Trabajadoras del hogar piden derechos, no privilegios
Dos trabajadoras del hogar narran su experiencia en esta labor y ambas coinciden en que, aunque el trabajo es precarizado, les permite una mayor libertad de horario y de movilidad; no obstante, esta idea también parte del poco o nulo acceso a la información sobre lo que les corresponde legalmente
Karina VargasEmilia Romero Jiménez, de 42 años, trabajó una década prestando servicios en una casa, y le iba un poco mejor en esa época que ahora que es parte del personal de limpieza de una empresa, en donde, pese a estar afiliada al seguro social, sus beneficios y derechos son limitados y no se le permite asegurar a sus hijas, dos de ellas con complicaciones médicas.
Además, debe cumplir con un horario estricto de trabajo y los permisos para acudir a las citas en los hospitales o atender asuntos privados se le han negado.
De los dos embarazos que Emilia tuvo, nacieron cuatro niñas, unas trillizas que ahora tienen 25 años y una joven de 26, a quien se le diagnosticó preeclampsia tras dar a luz y por la que ahora tiene afectaciones en distintas partes de su organismo.
Todas ellas vivieron hasta los doce años en un internado privado, pues era el único modo que la trabajadora encontró para poder laborar en distintas casas y asegurarse de que sus hijas recibieran atención y cuidados.
Actualmente Emilia trabaja de lunes a viernes para la empresa y los fines de semana vende comida a fin de contar con los recursos necesarios para solventar los gastos hospitalarios de su hija mayor y de una de las trillizas, a la que le detectaron un tumor en uno de sus senos y requiere de una operación que cuesta 13 mil pesos.
Ella concluye que más allá del Programa Piloto y las disposiciones de ley, hace falta voluntad en las personas empleadoras para hacer valer los derechos de sus trabajadores.
“Creo que depende de la gente, si tiene humanidad te apoya para que puedas hacer más fácil las cosas y si no, pues te dicen que te vayas”.
En el caso de Zenaida Teresa Pérez Cortés, de 68 años, de los cuales 40 ha dedicado al trabajo del hogar remunerado, nunca ha exigido su incorporación al IMSS porque las condiciones en las que ha trabajado le han permitido desarrollarse bien hasta ahora, e incluso, en su momento, pudo vivir con sus hijos en la casa en la que laboró.
Confiesa que si la cobertura del seguro social únicamente es por lo médico, ella prefiere hacerse cargo de sus necesidades; sin embargo, al escuchar los beneficios que incluye el Programa Piloto y que forman parte de sus garantías como trabajadora, exclama: “¡Wow! Está bueno”.
“Trabajé con una doctora y me contó que su papá afilió a dos personas y ahora que se retiraron cobran pensión, pero no pedí más explicaciones, y me dio pena que creyeran que yo quería algo igual.
Asimismo, señala que sí ha recibido derechos como aguinaldo y liquidación en las casas en las que ha laborado, incluso cuando tuvo una complicación en un ojo, su empleadora le pagó la mitad de la operación. “Hasta me han dado cartas de recomendación, pero no las he necesitado”, dice orgullosa.