Tradición de cempasúchil marchitada
El Día de Muertos y la venta de cempasúchil se vieron afectados por la pandemia de COVID-19. Ante esta situación, productores de la zona de Xochimilco tomaron medidas para evitar más pérdidas
David MartínezPor primera vez desde hace 26 años, Mireya Castro Zavala no cultivó sus 10 mil plantas de cempasúchil. Temía que no se vendieran por la crisis económica y la pandemia por COVID-19.
La floricultora es oriunda de San Juan Tlalmanzingo, en la zona chinampera del centro de la alcaldía Xochimilco, y toda su vida la ha dedicado a la siembra de flores y plantas.
Este año solo sembró 6 mil macetas de cempasúchil con la esperanza de vender la mayoría, aún con la emergencia sanitaria y el escenario económico adverso.
“Uno tiene miedo de que no se vaya a vender su trabajo”, dice.
La emergencia sanitaria por COVID-19 en la capital se ha visto reflejada en la pérdida de 220 mil empleos debido al cierre parcial de actividades de marzo a junio pasados, según datos de la Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo (STyFE).
Durante la celebración del Día de Muertos, realizada los días 1 y 2 de noviembre, las flores de cempasúchil son usadas para las ofrendas y se colocan en las tumbas de los seres queridos fallecidos.
La tradición prehispánica indica que son guías en el camino para las almas que llegan a visitar a su familia, dice Mireya.
Sin embargo, este año los panteones de las 16 alcaldías cerrarán el 1 y 2 de noviembre como medida para evitar aglomeraciones de personas y contagios de COVID-19.
Esto significa que quienes acostumbran ir a velar o visitar los panteones para colocar ofrendas y flores no podrán hacerlo.
Flores y cempasúchil a segundo plano
Aunque el cierre de los cementerios le ha afectado, Mireya menciona que de marzo a junio, durante lo más crítico de la contingencia sanitaria, sus ventas de otro tipo de flores de ornato cayeron hasta un 40 por ciento.
No obstante, reconoce y acepta que las necesidades básicas de las personas hacen que sus productos pasen a segundo plano.
Otro problema que trajo la pandemia, es que muchos productores con tal de vender todas sus plantas de cempasúchil han bajado sus precios hasta casi quedarse sin ganancias, refiere.
“Yo puedo dar una planta con 5 botones grandes en 13 pesos, precio de productor, pero la gente va a preferir a quién quiere vender todo y lo da a 8 pesos, pero si haces eso te quedas tablas”, menciona.
Esta situación sucede en el mercado de flores y plantas del Deportivo Xochimilco.
“Hay mucha competencia, gente que da muy barato su producto”, señala.
La semana del 18 al 23 de octubre, dice Mireya, la venta se levantó un poco pero a menos de siete días de que sea Día de Muertos, tiene que comercializar las 4 mil plantas que aún le quedan.
Los retos de la siembra
Hacer que el cempasúchil crezca con botones redondos, grandes y vistosos no es fácil.
Mireya explica que desde junio de cada año, ella y su esposo compran la semilla, la depositan en una charola con tierra donde germina y a partir del 10 de agosto comienzan a plantarla.
No obstante, ahí no termina el trabajo para la floricultora, pues después tiene que evitar las plagas como el caracol y la cenicilla.
Además, otro de los principales retos es evitar que la flor se muera por las bacterias del agua de los canales —en esa zona están muy contaminados— la utilizada para el riego.
En 2017, la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial (PAOT) llevó a cabo el “Diagnóstico urbano ambiental para determinar el grado de perturbación del Canal La Santísima, Delegación Xochimilco”, camino acuático que se localiza a un lado del barrio de San Juan Tlalmanzingo.
El órgano defensor del medio ambiente detectó que a lo largo de 250 metros de canal habían 13 sitios de descargas de contaminantes.
Mireya Zavala Castro plantó 10 mil macetas de cempasúchil en 2019, este año solo fueron 6 mil por temor a no vender toda su producción
“Los residuos encontrados en las riberas del canal corresponden principalmente a pasto, ramas y troncos secos, así como algunos costales de cascajo y residuos urbanos generados de actividades domésticas, siendo la ribera izquierda la que presentó mayor acumulación de estos residuos”, detalla el estudio.
Además, se encontró que había un desagüe residual en el mismo canal, a cielo abierto y no existe ninguna planta de tratamiento.
En los canales de San Juan Tlalmanzingo la situación no es distinta, al recorrer sus orillas se ven en ellos basura como botellas plástico e incluso tapas de inodoro.
Esto, menciona Mireya, provoca que tenga que usar agroquímicos para eliminar todas las bacterias que contiene el agua contaminada.
“Los canales están sucios y necesitamos ponerle más abonos y agroquímicos porque no están limpios”, menciona.
Indica que dichos insumos son muy caros; un bote que alcanza para 200 plantas cuesta aproximadamente mil 500 pesos.
Aunque cuenta con apoyos económicos de la Comisión de Recursos Naturales (Corena), considera que lo mejor sería que las autoridades de la alcaldía cumplieran con el saneamiento de los canales.
“Siempre los delegados y ahora el alcalde, dice que los va a sanear pero no lo hacen en todos lados”, dice.