Más de dos meses después de escapar de su país por violencia de género, Elizabeth Gómez llegó a Estados Unidos, donde espera comenzar una nueva vida.
La joven de 32 años se vio obligada a huir de Honduras tras ser amenazada de muerte por su expareja y padre de tres hijos, y fue parte de la Caravana Migrante que en diciembre de 2021 llegó a la Ciudad de México.
Cuando se encontraba en Tapachula, Chiapas, tuvo que viajar sola luego de que fuera a conseguir comida y la caravana saliera en un horario diferente al establecido previamente, además de que tuvo otros obstáculos.
Sin embargo, tras estar unos días en la Casa El Peregrino en la Ciudad de México, y después viajar al norte del país, logró cruzar la frontera y llegar a Estados Unidos, donde consiguió un trabajo y espera mandar dinero a su familia para construir o comprar su casa. Por ahora, ya no siente que su vida peligra.
“Me siento libre, me siento con más confianza, salgo, lo primero que hice fue ir a la iglesia, a una iglesia a darle gracias a Dios acá en Estados Unidos.
“Gracias a Dios, me siento libre de que no tengo miedo, de que no estoy pensando todas las noches de que me va a pasar algo, ni que llegue esa persona a tal lugar donde yo estoy”, relata.
Su caso es excepcional en un país donde tan solo de enero a noviembre de 2021 más de 250 mil extranjeros fueron detenidos en su tránsito a Estados Unidos por el Instituto Nacional de Migración al estar en una situación irregular en México.
De ellos, alrededor de 101 mil fueron deportados a sus países de origen. Las cifras anteriores rompen el récord del 2015, año en el que se habían reportado más retenciones por las autoridades migratorias.
Derechos vulnerados
Otra de las dificultades que enfrentan las personas migrantes que buscan llegar a Estados Unidos es el programa “Quédate en México” o “Migrant Protection Protocols (MPP)”, que se reinició a principios de diciembre pasado por una orden judicial.
El MPP obliga a los solicitantes de asilo a permanecer en México mientras esperan sus audiencias en la Corte de Inmigración del país del norte. Éste fue implementado por primera vez en la administración de Donald Trump.
Pese a que las autoridades mexicanas han asegurado que hay nuevas medidas para atender a esta población, organizaciones defensoras de los derechos humanos señalan que prácticamente los migrantes quedan abandonados a su suerte y expuestos al crimen organizado.
De acuerdo con el Instituto para las Mujeres en la Migración A.C (IMUMI), se ha documentado que este programa representa exponerlos a diversas violencias como el secuestro, extorsión y otras violaciones, sin que el Estado garantice su acceso a la justicia.
“Cabe señalar que a diferencia de la primera vez que se instauró dicho programa, que se limitaba a personas de países hispanohablantes, esta reinstalación establece el regreso de personas de todo el continente, incluido Haití. Los puntos fronterizos por donde se han realizado las devoluciones hasta ahora son San Diego y El Paso”, ha señalado el IMUMI.
Debido a que el programa significa un riesgo para la vida de las personas que buscan protección internacional al violar su derecho al debido proceso, al principio de no devolución y a la seguridad, distintas organizaciones mexicanas solicitaron ante el Juzgado Decimoséptimo de Distrito en Materia Administrativa de la Ciudad de México poner fin a este programa a través del amparo 1887/2021.
“El Gobierno mexicano no puede seguir coadyuvando en políticas que violan el derecho a la protección de personas y que representan ir en contra de nuestra Constitución y compromisos internacionales (…).
Vivir en libertad en Estados Unidos
Elizabeth viajó sola desde Honduras hasta Estados Unidos y en el camino conoció y se acompañó de otros migrantes hasta la frontera norte, donde se separaron. La mayoría de ellos aún permanecen en México, a la espera de cruzar.
Ella recuerda que tras llegar a Baja California, en la frontera con los Estados Unidos, y ver que era difícil pasar, estableció una fecha límite para hacerlo: el domingo 16 de enero. Si no lo lograba, dice que iba a quedarse en México y a buscar un trabajo.
Sin embargo, conoció a cuatro nicaragüenses que habían sido regresados a México y, a las 11:30 de la noche de ese día, logró cruzar a Estados Unidos. Después de varios días logró llegar con unos conocidos y ya tiene trabajo como cuidadora de dos personas.
“Me siento superfeliz, camino riendo, me dicen ‘Eliza camina tan feliz como si no ha pasado nada’. Yo les digo, ¿cómo no voy a estar feliz si Dios me concedió mi sueño que tanto le pedía? Tanto que sufrimos en el camino”, dice.