia a las anomalías por Rubén Zermeño
También puedes leer:
La hora de rendir cuentas por Carlos Salazar
Método de aprendizaje por Armando Estrop