El gobernador Jaime Rodríguez cabalga solo y sin rumbo fijo para enfrentar las carencias de Nuevo León, pues el apoyo de la ciudadanía y la confianza del sector empresarial se han esfumado en poco más de un año.
Su soledad política es evidente, incluso, la propia burocracia estatal ya ni siquiera le cree; además su popularidad va en picada.
Jesús Padilla