INDIRAKEMPIS
INDIRAKEMPIS Una ciudad bien hecha

Ese es el título del Congreso Regional de Urbanismo que realiza este viernes la Sociedad de Urbanismo AC de la localidad. 

Me ha llamado la atención que en la mesa de debate en la que participo la denominaron “Urbanismo Ciudadano o de Guerrilla”. 

Es curioso, porque nunca me he sentido como una guerrillera urbanista o ciudadana urbanista, o lo que se le parezca. La técnica o el arte de hacer la ciudad, lejos de estar separado de la agenda ciudadana, debería estar en sí misma relacionada con la ciudadanía o los usuarios de la ciudad. 

INDIRAKEMPIS Más vivos que muertos

La muerte nos ronda. Hemos aprendido a jugar con ella. Nuestras memorias tienen colores que se leen con calaveras, las saboreamos al ritmo en el que el pan de dulce se sumerge en el chocolate caliente y admiramos catrinas. 

Pero la muerte para algunos representa algo más que figuras hechas con papel de china, o las flores de cempaxúchitl en las tumbas de los panteones. 

INDIRAKEMPIS La arrogancia ciudadana

“La costumbre es más fuerte que el amor”, dice la canción de Juan Gabriel. 

Lamentablemente, o para fortuna de quienes vemos oportunidad en el drama cotidiano de México, la historia nos ha demostrado que pocos son los que velan por el cumplimiento del empoderamiento que nos otorga por derecho el Artículo 39 de la Constitución Política: “Todo poder dimana del pueblo”. 

Sin pretender entrar en el debate de la democracia, es evidente que la herencia del autoritarismo nos ha dejado en el “limbo” del “sospechosismo” y la incertidumbre. 

INDIRAKEMPIS Crear para creer…

He crecido en un país que me enseñó a no creer ni en mí, ni en los demás. 

En realidad, hasta la fecha sigo haciendo intentos de no ceder ante la tentación de creer que no debo creer. 

Obviamente, el juego de palabras parece demasiado ingenuo cuando vemos que políticos, empresarios, vendedores, y un sinfín de personas más, minan nuestra capacidad de creer vez tras vez. 

INDIRAKEMPIS ¡No activistas!…

Sigo sin encontrar en mi memoria el día en que me asumí como activista. 

Reconozco que la palabra “quebró” paradigmas en mí. Sabía que desde ese momento, además viviendo en una sociedad regiomontana que tiende a ser conservadora, mi nombre y apellido entraron a la lista de los “hippies, revoltosos, vándalos, anarquistas, nadaquéhacer” y un sinfín de adjetivos más. 



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