Las imágenes son claras. En plena noche, dos camionetas de Profeco se estacionan sin precaución en una estación de servicio.
Sin identificarse, dos empleados con chamarras de la dependencia federal corren con dos jarras en las manos hasta la dispensadora de gasolina. Inician las tomas de prueba. Toman fotos del aparato. La policía rodea el operativo. La cámara hace zoom en la manguera por donde fluye la gasolina.
“Aquí está. Menos 30”, dice uno de los empleados, quien verifica la potencia en una maquina medidora.
Paloma Robles