Voces vivas de los desaparecidos por el crimen organizado en Nuevo León

Mario y Roy se encuentran en calidad de desaparecidos sin localizar. Ambos fueron secuestrados en Nuevo León, sexto estado con más desaparecidos en el país

Elba Leticia Lozano y Leticia Hidalgo no se conocieron por casualidad. No son cómplices por tener gustos en común, compartir el nombre o por vivir en el mismo estado; que es muy grande y había pocas posibilidades de encontrarse para seguir juntas una causa que les obligara a entregar la vida: sus hijos desaparecidos.

A esas dos mujeres las une el recuerdo de los hijos que alguien les arrebató; la rabia de no poder verlos crecer y formar su propia familia; la frustración de que las autoridades no se desvivan para buscarlos; y la tristeza de no poderlos localizar vivos ni muertos.

En México existen 190 mil 612 personas desaparecidas y no localizadas desde 1964 a la fecha. Mario Ángel Sánchez y Roy Rivera Hidalgo fueron secuestrados en el estado de Nuevo León, donde hay 4 mil 767 desaparecidos en el mismo periodo, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO).

En lo que va de 2020, el estado registra 512 personas desaparecidas: 326 hombres y 186 mujeres, ocupando el sexto lugar con más desaparecidos después de Jalisco, Estado de México, Ciudad de México, Guanajuato e Hidalgo.

Mario Ángel, desaparecido a los 20 años en el municipio de Hidalgo

A Elba Leticia le robaron a su nieto, Mario Ángel Sánchez de la Garza, el 8 de octubre de 2019 en el municipio de Hidalgo, Nuevo León. Aunque no lo parió, lo quiere como salido de sus entrañas y él también solía decir que ella era su mamá.

Hoy Mario tendría 21 años. Su madre lo describe como un joven alegre a quien le gusta la música y el baile. Le gusta, en presente, porque a nadie se le puede matar en un texto estando en calidad de desaparecido.

Mario trabajaba en una empresa de paquetería en Nuevo Laredo, Tamaulipas, hasta que decidió volver a su tierra natal para vivir con Elba Leticia. El ocho de octubre, tras un mes de haber regresado a Nuevo León, el joven salió a cortarse el cabello y jamás regresó a casa.

“Cuando un testigo presencial me dice que sabe quién se llevó a Mario, yo busco a esas personas. Les pido que me regresen a mi nieto, pero me dicen que no lo tienen, que lo busque en las casas del Infonavit, en Abasolo, porque ahí tenían secuestrada a mucha gente”, platica Elba Leticia.

El testigo observó cuando alguien obligó a Mario a subirse a un Jetta negro con placas FTA-4657 y llevarlo a un domicilio en Camino a Potrero Grande. Elba Leticia buscó entonces a Adrián Alfonso Castillo Miguel, “El Tráiler”, líder de un grupo criminal presuntamente perteneciente a Los Zetas, quien le confesó  que secuestró a su nieto “por una mujer”.

Tras denunciar, la fuerza civil ingresó al domicilio señalado por el testigo, pero Mario ya no estaba ahí. En su lugar, localizaron un barrote con sangre y otros indicios, pero la Fiscalía de Nuevo León no resguardó la propiedad.

“Hace poco me dicen que la sangre que contenía el barrote pertenece a Mario. En la Fiscalía les pregunto por qué no resguardaron la casa; la gente que estaba ahí lavaron y limpiaron todo. Esa gente también está involucrada y nunca los han investigado. En la zona hay más desaparecidos, por lo menos otros 18 jovencitos.”

Adrián Alonso C.M. “El Tráiler” está detenido junto con otros que participaron en el plagio: Nicolás Cantú “El Nico”, Edgar Misael Cárdenas “El Choco” y Vidal Galván alias “La Vidala”, quien conducía el vehículo donde subieron a Mario. A ninguno lo sentenciaron por el plagio del joven, sino por el asesinato de otras personas en la comunidad.

La detención de “El Tráiler”, que operaba en los municipios de Abasolo, Hidalgo, y El Carmen, destapó al regidor del municipio de Hidalgo, Manuel Lozano, quien fue detenido en mayo de 2020 por su presunta complicidad con el crimen organizado. Junto con él, detuvieron a seis policías y un elemento de tránsito, acusados por el mismo delito.

Testigos afirman que la organización comandada por “El Tráiler” se dedica al narcomenudeo, apoyados por las autoridades locales.

Roy Rivera Hidalgo, desaparecido a los 18 años en San Nicolás de los Garza

A Leticia Hidalgo le secuestraron a su hijo Roy Rivera Hidalgo el 11 de enero de 2011 en Monterrey. Durante la madrugada, un grupo de hombres encapuchados que vestían chalecos de la policía de Escobedo, ingresaron por la fuerza a su casa para robar. No sólo se llevaron electrónicos, joyas, vehículos y dinero, sino también al joven de 18 años, estudiante de Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Más tarde exigieron una recompensa que la familia pagó, pero a la fecha Roy no regresa a casa.

“Me citaron en una iglesia de la colonia y ahí entregué una mochila con el dinero. Dijeron que en dos horas me iban a volver a llamar para decirme dónde iban a dejar a Roy y eso nunca ocurrió”, explica Leticia Hidalgo.

Tras obtener el rescate, los delincuentes no se comunicaron más con la familia y cortaron las líneas de comunicación telefónica. La familia levantó la denuncia formal días después del plagio.

“Acudí al ejército, a la Séptima Zona Militar donde me tomaron una primera denuncia. Ya después denuncié en la Fiscalía, porque, ¿cómo denunciaba antes, si eran los mismos policías quienes entraron a mi casa?, pero seguimos igual, por eso en 2012 fundé la organización Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Nuevo León”.

A lo largo de ocho años, Leticia Hidalgo ha atestiguado la detención de algunos de quienes participaron en el secuestro y desaparición de Roy. A uno de ellos lo reconoció porque tenía una de las camionetas que le robó a la familia el día del plagio, pero únicamente fue acusado por el delito de robo de automóviles.

Las buscadoras de huesos

Leticia Hidalgo, de 58 años, y Elba Leticia Lozano de 65, buscaron a sus hijos con sus propias manos. Con palas y varillas, comenzaron hurgando en montes, cerros, terrenos baldíos y zonas boscosas con la esperanza de encontrar algún resto humano para reconocerlo y darle sepultura.

La estrategia es clavar la varilla en la tierra. Si al sacarla perciben un olor pútrido, hay que escarbar porque debajo de la superficie hay una persona inhumada.

“Todos los días salgo a ver indicios, a escuchar lo que se oye en los lugares que ellos frecuentaban. Voy al Potrero Grande, que es el sitio a donde se llevaron a mi Mario. Cerca de ahí hay un pozo de 16 metros de profundidad, dicen que ahí hay varias personas. Cuando vinieron los peritos sí encontraron evidencias, pero después dejaron de buscar y el pozo sigue ahí”, dice Elba Leticia Lozano.

“Hay otros lugares, como la fábrica de hielo, donde no hemos podido entrar porque son propiedades privadas. Se dice que ahí podría estar Mario, en unas fosas que tienen ahí. Todos esos lugares están añadidos al expediente de Mario, se los proporcionamos con coordenadas y todo”, explica.

Leticia Hidalgo también emprendió ella misma la búsqueda de su hijo y más tarde fundó la organización Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Nuevo León (FUNDENL); conformado ahora, en su mayoría, por mujeres: madres, abuelas, hermanas de desaparecidos, además de personas que se unieron en solidaridad hacia ellas.

“Desde 2012 insistimos a la fuerza pública para que nos ayudaran a encontrar a nuestros desaparecidos y en 2015 salimos a buscar con nuestras propias manos a los campos, montes, cerros. De 2015 para acá, en muchas búsquedas de campo, hemos encontrado miles de fragmentos de restos humanos que han identificado a muchas personas asesinadas, pero aún no encuentro a Roy, ni vivo ni sin vida”, dice la madre de Roy, tras cinco años de búsqueda.

El trayecto para encontrar a sus hijos se convirtió pronto en una lucha solidaria. Ya no trabajan para localizar únicamente a quienes les arrebataron, sino a todos. A los hijos e hijas de cualquier madre.

“Para nosotros es una gran victoria encontrar fragmentos que se les puede extraer el ADN y puedan decir que es de una persona, compararlos con los ADN de familiares que hemos dejado en la Fiscalía y que coincida. Es como si encontráramos a uno de nuestros hijos, aunque sea un extraño. Por eso buscamos a todos y a todas”, dice Leticia Hidalgo.

El crimen pasa de largo en Nuevo León

Los puntos donde las mujeres han localizado miles de fragmentos humanos, se encuentran en zonas boscosas, pero no completamente ocultas de la sociedad. Trasladar a tantas personas y de forma sistemática a esos sitios no pudo pasar desapercibido tan fácilmente. Por eso ellas creen que las autoridades son cómplices de lo que ocurre en Nuevo León.

“Nadie puede desaparecer a alguien sin que se dé cuenta la autoridad. Estamos hablando de miles y miles de personas, sobre todo de jóvenes varones en edad productiva, y la autoridad no es posible de que no se dé cuenta de eso. Los policías han estado en colusión y cuando no han sido partícipes directamente, lo han sido de omisión, es decir, saben de los desaparecidos y no hacen nada”, explica la mamá de Roy.

Además de la impunidad, Elba Leticia Lozano es amenazada por desvivirse en encontrar el cuerpo de Mario. La mujer recibe constantemente mensajes donde alguien le comunica que, de seguir buscando a su hijo, ella pagará las consecuencias.

“Por celular nos marcan, vienen a la casa, gente que sabemos que trabajaron para ellos. Se estacionen afuera, nosotras estamos solas, somos dos mujeres solas. Mandan mensajes, que si seguimos en esto van a terminar con nosotros. Policías también toman fotos desde afuera de mi casa y me siguen”, dice la abuela de Mario.

Esas amenazas no pudo integrarlas a la carpeta de investigación ni se protegió con la Comisión Estatal de Víctimas, pues en la Fiscalía le manifestaron que, de hacerlo, interrumpiría el proceso judicial de Mario.

Pese a las negligencias en la investigación, la impunidad y la complicidad de las autoridades con el crimen organizado, las madres de Roy y Mario no desean castigar a nadie. Su energía está total y completamente concentrada en encontrar a sus hijos desaparecidos , vivos o muertos.

“Nosotras no vamos detrás de los perpetradores, lo único que queremos es encontrar a los hijos e hijas, he encontrado a hijos e hijas de otras madres pero no al mío”, dice Leticia Hidalgo.

“Solamente queremos encontrar a nuestros desaparecidos, que me digan dónde quedó Mario, son tantas las cosas que dicen, que me lo digan… ya se que me van a callar, pero sé que tengo derecho a saber dónde quedo Mario”, dice Leticia Lozano, su compañera de lucha.

@ItsMonseOrtiz

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