Hay en definitiva un rompimiento de Manuel Camacho Solís, con las posturas de Andrés Manuel López Obrador. Eso queda claro luego de platicar con este avezado político de 66 años, acaso uno de los mayores negociadores de este país en las últimas décadas.
Por un lado, Camacho privilegia el proceder político desde una óptica de gobierno, de conciliación y negociación. Y en ello está más que entrenado quien muy posiblemente estará al frente de la fracción del PRD en el Senado.
Por el lado del tabasqueño, se impone un ideal que es inalcanzable.
Y si en la esquina de Camacho –ex regente de la capital- la marca de la casa es el mejor de los mundos posibles, el pragmatismo, el realismo, en la otra esquina está el apostolado y la redención, pero también el enfrentamiento y la ruptura del diálogo.
Todo lo cual podría traducirse en la ausencia de López Obrador cuando Manuel Camacho esté presente al tiempo que a Enrique Peña Nieto asuma la presidencia, el próximo 1 de diciembre.
-¿Vas a estar presente el día que Peña reciba la banda presidencial? –le pregunto a Camacho.
-Lo que sí sé es lo que no voy a hacer: no voy a hacer una protesta que lo único que logre sea aislarnos de la sociedad. No creo en eso. Tampoco creo que nos convenga ir a seis años de simulación. De que nadie existe aquí, de que todos nos escondemos…
Empero, el colmilludo líder no le instala una alfombra tan tersa al PRI. Primero –precisa-, habrá que observar de cerca el papel que desempeñe el Tribunal Federal Electoral.
Que considere la suma de irregularidades del proceso electoral. Tal vez quepa aún anular la elección, si es que no fue ni “auténtica”, ni “libre”.
Aún si no se anulan los resultados y a esto siguiera el cuento del presidente interino que ha imaginado López Obrador, debe Peña Nieto reconocer que hubo un gran desaseo y debe haber las consecuentes sanciones.
Sólo en una cierta postura Camacho Solís me pareció que coincide a grandes rasgos con los frases de López Obrador: no piensa que hubo alternancia pactada, si por ésta entendemos un acuerdo secreto entre Calderón y Peña, pero sí entre la “oligarquía”, los grupos fácticos de poder, y las cúpulas panistas y del PRI.
Este acuerdo no se habría dado desde 2006, como una forma de devolver el favor Calderón al PRI por haberle legitimado la recepción de la banda presidencial, sino más exactamente cuando durante la campaña, Josefina desciende al tercer sitio.
Y entonces, viendo los “poderosos” que López Obrador eleva el vuelo, y que puede incluso triunfar, pactan una alternancia dialogada y acordada. Esta tesis, siendo camachista, tiene un aroma a Macuspana.
-Había ya un acuerdo de intereses. Y no sólo estaban Peña, y Calderón. Sino muchos empresarios, mucha gente que estaba convencida que había que frenar a López Obrador –admite.
-Uno de de estos personajes que pudieron haber influido en su calidad de político, pero también como cercano al empresariado es Carlos Salinas de Gortari. ¿Es así? –le pregunto.
-Carlos Salinas… a veces dicen que es muy importante, a veces no lo es tanto. Creo que el peso que tiene en el PRI sigue siendo muy grande.
Y el ex secretario de Relaciones Exteriores justamente en el sexenio de Salinas vuelve a su tesis:
-Considero que en cierto momento lo que hay son intereses que se juntan. Y que cuando han habido acuerdos previos, eso permite que las cosas puedan en algún momento cuajar –opina.
“Me parece que al PAN en general y al gobierno en particular, les era más cómodo que ganara Peña”, que López Obrador. Sin embargo, para Camacho, el origen de todo se halla en 1988, cuando surge el interés de que la izquierda no crezca.
La agenda de la izquierda
Ese deseo de bloquear a la disidencia podrá haber empezado junto con la administración salinista. Sin embargo, hoy gozan de salud varias izquierdas en México.
Camacho habita en la más “civil”, por así llamarla. En la que tiene una agenda muy clara cuando llegue al Congreso a fines de año.
Agenda que pone a la vista tres puntos: uno, cerrar el capítulo de las elecciones de la forma más democrática posible: “Si no hay un costo a la impunidad, no hay forma de que sea creíble el estado de derecho en México”, considera.
Dos, cambiar las condiciones que llevaron a la inequidad. ¿Cómo? Replanteando la vinculación de los medios de comunicación y la política por la vías comerciales… para que no ocurra de nuevo que los consorcios mediáticos entronicen un candidato. Y buscar que los gobernadores no ordeñen sus presupuestos estatales para apoyarlo.
En esas dos líneas reside para Camacho Solís el núcleo para renovar el sistema político mexicano.
“Cambiar la relación con la televisión y cambiar el uso del dinero en la política, es el principio de un cambio de régimen político”.
Paralelamente, advierte que no se opondrá, por supuesto, a propiciar un “estado de bienestar”, una seguridad social universal. Una izquierda no se podría oponer a eso. Sobre cómo hay que financiarlo, sí habría motivo de discusión.
Porque con IVA, no es plausible hacerlo –dice-.
Y tres: el tema económico. Cuyo debate está muy atorado. La diferencia para que el país crezca, es que haya un estado de derecho, que haya una reforma judicial, que el crimen baje, que haya menos violencia.
Si hay gobernabilidad –visualiza-, habrá inversión en México.
Por lo pronto, Camacho y López Obrador están pensando en dos cosas diferentes.
-La circunstancia de Andrés Manuel López Obrador es defender su posición y sus votos –explica Camacho-. Y lo que él considera que es la condición “sine qua non” para que el país cambie, es que haya un ataque frontal a los actos de corrupción que hayan ocurrido.
En cambio, señala: “Mi posición es que tenemos que encontrar una solución. Y que no me atrevo a sustituir la responsabilidad de los jueces y decir que su decisión tiene que ser forzosamente la que yo creo que es la que a mí me conviene, o incluso, la que yo considero que es la justa”.
-Porque si hacemos eso, entonces estamos anulando la posibilidad de la solución –precisa-. Yo lo más que puedo pedirle al Tribunal es que actúe realmente conforme a la Constitución.
¿Toma de tribuna, choque?
Además, el coordinador de “DIA” tampoco muestra urgencia por liderar al PRD en la Cámara Alta. Su mensaje tiene un claro y obvio destinatario…
-Yo lo veo muy sencillo. Yo sé para qué sirvo y para qué no sirvo –dice firme-. Si la función que hay que cumplir es ir al choque, es ir a la toma de la tribuna, es ir a ver cómo hacemos el mayor daño, yo no sirvo para eso, yo no creo en eso.
“Porque además pienso que es exactamente contraproducente. Eso lo único que haría sería aislarnos, debilitarnos electoralmente, y reforzar un orden político que es contrario a lo que nosotros queremos que sea el país”.
Pero en el otro extremo, Camacho hace brillar lo que mejor sabe operar: tejer lazos.
-Si la función es la otra, establecer límites, como una oposición consistente, pero también hacer los acuerdos que te permitan tener mayor poder, para de esa manera avanzar en nuestras posiciones y cambiar la correlación de fuerzas, para eso sí sirvo –expone.
-Esto que dices hace ver que para llegar a ser coordinador de los senadores la exigencia de López Obrador sería tomar la tribuna… -le digo.
-No, yo creo que la decisión de la coordinación va a pasar más por el peso de las corrientes dentro del PRD, que por la opinión del propio López Obrador –remata.
Es un mediodía tibio. Estamos en su oficina al poniente de la megaurbe que conoce tan a fondo, donde ha gobernado, donde se ha curtido.
En un muro, los ideogramas del Arte de la Guerra de Sun Tzu se ven tallados en madera. Y en un cubo de vidrio, una embarcación samurai parece lista para zarpar… en este nuevo sexenio.
Y no es casualidad que a lo largo de la conversación, Camacho vaya sembrando ese mismo mensaje crítico -de manera subliminal, pero contundente-, para alguien a quien le encanta asumirse como “el redentor” de la Patria.
Tensión en el interior del PRI
“Ahí va a empezar la tensión al interior del propio PRI”, continúa. “Porque los gobernadores les van a decir: oye, yo tengo elecciones el año entrante. Y esa reforma a mí me va a costar la elección”.
-La realidad política está suficientemente complicada como para pensar que esa reforma está ya hecha. Sinceramente creo que esa es su prioridad, no tengo la menor duda, pero eso demuestra que no están entendiendo lo que está pasando en el país –dice Camacho.
¿Y cuál es la prioridad para el país según el ex catedrático del Colegio de México?
“La gobernabilidad democrática del país, y reducir la violencia”, sintetiza.
Y previene:
“Lo que no va a aguantar es que lleguemos a diciembre con el país incendiado, confrontado, casi en estado de sitio, o que lleguemos a una situación en donde en vez de tener posibilidades de acordar para tener una política de seguridad que nos permita bajar la violencia, de manera gradual, nos distraigamos en confrontaciones que además no van a dar resultado”.
Ricos contra pobres vs el Welfare State
Le comento al virtual senador que las prioridades de su agenda –cerrar el capítulo electoral, modificar el uso de la TV y el dinero en la política y la gobernabilidad- y de la de Marcelo Ebrard –obras viales, apoyo a la comunidad gay, aborto-, parecen haber olvidado el cometido de la izquierda: la justicia social.
-¿Ha olvidado la izquierda a los pobres? –inquiero.
-Marcelo Ebrard me parece que ha sido el mejor gobernador que ha habido en estos años en el país. Ahí están los resultados. El DF es el sitio más seguro que hay a pesar de todos sus conflictos. Ha podido resolver su problema de calidad del aire, que era gravísimo. Ha avanzado en la economía verde, se ha consolidado como la ciudad con la política social más consistente.
Por tanto, alega, el tema social sí está presente en las acciones. Lo que pasa –explica- es que hay un pacto. Uno para que los recursos vayan a donde están los más pobres. “Y a cambio de eso, se fortalece la seguridad y eso facilita la inversión privada”.
-Entonces no es los pobres contra los ricos –aclara, acaso aludiendo de nuevo a alguien-. Es cómo generamos condiciones de inversión privada que generen empleos y tranquilidad y cómo financiamos los programas sociales para amortiguar las diferencias que existen en la ciudad.
-Como tú lo planteas siguen siendo dos izquierdas muy claras. La de López Obrador, que sí es ricos contra pobres, y la tuya y de Marcelo, que es el “Welfare State” –le comento.
-Me parece que una parte del éxito que se tuvo en la elección, y una parte de la solución política va a pasar, por precisamente no fracturar a la izquierda. Es decir, si nosotros no hubiéramos resuelto bien el tema de la candidatura presidencial, si Marcelo hubiera dicho: “voy a ser candidato”, esto hubiera sido un desastre… y hubiéramos perdido la elección del DF.
Y ahonda:
-Si no hubiera el capital político que hay en el DF, el éxito de Marcelo, el éxito de la candidatura de Miguel Mancera, la elección federal, nunca hubiera obtenido los resultados. Ni el PRD, ni el PT, ni el Movimiento Ciudadano, tendrían una base política tan sólida como la que tienen en este momento en la capital.
“Yo no lo veo como el uno contra el otro, sino como una alianza política, sin la cual vamos literalmente al desastre”.
Pero aclara:
-Esto no te lo digo para ocultar que hay diferencias de opinión. Sí hay diferencias. Él le da más importancia a unos puntos y nosotros a otros. Nosotros estamos más acostumbrados a pensar siempre todo más en términos de gobierno, no nada más en términos de lo que es correcto en términos de moralidad política o respecto a los valores de la izquierda.
“No me atrevo a pensar cosas que no estaría dispuesto a hacer o que de antemano sé que no se pueden hacer, porque mi ética política pasa por la responsabilidad, no por la bondad de la orientación que tiene mi acción”.
Y lanza una crítica. Se pregunta si van a ignorar la existencia del nuevo gobierno o si van a llegar a acuerdos. Y propone resolver el presente capítulo post electoral y limar lo más que se puedan las cosas.
Pemex y la autonomía fiscal
¿PEMEX debería imitar el modelo de Petrobras? –le propongo.
-Es una discusión que no la podemos dar así. Ni puedes hablar de nada serio en PEMEX si no hablas de una reforma fiscal. De que necesita mayor autonomía no tengo la menor duda. Es increíble que siga siendo desde Hacienda, o ahora desde un consejo de administración, que se tenga que tomar cada decisión importante.
-Pero, ¿sí a la inversión privada en todas las áreas, o no?
-No. Yo tengo dos opiniones. El tema brasileño hay que verlo como es, no ideológicamente. Lo que hizo Cardoso en 1998 en Brasil, lo hizo cuando el precio del petróleo estaba en 10 dólares el barril. Tenían una necesidad de financiamiento. Lo que hoy está haciendo el gobierno de Brasil es recuperando espacios de soberanía estatal, una vez que tiene más petróleo y una empresa más consolidada.
Y se explica:
-El tema principal no es el financiamiento. Con los altísimos precios que hemos tenido del petróleo en la última década pudimos haber financiado el relanzamiento de PEMEX.
El tema es: ¿Cómo generas la autonomía de la empresa? ¿Cómo encuentran posibilidades de conversión en la petroquímica? ¿Cómo se restablece la relación laboral? ¿Cómo se combate la corrupción…? Y cómo nos metemos de lleno a invertir, como empresa pública, en PEMEX. Hay empresas públicas en el mundo que funcionan muy bien.
Y advierte algo delicado:
“No creo que sea el momento –de una vez fijo mi posición- de ir a la reforma del artículo 27 constitucional. Pero además, si alguno de nosotros va a eso, entonces sí se va a provocar algo mucho más complicado, una escisión inevitable de la izquierda y una radicalización del movimiento social en México”.
Para Camacho, las declaraciones hechas por Peña Nieto en el Foro Económico Mundial y por Luis Videgaray ante la prensa estadounidense, en relación a que se necesitan tales reformas constitucionales, demuestran una cosa:
“Que no le entienden bien a la parte política y social”.
-¿Por qué? –pregunto.
-Porque no tienen, para empezar, esa mayoría constitucional.
-La podrían tener con Nueva Alianza y el Verde…
-Lo veo complicado. Porque están haciendo ahorita sus cálculos sobre la base de sumar todos sus votos. Pero no pueden hacer una reforma a PEMEX sin hacer una reforma fiscal. Y la reforma fiscal que quieren hacer es la de IVA.
‘La agenda de EPN es la agenda de CSG’
La relación de Manuel Camacho con el ex presidente Salinas de Gortari data de sus años mozos. Juntos hicieron carrera política y gobernaron. En el sexenio de Miguel de la Madrid, cuando Salinas fue secretario de programación y presupuesto, Camacho ocupó la subsecretaría.
Cuando Salinas fue presidente, en 1988, nombra a Camacho regente de la Ciudad de México. Luego, su rompimiento es ampliamente conocido.
-¿Carlos Salinas va a gobernar detrás del ‘trono’ de Peña Nieto? –sondeo.
-La verdad es que una vez que llega alguien al gobierno los que lo rodean empiezan a ganar sus espacios. Tener el poder transforma a la gente.
Y le manda una indirecta:
-Casi todos los que han pretendido hacer presidentes a x o y, después han salido muy decepcionados porque no les han sido leales…
-¿Qué tanto va a influir Salinas de Gortari en Peña Nieto?
-Ya está influyendo –dice tajante-. La agenda de Peña Nieto es la agenda de Salinas… vivimos un riesgo real de retroceso político en el país.
Le planteo a Camacho si, como se comenta en los círculos panistas, la secretaría de Hacienda habría operado para favorecer el ingreso de los estados priístas, lo cual fue un factor definitivo del eventual triunfo de Peña.
-¿Qué tanto esto fue una maniobra priísta dentro del calderonismo?
-Pues si se revisan los números, no tengo duda de que el Estado de México obtuvo un trato bondadoso, amistoso, dentro de esta administración federal.
-¿Qué tan amistoso?
-Lo suficiente como para hacer la diferencia con muchos otros.
-O sea, Calderón le ayudó a ganar a Peña Nieto…
-No –apunta-. Simplemente le apoyó económicamente en sus proyectos.
-Lo cual resulta en lo mismo, ¿no? –le digo-.
-¿Cómo juzgará la historia a Felipe Calderón? ¿Y qué hará la izquierda con él una vez que pase el 1 de diciembre?
-Eso dejémoslo precisamente para la historia. Será el futuro el que decida. Cada quien tiene sus propias evaluaciones.
-¿Tú te has reunido después de las elecciones con Peña Nieto o con Felipe Calderón?
-Con ninguno de los dos…
-¿Has tenido llamadas telefónicas, contacto?
-No me he reunido con ninguno de los dos –reitera…
Le pregunto si la izquierda buscará llevar a Calderón ante tribunales internacionales de derechos humanos por “genocidio”.
-Yo creo que hay que ser preciso en todo –dice-. Hay un grupo de ciudadanos que tiene un recurso jurídico. Es su responsabilidad. Yo no he visto que esa posición esté respaldada por los partidos de izquierda.
Acepta, no obstante, que la prioridad nacional sí es cambiar la política de seguridad nacional.
Por último, el líder izquierdista se muestra favorable ante las alianzas electorales. Piensa que hay que tener flexibilidad o quedarse marginados. Cree que funcionaron en Sinaloa, Oaxaca, Puebla, etc.
-¿Cuál debe ser la postura de la izquierda ante el narco?
-La política no ha dado resultados y necesita cambiarse. El tema central es el respeto al estado de derecho y a los derechos humanos. Debe haber un gran acuerdo nacional…
-¿Crees que haya un cambio en los pesos y equilibrios de los cárteles al entrar Peña Nieto?
-No tengo elementos para decirlo. El problema principal del país es el debilitamiento del Estado. Y no se puede fortalecer por el lado militar.
-¿Ahora sí le toca a Marcelo Ebrard en el 2018?
-Viendo al 2018, no quisiera que nos esperemos seis años. Debemos construir mejores condiciones para el país. Me preocupa menos quién va a gobernar en el 18, que qué vamos a hacer para cerrar el capítulo electoral –responde.
Quizá olvidé preguntarle si al que le toca es a él.
‘La democracia es el camino’
Pero hay expresiones de izquierda más allá de lo civil. Hace unos días el EPR emite un comunicado en el que expresa que “compra” la frase popular de protesta: “Si hay imposición, habrá revolución”.
-Yo creo que ya vivimos esa etapa en México –evalúa Camacho.
Y hace un recuento desde los sesentas. Donde hubo represión policiaca. Y todo eso, dice, no tenía salida.
-Lo que sería lamentable, es que por incapacidad de la clase política actual, generemos condiciones que vuelvan a estimular las iniciativas violentas en el país. Es increíble que no tengamos la capacidad para darnos cuenta de que ese no es el camino, sino la democracia.
-¿Qué mensaje le envías al EPR? –le digo.
-Entiendo su posición, pero nosotros vamos a apostar por abrir la democracia. Y no la vamos a abrir con más violencia.
Camacho negoció con destreza en 1994 con el EZLN… ¿Pero dónde está ahora esta expresión política?
-¿Qué pasó con el EZLN?
-Yo no he tenido contacto en los últimos años con ellos. Las causas que generaron eso habría que ver si se han reproducido en otros lados del país –responde.
-¿Ha quedado enterrado?
-Lo que sí te puedo decir es que esas cosas pueden volver a surgir si hay represión, violaciones a los derechos humanos…
Manuel Camacho Solís debe medir 1.80 mts. Está en forma. Ama la natación. Y el pescado. Es delgado. Muy ordenado en su alimentación. Y goza a Mozart, Chopin y Tchaicovsky. Sus inflexiones de voz son casi un instrumento quirúrgico que sabe aplicar perfectamente. No descuida su forma de sentarse. Es amable. Pero serio. Tiende la mano, pero al mismo tiempo, una invisible, pero palpable, sábana como escudo.
Su gente, operadores, investigadores, asistentes, secretarias, guaruras, han sido esculpidos con una madera ajena al bosque de derechas y de izquierdas. Lucen como expertos más allá de los fanatismos y las ideologías. Son un poco como su patrón. Hechos para gobierno.
LA EXPANSIÓN DE LA IZQUIERDA
Desde la fundación del Frente Democratico Nacional hasta el PRD la fuerza de los partidos izquierdistas ha crecido constantemente a nivel nacional, incluso en estados tradicionalmente priistas o panistas como Yucatán, Baja California, Querétaro, Jalisco y Nuevo León
Por Félix Arredondo
Cuando Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo decidieron renunciar al PRI en 1987, lo hicieron con la intención de fundar un partido político que compitiera contra el PRI.
Convocaron entonces a casi todos los opositores de la izquierda mexicana que estaban dispersos en pequeños partidos y agrupaciones políticas para formar un gran frente.
Si los ex priistas no estaban de acuerdo con la nominación de Carlos Salinas de Gortari como candidato presidencial, menos lo estaban los militantes tradicionales de la izquierda que veían en Salinas de Gortari la continuidad del “cambio de rumbo” de Miguel de la Madrid.
La creación del FDN
Con Cuauhtémoc Cárdenas a la cabeza, se creó el Frente Democrático Nacional.
El michoacano le disputaría al PRI la presidencia de la República en las elecciones presidenciales de 1988 con grandes probabilidades de ganar.
Había condiciones objetivas para pensar que era posible derrotar al candidato del PRI.
El sexenio de Miguel de la Madrid había sido una espiral constante de inflación y devaluación.
La gente estaba molesta con el desempeño del PRI, y en especial los habitantes del Distrito Federal.
La insensibilidad y la ineficacia mostradas por el gobierno priista frente sismo ocurrido en la ciudad de México en septiembre de 1985, generaron las condiciones ideales que los adversarios del régimen priista habían esperado por años para un cambio.
Para muchos, Cárdenas Solórzano ganó la presidencia. Sin embargo eso nunca se podrá saber bien a bien.
Y es que además de la caída del sistema de cómputo electoral que anunció el entonces secretario de Gobernación Manuel Barttlet, el panista Diego Fernández de Ceballos aceptó que se quemaran las boletas electorales que se guardaban en los sótanos de la Cámara de los Diputados.
Las cifras preliminares de la Comisión Electoral que controlaban los priistas dieron por ganador a Carlos Salinas, y se desencadenó el primer gran conflicto post electoral de la era moderna de México.
El candidato panista Manuel Clouthier respaldo entonces a Cuauhtémoc Cardenas. Protestaban por el fraude electoral.
Meses después de las elecciones, el Colegio Electoral, integrado en su mayoría por los legisladores federales priístas, determinó declarar presidente electo a Carlos Salinas de Gortari.
Al final del proceso, parecía que la izquierda había perdido como siempre lo había hecho.
Sin embargo, a pesar de la derrota de Cárdenas, paradójicamente la izquierda mexicana ganó.
El acuerdo entre Salinas y Cuauhtémoc
Un acuerdo secreto entre Cuauhtémoc Cárdenas y Carlos Salinas de Gortari, y en el que participó el entonces salinista Manuel Camacho Solís, garantizó la viabilidad de un tercer partido importante: el Partido de la Revolución Democrática.
Un partido político en el que cabían todos los ex priistas que ya no cabían en el PRI, y al que habrían de emigrar también otras figuras del Revolucionario Institucional, como Ricardo Monreal, Andrés Manuel López Obrador, y Arturo Núñez.
Sí el PRD constituía una alternativa para los priistas disidentes al “neoliberalismo” priista, pero también era un partido que estaba abierto a admitir a todas las tribus de los movimientos de izquierda.
Lo que vino después fue un obsesivo intento del “líder moral” del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas, por llegar ser presidente de la República.
Sin embargo, en cada intento los resultados fueron de mal en peor.
Cárdenas compitió en 1994 y quedó en tercer lugar. Lo mismo sucedió en el año 2000.
Parecía que la decadente de la popularidad de Cárdenas se terminaría por hundirse junto con la del PRD.
La historia cambió para el 2006. Una gran parte del electorado que se sintió defraudado por Vicente Fox pensó que Andrés Manuel López Obrador podría convertirse en opción.
Hoy, después del primer intento fallido del tabasqueño por llegar a los Pinos, nuevamente se vive un conflicto postelectoral.
Algunos atribuyen la derrota de Andrés Manuel López Obrador al desgaste natural que sufre la figura política que intenta y no logra, en repetidas ocasiones, alcanzar sus objetivos. Tal y como sucedió con Cuauhtémoc Cárdenas.
Sostienen que Marcelo Ebrard hubiera sido un candidato mejor aceptado por la sociedad.
Es posible que no se hayan detenido a analizar con cuidado, cómo evolucionaron las cifras electorales en los doce últimos años.
¿Fue López Obrador un lastre para la izquierda mexicana en las elecciones del 2012, o su figura siguió siendo un activo importante para el PRD?
Un incremento espectacular
El 2 de julio del 2000, Vicente Fox y sus “amigos” derrotaron al PRI. Y es que aunque el PAN postuló al guanajuatense, el partido albiazul poco tuvo que ver con el triunfo electoral.
Vicente Fox era el candidato ideal para aquella circunstancia electoral. Pero una vez que llegó al poder simplemente decepcionó a la mayoría de la gente que voto por él.
En tanto que a la jefatura de gobierno del Distrito Federal había llegado Andrés Manuel López Obrador.
Un perredista con acento tabasqueño que empezó a ganar popularidad mientras que Vicente Fox la perdía. Las encuestas lo daban como probable ganador del 2006.
Y sí. Llegado el momento de la elección Andrés Manuel López Obrador fue el candidato de la izquierda.
Simplemente no había ninguna otra figura que fuera capaz de aportarle al PRD mas simpatías y votos que el de Tabasco.
Del 2000 al 2006, ocho millones y medio más de mexicanos decidieron que su voto sería para el candidato del PRD a la presidencia.
El salto fue espectacular. De 6 millones 256 mil votos obtenidos en el año 2000, el candidato del PRD a la presidencia de la República del PRD obtuvo 14 millones 756 mil votos. En seis años la votación creció 136 por ciento.
Pero el perredista no pudo llegar a la Presidencia. Le faltaron apenas unos 244 mil votos.
El candidato de la izquierda obtuvo incrementos de votos en todos los Estados de la Repuública respecto de las elecciones del 2000.
Tan solo en tres entidades federativas, D.F., Estado de México y Veracruz el tabasqueño obtuvo 3 millones 718 mil votos más que los que Cárdenas pudo ganar en el año 2000.
2012: ¿Un lastre?
Muchos pensaron que después de la derrota del 2006, López Obrador ya no tenía ningún futuro político.
Sus negativos eran tan altos que a los ojos de los ”expertos” la candidatura del tabasqueño sería un lastre para la izquierda.
La figura de Marcelo Ebrard, el jefe de gobierno, les parecía mejor.
¿Podría el tabasqueño ganar más votos que en el 2006? ¿Y si esto fuera posible, que tantos más podrían ser, si el perredismo ya había manifestado dado síntomas de decadencia en algunos Estados?
Para el 2012, el PRD ya había perdido las gubernaturas de los Estados de Michoacán, Baja California Sur, Tlaxcala y Zacatecas. Y si bien habían podido lograr conservar Guerrero, lo habían hecho gracias a que habían postulado a un ex priista que renunció a su Partido porque no había sido postulado.
Los perredistas también habían dejado de ser tan populares en el Distrito Federal.
Aunque por otra parte, no deja de llamar la atención que si se comparan las cifras entre el 2000 y el 2012 se observan incrementos muy importantes en algunos Estados.
Por ejemplo en Yucatán los votos de la izquierda crecieron un 553 por ciento. En Baja California 409 por ciento, en Querétaro 388 por cierto, y en Jalisco 375 por ciento.
El candidato de la izquierda, con todo y los negativos que parecían insuperables, obtuvo 1 millón 714 mil votos más que en el 2006 en 23 Estados de la Republica.
Aunque también perdió 572 mil votos en los otros nueve Estados. Curiosamente, casi la mitad de ellos, los perdió en el Distrito Federal.
Como resultado final el candidato del PRD ganó casi 16 millones de votos (15 millones 987 mil) en el 2012. Un millón 140 mil sufragios más en el 2012 que en el 2006, lo que no deja de ser sorprendente y revelador.
Y es que hoy sus adversarios creen que el candidato de las izquierdas está acabado, como lo llegaron a creer en 2006.
Piensan más en el personaje que en los casi 16 millones de rostros anónimos que votaron por él.
Podría ser que otra vez que los analistas y lo expertos estén equivocados y el fenómeno no sea Lopez Obrador, sino los 16 millones de electores que están pidiendo a gritos un cambio y otra opción.
Y la realidad es así.
¿Cuáles podrían ser los pronósticos para lo que podría venir después si el PRI no logra convencer?