‘Traía la muerte siempre con él’
La fama de bruja la hizo llegar hasta el máximo líder Zeta. La citaron en el restaurante Mediterráneo del malecón de Campeche, donde le dijeron que tendría que leer los caracoles a los miembros de la cúpula de esa organización delictiva.
Un comando la levantó del malecón, la hicieron subir a una camioneta Hummer blanca en la que la obligaron viajar con la cabeza agachada durante 45 minutos por la carretera federal rumbo a Mérida, Yucatán, hasta llegar una finca de pisos y paredes de madera.
Icela LagunasLa fama de bruja la hizo llegar hasta el máximo líder Zeta. La citaron en el restaurante Mediterráneo del malecón de Campeche, donde le dijeron que tendría que leer los caracoles a los miembros de la cúpula de esa organización delictiva.
Un comando la levantó del malecón, la hicieron subir a una camioneta Hummer blanca en la que la obligaron viajar con la cabeza agachada durante 45 minutos por la carretera federal rumbo a Mérida, Yucatán, hasta llegar una finca de pisos y paredes de madera.
Al llegar le permitieron levantarse y pudo ver que el inmueble era custodiado por al menos 20 hombres armados vestidos como si fueran militares y se mantenían a la expectativa del arribo de extraños. Les cedieron el paso.
Al pasar los filtros de seguridad, un hombre de aproximadamente 38 años, cabello castaño, nariz respingada, y de un metro 77 centímetros salió a darle la bienvenida.
“Tenía los ojos claros, aceitunados, una cicatriz o marca en la cara, vestía ropa de marca Armani, camisa de manga larga de doble puño y zapatos Prada”.
Heriberto Lazcano, alias “El Lazca”, el fundador de los sanguinarios “Zetas” bajó a darle la bienvenida.
Ese día portaba una cadena y dije de oro con las iniciales GECG, que él mismo explicó más tarde, significan Grupo Especial del Cartel del Golfo.
La afición y a veces hasta la devoción que algunos narcos profesan por la santería y los oficios de los brujos, es ampliamente documentada.
Ese día “El Lazca” había mandado llevar hasta su guarida a una mujer cuya fama de bruja había cobrado fama en la zona sur del país, fundamentalmente en la Península de Yucatán.
Ahí estaban frente a frente, la bruja que ese día tenía la misión de leer los caracoles al máximo líder del grupo delictivo de “Los Z”, para que, a través de los poderes de esta mujer, le hiciera ver que le deparaba el destino.
El relato forma parte del proceso penal 26/2008 en poder de la Procuraduría General de Justicia del estado de Campeche y forma parte del rastro que “El Lazca” dejó a lo largo del territorio mexicano.
En principios del 2008, el 2 de enero, la bruja fue contactada por una mujer de nombre Ana Claudia que le pidió reservar una noche para que conociera a los mandos cupulares de la organización “Zeta” en aquella entidad.
Solo sabía de “Los Zetas” por las muertes adjudicadas a ellos en el estado, sabía que en los medios se hablaba de los sicarios más violentos y peligrosos de la historia del narcotráfico pero también supo la bruja que negarse a acudir a la cita no era una opción.
La bruja rindió su testimonio de aquél encuentro con “El Lazca”.
“Tenía una esclava de oro y un reloj Rolex de diamantes”, detalló la mujer que acudió a rendir su declaración como parte de una investigación del gobierno del estado de los movimientos del grupo delictivo en la región.
Ana Claudia, la mujer que sirvió como intermediaria, los presentó formalmente. Mientras ella guardaba silencio “El Lazca” habló de que estaría en el estado todo el tiempo del carnaval de Campeche.
Mientras la lectura de caracoles comenzaba, “El Lazca” conversó con Ana Claudia de los alcances de la organización, le dijo que como grupo ya habían alcanzado todo el control de la Península de Yucatán, incluso, gran parte del estado de Chiapas pero que tenían muchos problemas con grupos antagónicos en la ciudad de San Francisco, Campeche.
Para esa fecha, los ex militares pertenecientes al Grupo Aeromóviles de Fuerzas Especiales (Gafes), una unidad de élite del Ejército Mexicano, se habían posicionado como un grupo poderoso en todo el territorio.
“Dicha persona le dijo a la dicente que le leyera los caracoles y la de la voz, le hizo el trabajo”.
Los asistentes que miraban con desconfianza a la mujer guardaron silencio, él se acomodó en uno de los muebles tipo Luis XV en espera de la lectura acerca de su vida y su futuro.
La bruja fue contundente: Heriberto Lazcano traía la muerte siempre con él.
Después de varias horas, ambos se pusieron a hablar acerca de la vida y tomaron un poco de licor. Estaba relajado, confiado en las decenas de hombres armados que afuera vigilaban y que se comunicaban por radio a través de claves, mientras al interior del inmueble él escuchaba acerca de lo que le deparaba el destino.
Generoso, como lo describió la mujer, Heriberto Lazcano la invitó a formar parte de su organización que por años ha teñido de sangre el territorio mexicano, la de la letra Z.
Con esa capacidad de despliegue que los caracteriza como grupo armado, “Los Zeta” la había levantado de aquel restaurante en donde incluso, pagaron la cuenta.
En la casa aunque se habla de los narcotraficantes como fieles de este santo, no se observaron figuras de Jesús Malverde, a quien supuestamente se encomiendan los narcos. Esa noche, “El Lazca” tampoco le pidió llevara a cabo rituales de santería. Esa noche “El Lazca” sólo escucho que su destino estaba fuertemente marcado por la muerte.
Era una casa grande donde ocurrió el encuentro, que pese a los detalles proporcionados por la “bruja” declarante, los cuerpos de inteligencia que rastreaban la huella de los Zetas y sus crímenes en aquella entidad nunca lograron ubicar.