Un grito desde las rejas
Más de 3 mil internos de 10 centros penitenciarios han logrado cambiar su vida y valorar su existencia por los talleres de teatro que imparte Arturo Morell; gracias a ello pueden desarrollar una profesión al salir de la prisión
José Pablo Espíndola[kaltura-widget uiconfid=”39952882″ entryid=”0_zqy7wxvo” width=”100%” height=”56.25%” responsive=”true” hoveringControls=”false” /]
Yo soy Estrelle, llevo 3 años en prisión y son los mismos que tengo sin estar al lado de mis hijos, hoy quiero que sepan que por ellos existo”. “Yo soy Samuel, llevo muchos años en prisión y anhelo estar con mis padres porque existo y merezco una segunda oportunidad”.
Estos son gritos de libertad que internos del Reclusorio Preventivo Varonil Oriente y del Centro Femenil de Readaptación Social Santa Martha Acatitla han dado a través del teatro.
Más de 3 mil 200 personas de 10 centros penitenciarios del país han sido impactadas por el proyecto de intervención cultural de Arturo Morell, quien busca mover la energía negativa que genera la reclusión a través del canto, la actuación, el baile y la reflexión sobre la vida.
“El teatro es un pretexto para cambiar todas esas energías que se generan, ya sean culpables o inocentes, esa es otra historia diferente”, dice Morell.
El Taller Teatro Transforma es permanente e integra el proyecto Un grito de libertad, de la fundación Voz de Libertad, que lleva más de 15 años cambiando la vida de los presos.
“Le digo a mi familia y amigos que mi fin de semana dura tres días: sábado, domingo y lunes que vengo al teatro, porque ese día me libero, siento que no estoy en la cárcel”, explica Zaid, del Reclusorio Oriente.
Morell cuenta que un día recibió una llamada, era un expreso que ya estaba libre y quería trabajar con él haciendo teatro.
“Si creo en lo que estoy haciendo lo voy a contratar sabiendo que estuvo en la cárcel y sin conocer su historia, porque yo no pregunto por qué están presos, yo trabajo con seres humanos, no con expedientes. Lo contraté y ha sido maravilloso”, confiesa el también abogado.
Actualmente, Arturo tiene una compañía teatral formada por 40 personas liberadas, es la más grande de toda Iberoamérica. Dice que la idea es hacer montajes espejo, es decir, lo mismo fuera y dentro de los Centros de Reinserción Social, para que cuando los internos salgan de prisión se puedan integrar a un empleo.
Para el director del taller, la experiencia teatral puede sanar.
Antes de que el telón se levante
“Bomba, para bailar esto es una bomba, para gozar esto es una bomba, para menear esto es una bomba y la mujeres lo bailan así…”, es la canción que se escucha mientras dos actores bailan en escena. Sus cuerpos se mueven al ritmo de la música y sus rostros reflejan felicidad.
Al mismo tiempo, otras personas arreglan las luces del lugar. Entran y salen del escenario. Están preparando una Pastorela para sus familias. Es la dinámica que vive cualquier compañía antes de estrenar, la única diferencia es que todo se desarrolla en el Auditorio del Reclusorio Preventivo Varonil Oriente.
Todos los presentes se reúnen en el escenario. Se toman de las manos, forman un círculo y cierran los ojos; es momento de meditar. Morell los invita a comportarse como actores profesionales.
Está convencido de que muchos internos son inocentes y están presos por error, por lo que quiere demostrar que las cosas adentro del reclusorio son muy diferentes.
“Durante el taller siempre pongo las reglas, todos tenemos que aprender disciplina, concentración, tolerancia y respeto, cuatro palabras que constantemente reitero, porque te das cuenta que mucha gente está en un centro de reclusión por falta de tolerancia, falta de disciplina, de concentración, no porque querían cometer un delito, sino que éste se convierte en algo circunstancial, consecuencia de lo primero”, opina Morell.
Al finalizar la Pastorela, el grupo de internos cantará “Navidad, feliz Navidad. Vuelve a casa, vuelve al hogar. Navidad, dulce Navidad. Es calor de hogar”, a pesar de que no podrán pasar estas fiestas con sus familias.
“El cantar es una manera que nos ayuda a purificar el alma, trabajo muchos coros, energía de grupo para que siempre tengan una actitud con la frente en alto y con una postura erguida”, señala el director del Taller.
Un sueño en prisión
Juan Víctor Fernández estuvo preso 10 años por dos sentencias diferentes. Gracias al teatro, antes de salir de prisión pudo dar un grito de libertad, por lo que ahora, cada lunes regresa junto a Morell al Reclusorio Oriente para apoyar a sus compañeros.
“Venir aquí representa un impulso para mí y un impulso para ellos, una libertad para mí y una libertad para ellos. A tal grado que cuando estaba preso deseaba, anhelaba salir y ahora que soy libre deseo venir, pero para ayudar a mis compañeros y amigos a superarse”, señala Fernández.
Víctor Flores acude cada lunes para formar parte del taller de teatro. Él estuvo en prisión 14 años, 13 meses y 13 días en el Cereso de Morelos.
Los integrantes del Taller Teatro Transforma tuvieron la oportunidad de presentarse en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, uno de los recintos más emblemáticos de México, con el espectáculo Don Quijote: Un grito de libertad.
Para estos internos, el Auditorio del Reclusorio Preventivo Varonil Oriente se vuelve un oasis, un escape de su realidad.
Por ello, Arturo Morell les pide a las autoridades que sean sensibles y entiendan el proyecto.
“Y que nos permitan coadyuvar con ellos, porque nosotros como Fundación Voz de Libertad lo que queremos es mejorar las condiciones de reclusión y, por consecuencia, mejorar las condiciones de la sociedad”, concluye.