[kaltura-widget uiconfid=”38045831″ entryid=”0_358eonnm” responsive=”true” hoveringControls=”true” width=”100%” height=”75%” /] La mayor lucha contra la afrenta que representa el muro fronterizo la protagoniza un artista plástico mexicano, cuyo sueño es pintar de colores las láminas que dividen a México y Estados Unidos de lado a lado de la frontera.
Es Enrique Chiu, un artista que desde hace meses ha dedicado cientos de horas a pintar el muro metálico que divide a ambos países. A ésta, su magna obra, la ha llamado “Mural de la Hermandad”.
No ha sido tarea de un solo hombre. Cada fin de semana cientos de voluntarios se le unen para plasmar un pensamiento, un dibujo o una explosión de colores que maten el óxido de la barda de metal que pone punto final a México.
No solo lo acompaña gente que vive en la frontera. Decenas de personas de otros países han venido a México exclusivamente a visitar la ciudad fronteriza de Tijuana y poder pintar el muro junto a él.
Para muchos, dice, esta barda recuerda lo que fue el muro de Berlín y todo lo que significó para la Humanidad.
Por eso, Enrique busca echarlo abajo, pero en un sentido figurado. Quiere que todo aquel que vea el muro fronterizo no vea la tragedia, el odio o el rechazo que evoca; él quiere que sea un recordatorio de la paz y la hermandad que debe haber entre ambos países.
‘Trump me hizo famoso’
Lejos del glamour que puede seguir a un pintor y escultor cuyo nombre ha sido pronunciado en muchos países, Enrique Chiu sube a su empolvada camioneta a la que no le funciona una puerta y que trae el asiento trasero lleno de materiales de trabajo; vigilando su camino va un pequeño traje de torero que cuelga del espejo retrovisor.
Justo al emprender el camino de su casa hacia el muro divisorio, donde dará esta entrevista, un hombre humilde lo detiene para pedirle ayuda: la brigada canina del municipio se ha llevado a su perro porque mordió a otro can y, si no paga la multa, ese mismo día lo sacrificarán.
Enrique saca su cartera y le entrega un billete al hombre; le dice que se apresure para alcanzar a salvar a su amigo.
Mientras serpentea por las calles de Tijuana, Enrique cuenta que él nació en Guadalajara hace 36 años, que vivió 12 en Estados Unidos, donde estudió arte, y que cuando le propusieron irse a trabajar a la ciudad fronteriza lo pensó más de una vez por la mala fama de violencia que tiene.
Sin embargo, una década después, Enrique se ha convertido en un referente de la comunidad artística de Tijuana no solo por su obra, sino porque ha desempeñado varios cargos en el gobierno municipal relacionados con la cultura, trabajo que combina con talleres de arte para niños y con el de su empresa de anuncios publicitarios, en la que da rienda suelta a su creatividad.
Para llegar a una de las primeras partes que pintó del muro, Enrique enfila su camioneta hacia la parte alta del Río Tijuana, el cauce encementado que divide en dos a la ciudad y donde decenas de migrantes deportados sobreviven entre adicciones y soledad.
Esa primera parte del muro se alcanza a ver desde el paso peatonal de la Garita El Chaparra. Ahí, la imagen de un burro pintado de cebra —tradición de la avenida turística de la ciudad— y la palabra Tijuana llenan de colores lo que antes solo eran láminas oxidadas.
“Realmente el mundo lo ve como un símbolo de vergüenza, de odio, de división. Fue la idea de armar algo en conjunto con amigos, con otras personas, y darle color, darle vida a esa cosa. Pero no una vida para que la gente supiera, sino una vida para borrar esa idea fea del muro fronterizo y darle una visión diferente.
En un principio, la idea de Enrique era hacer un esfuerzo binacional para pintar ambos lados del muro; se imaginaba a las personas pasándose las brochas y los materiales a través de los barrotes que hay en algunas partes de la división. Comenzó entonces con las gestiones.
“Cuando yo traía la idea de pintar el muro estaba (Barack) Obama (…) Mando yo una carta, un oficio a Washington para pedir permiso para pintar el muro fronterizo —porque el muro fronterizo es de Estados Unidos, no es mexicano—, entonces tuve que pedir permiso. Mandé también la petición al Departamento de Migración, los cuales me autorizaron a pintar el muro fronterizo pero no del lado estadounidense, solo del lado mexicano.
“Y luego dije: ‘Bueno, va a ganar a lo mejor Hillary Clinton, a lo mejor vamos a hacer un convenio binacional con latinos, hacer algo más hispano, con proyectos mexicanos, cosas así, y empezar a pintar’. No sucedió así”, narró.
Tras la victoria de Donald Trump, su proyecto cobró aún más significado. La intención de hacer de aquel muro tan repudiado un muro de paz, lo hizo aliarse con organizaciones como Ángeles de la Frontera (Border Angels) —organización que lleva agua al desierto para ayudar a los migrantes indocumentados— y fue ahí cuando Enrique Morones, líder de los Ángeles, dijo en alguna entrevista que les hicieron que pintarían el muro desde Tijuana hasta Matamoros.
“(Con Donald Trump) se hizo un cambio, se modificó todo el proyecto. Se empezó a hablar más sobre el muro fronterizo; el presidente electo (Trump) cuando iba empezando, era mucho pleito por el muro, era mucho pleito contra los mexicanos. Entonces eso fue lo que explotó aun más este proyecto del Mural de la Hermandad (…) Gracias a él (Trump) me hice famoso”, reconoce Enrique, entre risas.
Sin embargo, el apoyo de Ángeles de la Frontera tardaba mucho en llegar. Así que Enrique, con recursos propios, compró los primeros botes de pintura y un buen día decidió ir a quitar el óxido de las láminas con sus primeros trazos.
‘Como el muro de Berlín’
Una vez que Enrique Chiu comenzó a pintar, muchos se le unieron. Decenas de voluntarios lo acompañaban los fines de semana a pintar las láminas o los barrotes del muro y poco a poco se fue corriendo la voz de la labor del artista.
La noticia llegó a otros países. Medios de Latinoamérica y Europa fueron a entrevistarlo. Y muchos que conocieron su labor quisieron participar y, quizá, escribir con él una parte en la historia.
“Fue tan grande la noticia cuando empezamos con este proyecto que se fue atrayendo gente, familias, organizaciones civiles (…) Gente de Guatemala, de Colombia, de Argentina, de Egipto, de las Islas Canarias, de Cuba, es la gente que ha venido. Me han hablado, me mandan un mensaje. Vienen aquí un fin de semana, llegan el viernes, pintan sábado y domingo conmigo y el lunes los regreso al aeropuerto para irse a su país.
Gracias a los malos dichos de Donald Trump sobre el muro y a que mucha gente de la comunidad artística se enteró de lo que se hacía en Tijuana, incluso la Orquesta Sinfónica de Dresde, Alemania, ofreció un concierto junto al muro fronterizo.
“Me tocó conocer a Markus Rindt (el director de la orquesta) y me dijo que (le recordaba que) él había sido parte del muro de Berlín cuando era pequeño”, comenta.
Cualquier persona puede participar en la pinta del muro, pero solo hay una regla: no puede plasmarse ahí ningún mensaje negativo.
“Si no es en imagen, que sea con texto; si no es con texto, que sea con frases o lo que quieras; pero que sea algo bonito, algo positivo, que la gente cuando lo pueda ver, como lo ven millones de personas en la frontera, pueda notar ese amor que tenemos nosotros para dar”, afirma.
Chiu reconoce la tragedia que muchos viven en la frontera con Estados Unidos: sabe de los deportados, de las madres deportadas cuyos hijos quedaron atrás, de la incertidumbre que tienen de saber si volverán a verlos o no.
“De repente vienen y pintan contigo, pero no tienen ni qué comer (…) entonces, sí viven una tragedia, pero tratamos nosotros de hacerla diferente”, apunta.
El artista se ha hecho a sí mismo la promesa de no pasar a Estados Unidos hasta que termine su labor en el muro fronterizo o hasta que Donald Trump deje de ser presidente.
“Yo viví el sueño americano y ahora vivo el sueño mexicano. Yo creo que he tratado de hacer cosas que cambien al mundo y (pintar el muro) es una de las cosas que yo quiero lograr hacer.
“Quiero tener y quiero dar; quiero hacer que la gente crea en el arte, que le den un valor principal. Yo quiero seguir viviendo del arte; quiero tener un premio Nobel; quiero hacer algo grande con esto”.
Para realizar ese sueño de pintar el muro fronterizo, dice, necesita ayuda. Por ello, comenzó en la plataforma Kickstarter la causa “Mural de la Hermandad” para recolectar fondos y comprar material y pinturas. Hasta ahora ha recolectado más de 120 mil pesos en apoyos.
“Realmente sí queremos seguir, queremos continuar con el proyecto, queremos que la gente se siga sumando y que de alguna manera sean parte de esto, que va a ser un cambio grande en la frontera, en todo México, a nivel nacional.
“Sí ocupamos más material y puede ser pintura de cualquier tipo, de agua, de la que tengan en su bodega, de la que luego tienen en los áticos que tienen años que no usan, esa, que se la traigan”.
Enrique Chiu y los voluntarios que han pintado con él llevan ya 2 kilómetros en el muro de la frontera de Tijuana; medio kilómetro en el municipio de Tecate; y medio kilómetro más en el muro de Mexicali.
En las próximas semanas planea comenzar a pintar en Ciudad Juárez y en Reynosa, donde ya le han prometido apoyarlo con materiales y donde, no lo duda un instante, también habrá cientos de personas queriendo pintar con él el mural, para borrar un poco de la afrenta que representa el muro para los mexicanos.