Turismo comunitario, vía de resistencia

La carretera que conduce a Mezcala es una ruta directa al paraíso. 

El trayecto a la comunidad indígena toma poco más de 20 minutos desde Chapala. Pasa por San Nicolás, y sigue hacia el norte en línea casi recta, en donde convergen cerros marrones que caen a la orilla del lago quieto y luminoso. 

El clima es perfecto, ni frío ni calor. La estampas recuerdan algunas costas del Mediterráneo, pero ahí, lejos del lujo, emerge el pueblo de Mezcala. 

Paloma Robles Paloma Robles Publicado el
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"Sí queremos el progreso, pero nosotros queremos ser dueños de ese progreso que ellos nos están ofertando, no queremos ser los empleados de ellos"
Manuel Jacobojoven activista de Mezcala
Un edificio tipo cafetería  fue construido por el colectivo para ofrecer servicios tanto a la comunidad como a turistas
https://www.youtube.com/watch?v=uY40CiXwAQk

La carretera que conduce a Mezcala es una ruta directa al paraíso. 

El trayecto a la comunidad indígena toma poco más de 20 minutos desde Chapala. Pasa por San Nicolás, y sigue hacia el norte en línea casi recta, en donde convergen cerros marrones que caen a la orilla del lago quieto y luminoso. 

El clima es perfecto, ni frío ni calor. La estampas recuerdan algunas costas del Mediterráneo, pero ahí, lejos del lujo, emerge el pueblo de Mezcala. 

Se sabe que estás cerca cuando el paisaje se modifica y emergen centenas de chayoteras, que emulan alfombras verdes y frescas y que conducen al lago.

Mezcala es una tierra fértil y con amplia tradición, ahí se llevaron a cabo batallas históricas, en donde los indígenas cocas vencieron a centenas de españoles en plena conquista ibérica.

Desde entonces se construye la historia de resistencia de ese pueblo que hoy libra otras batallas, la del falso desarrollo económico, por ejemplo.

“Recuerdo que más o menos en el año 2009, cuando estaba el plantón de la comunidad, se dio ese proceso de que el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia), la Secretaría de Cultura y Gobierno del Estado llegaron y nos dijeron que iban a atraer el progreso a la comunidad y eso consistía en que nosotros les vendiéramos la tierra, ellos (la) ocuparían, formarían sus edificios, pondrían sus hoteles, los restaurantes y nosotros íbamos a ser los empleados”, comenta en entrevista Manuel Jacobo, joven activista de la comunidad.

Agrega: “Nos decían que nosotros íbamos a tener empleos, que íbamos a poder vender aguas, dulces, barrer y trapear los espacios y nosotros decíamos que eso no era progreso porque nosotros somos los dueños de la tierra”.

Jacobo explica que la premisa de la comunidad fue: “sí queremos el progreso, pero nosotros queremos ser dueños de ese progreso que ellos nos están ofertando, no queremos ser los empleados de ellos”, agrega.

A partir de ahí nace la inquietud de hacer turismo de una forma distinta.

La comunidad se enfrentaría con otro gran problema: la invasión de sus tierras.

Un empresario de Guadalajara de nombre Guillermo Moreno Ibarra invadió 13 hectáreas del cerro El Pandillo.

Las tierras de ese cerro son privilegiadas, representan una área boscosa rica en flora y que originalmente aportaba agua a la comunidad. Sin embargo los cauces de río fueron interrumpidos por el invasor, que hizo su propia presa para abastecer su rancho.

“Lo que él está buscando es el reconocimiento de un área privada,  eso es imposible en una comunidad indígena”, afirman Rocío Moreno.

De ser un conflicto agrario, hoy el tema se ha tornado en un asunto penal: 11 personas de la comunidad siguen bajo proceso y podrían ser encarceladas.

Pero más allá del conflicto el Colectivo Mezcala, integrado por comuneros y jóvenes del pueblo, logró consolidar un proyecto turístico que en su lectura ayudará a su comunidad a generar autonomía. 

Paraje insurgente, la alternativa

El lema del revolucionario Emiliano Zapata bien aplica a lo que sucede en el colectivo Mezcala, “la tierra es de quien la trabaja”, y los jóvenes de esa comunidad lo saben.

“Nosotros aprendimos de los comuneros, ellos tienen resistiendo desde niños, desde jóvenes.(…) 

“Queremos demostrar que se pueden conservar los bienes comunales y al mismo tiempo hacer una serie de proyectos que fortalezcan económicamente a la comunidad”, explica Rocío Moreno.

Más de cinco años de planeación, ahorro y mucho trabajo hoy se ve reflejado en lo que ellos denominan “Paraje Insurgente”. 

Un edificio tipo cafetería  que fue construido por el colectivo para ofrecer servicios tanto a la comunidad como a turistas.

Restaurante, café, bar, pero también escuelita de los oficios del campo convergen en el Paraje Insurgente con proyectos de panadería, elaboración de pulque artesanal y rutas de exploración en los campos de Mezcala.

El paraje fue inaugurado en agosto del 2013 y hasta ahora no ha generado pérdidas al colectivo Mezcala, explica Itza Jacobo, quien es encargada del proyecto de panadería. Ella y su esposo elaboran piezas de pan tradicionales de la cultura Coca.

Roscas de reyes al estilo Mezcala, panes de muertos en forma de humanos y todo tipo de bocadillos dulces son parte de la oferta del paraje.

Para Itza, quien también trabaja en el comedor junto con Rocío, ser parte del proyecto del Paraje le permite también ayudar a más personas de su comunidad.

Una alternativa para las mujeres es el proyecto de elaboración de conservas. 

Frutas y verduras son procesadas de manera que pueden conservarse por más tiempo y pueden comercializarse a buen precio, comenta la entrevistada.

Mezcala, al estar rodeado de diversos centros urbanos como Chapala, Ocotlán y Guadalajara, se ha convertido en proveedor de fuerza humana para las decenas de maquiladoras que se han asentado en la zona, pero los salarios son mínimos. La gran mayoría gana menos de 500 pesos a la semana. 

Trabajar la tierra tampoco tiene mucho rédito, “aquí a un chayotero, por ejemplo, a tres pesos le estaban pagando una caja de 30 kilos. Imagínate a qué nivel están pagando la calidad de su trabajo”, agrega Rocío Moreno, quien explica que las conservas de chile con ajonjolí les han ayudado a financiar parte del proyecto del paraje.

Los precios accesibles del restaurante permiten que cualquier persona de la comunidad pueda disfrutar de platillos muy típicos como el pescado frito, los tacos de hueva de pescado, gorditas de chicharrón y hasta chayotes al mojo de ajo.

La cocina se surte de productos frescos proveídos por la comunidad, así como de su huerto comunitario.

Espacio de trabajo en el que todos colaboran y en donde también se imparten cursos de agricultura a pequeña escala.

“Los hombres nos aventamos lo de afuera, yo hago de todo”, apunta con orgullo José de Jesús, integrante del colectivo que durante 26 años vivió en California. 

A su regreso, se empapó en la problemática de la comunidad y en poco tiempo ofreció su trabajo en la construcción del Paraje.

Chayotes, betabeles, calabazas, frijol, todo tipo de hierbas de olor y árboles de fruta integran el paisaje del terreno que fue donado por una persona de la comunidad.

El proyecto de Paraje Insurgente se encuentra en la primera fase, se pretende en algunos años lograr construir un par de aulas en donde los niños y jóvenes de la comunidad puedan aprender más de su cultura. Incluso el colectivo ya elaboró un herbolario de la región.

Manuel Jacobo agrega que dentro de poco se tendrán trazados los senderos de caminata para los paseantes que visitan Mezcala y al paraje.

“Cada cooperativa tiene cierta importancia y es no solo el lugar, no solo vender por vender, sino también educar de esa manera. Que cuando tú consumas el pulque recibas un conocimiento”, apunta Manuel.

 

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