¿Una sociedad honorable entre políticos corruptos?

La semana pasada destiné este espacio al análisis de la corrupción imperante históricamente en el sistema político mexicano mucho antes de que Carlos Hank González se inmolara e inmortalizara con aquello de “Político Pobre, Pobre Político.” Como nunca he creído -ni creeré- en las culpas absolutas, bien vale la pena echar una cubetada de luz en la sociedad mexicana para conocer su modus operandi.

Francisco Martín Moreno Francisco Martín Moreno Publicado el
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¿Y el senador o el diputado que vende su curul a los monopolios televisivos y traiciona al electorado por un puñado de pesos?
¿El ingeniero que instala alambrón y cobra varilla sin ignorar los riesgos para los futuros inquilinos?

La semana pasada destiné este espacio al análisis de la corrupción imperante históricamente en el sistema político mexicano mucho antes de que Carlos Hank González se inmolara e inmortalizara con aquello de “Político Pobre, Pobre Político.” Como nunca he creído -ni creeré- en las culpas absolutas, bien vale la pena echar una cubetada de luz en la sociedad mexicana para conocer su modus operandi.

¿En una comunidad honorable y respetable el cirujano opera a cambio de unos pesos sin justificación clínica a pesar de saber a ciencia cierta que puede curar los males con simples medicamentos? 

¿El ingeniero que instala alambrón y cobra varilla sin ignorar los riesgos para los futuros inquilinos? ¿El propietario de un laboratorio que produce y distribuye medicamentos prohibidos por la Organización Mundial de la Salud a sabiendas de que provocará daños mayores en los enfermos? 

¿Qué tal el agricultor que utiliza fertilizantes cancerígenos para aumentar sus ganancias, consciente de que enfermará gravemente a los adquirentes finales de sus productos? ¿Y el contrabandista que atenta contra las fuentes de trabajo de sus compatriotas con tal de percibir una utilidad ilícita y ocasionar un daño masivo a la economía? 

¿Y el juez que interpreta la ley de acuerdo a los billetes depositados en el cajón de su escritorio después de enajenar la justicia al mejor postor? ¿Y el legislador que suscribe iniciativas contrarias a los intereses de sus representados a cambio de un puñado de pesos o de un puesto público de más jerarquía? 

¿Y la policía que asesina, amenaza, roba, tortura y secuestra o pierde a los detenidos tan pronto encuentra el botín?

¿Y el empresario voraz que compra al líder sindicar en las negociaciones de los contratos colectivos de trabajo sin detenerse a considerar las condiciones económicas y sociales de sus empleados y obreros? ¿Y el propio líder que amasa grandes fortunas al traicionar a sus compañeros que pretendían mejoras laborales? 

¿Y el comerciante que vende kilos de 800 gramos o alimentos en descomposición sin pensar en la salud de sus clientes, o el empresario que practica como deporte la defraudación impositiva? 

¿Y el columnista mercenario que enajena su columna al recibir un sobre lleno de billetes o una ficha de depósito de un banco extranjero? ¿Y el periodista que chantajea a través de su columna, oculta la información, la vende o la distorsiona? ¿Y el intelectual que enajena su inteligencia al Estado para defender lo indefendible y manipula, engaña y trata de convencer con silogismos y con fantasías apartadas de la realidad? 

¿Y quien cultiva sustancias narcóticas, las vende o las consume? ¿Y el asesino intelectual que manda matar a quien se interpone en sus planes? ¿Y el abogado que traiciona a su cliente y se vende a la contraparte por dinero, siempre por dinero, el mejor detergente porque saca toda la mugre?

¿Y los saca-dólares que exportaron los ahorros de la nación hundiendo a México en la ruina con tal de salvar su patrimonio personal? ¿Y quien esparce rumores para debilitar a las instituciones del país? ¿Y quien hace juego a las intenciones de los extranjeros cuando éstos pretenden desestabilizarnos? 

¿Y el sacerdote que destina las limosnas a propósitos inconfesables, ajenos su diócesis y a los fines eclesiásticos? ¿Y el cura que vende indulgencias y todavía bendice a los hampones? ¿Y el “padre” que acepta narco-limosnas para “purificar el dinero” o el que vende indulgencias para garantizar un lugar en el paraíso ya antes del “Juicio Final…?

¿Y el que vende en maqueta lo que jamás va a construir y se roba los anticipos o todos los capitales? 

¿Y el legislador que aplaude de pie la devaluación del peso o el mapache que altera el recuento de los sufragios, o el que provoca la caída del sistema…?  ¿Y el que presta su nombre para facilitar transacciones prohibidas a extranjeros o a políticos corruptos necesitados de esconder su patrimonio mal habido? ¿Y el que induce al vicio a los menores de edad? 

¿Y el que deja a su familia en el hambre después de una sentencia de divorcio favorable a sus intereses, salvados con arreglo a sobornos o argucias? ¿Y quien engaña a sus socios maquillando los balances y los estados financieros? ¿Y el maestro que no asiste a las aulas por apatía, desprecio o simplemente por flojera? 

¿Y el que tiene más hijos de los que puede mantener? ¿Y el que tala los árboles sin importarle la ruptura del equilibrio ambiental? ¿Y el que tira aguas tóxicas a los ya escasos ríos nacionales? ¿Y el que soborna con tal de obtener autorización para circular a sabiendas que su automóvil contamina la atmósfera? 

¿Y el que saca a sus hijos de la escuela sin pensar en el futuro? ¿Y las esposas e hijos de los políticos que conocen el enriquecimiento inexplicable de su marido y padre sin cuestionarse el origen de los bienes, y todavía prefieren disfrutarlos sin pensar que convierten a sus familias en vulgares pandillas? ¿Y los banqueros que recurren al agio al pagar 3% por los depósitos y cobran 50% de comisiones en las tarjetas de crédito? ¿Y los fósiles universitarios que proponen el “pase automático” a la miseria y a la resignación?

¿Y el senador o el diputado que vende su curul a los monopolios televisivos y traiciona al electorado por un puñado de pesos? ¿Y los curas que rechazan el uso del condón o la “píldora del día siguiente” a pesar de asistir a un temerario fenómeno de explosión demográfica con tal de recaudar más limosnas? ¿Y quien cultiva sustancias narcóticas, las vende o las consume sin pensar si se trata o no de menores de edad?

¿Y la responsabilidad histórica de una nación cloroformada que permitió el regreso de Santa Anna en 11 ocasiones a la presidencia? 

Como no creo en las culpas absolutas, ¿dónde termina la responsabilidad de un PRI que gobernó contra viento y marea durante 70 años (80 si se toma en cuenta la diarquía Obregón- Calles) y dónde comienza la de la ciudadanía que lo toleró haciendo, todavía, apuestas al “Tapado” para engañarnos con toda eficiencia entre nosotros mismos? 

¿Y la sociedad que soborna a la autoridad y se queja airadamente de la corrupción de la propia autoridad? ¿Y los millones de electores que saben de los hurtos de los ahorros públicos de los gobernadores de Coahuila, Nuevo León, Veracruz, Puebla, Chiapas, Oaxaca y Michoacán, entre otros tantos más y, sin embargo, no protestan y consienten en los hechos la impunidad de que tanto se quejan? 

¿Y los millones de parásitos que viven en la informalidad apartados hábilmente del escrutinio del fisco y disfrutan de los servicios públicos sin cooperar al financiamiento del presupuesto estatal o federal? 

¿Y los empresarios que disfrutan las bondades de un monopolio adquirido con arreglo a gigantescos cochupos pagados a los jefes del Estado mexicano y exprimen sin la menor noción de la piedad a los usuarios de los servicios que prestan hasta enriquecerse a niveles perversos para captar el odio de los consumidores, mismo que disfrutan entre sonoras carcajadas?

¿Y los propietarios de instalaciones hospitalarias que obligan a los médicos a ingresar un determinado número de pacientes a los quirófanos al mes, so pena de largarlos de sus consultorios alegando “baja productividad”? 

¿Y los secuestradores que mutilan a sus víctimas sean o no menores de edad a cambio de un rescate antes de privarlos de la vida? ¿Y los celadores de las cárceles que chantajean a los presos antes de que otro grupo de maleantes los golpeen o cometan otra serie de delitos que atentan en contra de la dignidad de los detenidos? 

¿Y los jefes de familia que ultrajan a su servicio doméstico en uso y abuso de las carencias de esas infelices mujeres, a quienes explotan en condiciones propias de una vergonzosa esclavitud supuestamente desaparecida?

¿Entonces solamente debemos apuntar con el dedo flamígero al rostro de los políticos corruptos, en tanto la sociedad está representada por personajes de imponente calidad moral? 

¿Cómo iniciar una purga masiva de una sociedad y gobierno en estado de putrefacción avanzada?

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