Para combatir su alarmante problema de contaminación ambiental, denominado “aeropocalipsis” por los expertos, el Gobierno chino le declaró la guerra a la carne asada.
La semana pasada las autoridades revelaron que en una campaña de tres meses de duración, tan solo en Pekín han destruido más de 500 parrillas para que no vuelvan a usarse jamás.
Expertos en China, cuyo consumo energético proviene 75 por ciento del carbón, argumentan que las micropartículas que emiten los asadores, de 2.5 micras de diámetro, son las más dañinas para la salud.
Pedro Pablo Cortés