Admito que a veces quisiera tener el valor de “pinchar llantas” o “rallar cofres”, pero me gana la cordura para no hacerlo.
Respirar es el arte de tener paciencia en una ciudad (seguramente más de una) donde la civilización que la habita hace el mínimo esfuerzo por establecer relaciones cordiales con otros habitantes.
Y no, aquí no hay autoridad o policía de tránsito que valga la pena. Porque ahí donde hay una multa, habrá siempre alguien más con ánimo de estorbar el paso de las personas, o incluso, de otros vehículos.
Indira Kempis