Con mayúsculas y minúsculas tenía que escribir este título. No podía ser de otra forma después de observar algunos de los comportamientos que son poco probables de notar en otras ciudades mexicanas, o de otras partes del mundo, y que giran alrededor del frenesí por tener un auto, por mantener a ese auto y por destinar todos los recursos públicos y privados al que parece es el “pan nuestro de cada día”: tráfico, vialidades, accidentes, autos por aquí y por allá.
Indira Kempis